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PURO TEATRO

Una comedia ligera

'Sunday Morning', de Carol López, es una burbujeante comedia negra con ecos de Mihura y Gonzalo Suárez, donde brillan los actores Bonnín, Férriz y Matamala

Marcos Ordóñez
Nausicaa Bonnín e Isak Fériz en un momento de 'Sunday Morning'.
Nausicaa Bonnín e Isak Fériz en un momento de 'Sunday Morning'.

Sunday Morning, la nueva comedia de Carol López, ha aterrizado en la barcelonesa sala Flyhard. Estamos, al parecer, en Serienegralandia. Una comisaría de barrio. Una noche de tormenta. Una chica sola. Un hombre misterioso. La chica, veinteañera, escruta un panel cuajado de fotos y diagramas. El recién llegado saca un papel de su bolsillo y lee: “Me llamo Remington Rand y fui yo quien le asesinó. Le atravesé el corazón con un cuchillo y ni siquiera soporto la sangre”. La chica “¿Y?”. El hombre: “La veo poco sorprendida, francamente”. Resumo la respuesta de la chica: “¿Pero usted se ha visto? Nadie saldría de casa en una noche como esta. Además, lee un papel arrugado, lleva una gabardina de los ochenta, una moda que no debería volver, y no deja de comer donuts compulsivamente”.

Como no puedo contar la trama, contaré los ecos que me despierta. Eco Uno: Gonzalo Suárez. Buena forma de empezar: estos dos están hablando en el tono británicamente zumbón de algunos cuentos de Trece veces trece. Por ejemplo, Plan Jack Cero Tres. O algunos pasajes de Rocabruno bate a Ditirambo. Así que a los cinco minutos advertimos que conviene aparcar la demanda de realismo: la chica burlona y el hombre misterioso juegan en otra liga. “Jugar” es un buen término, porque Sunday Morning es un juguete levísimo, lleno de encanto. Y de trampas. “Como las trampas de Homeland”, dice el hombre. “Tiene trampas pero engancha”, hace decir Carol López a la chica, curándose en salud. Por cierto, ya podemos presentarles. La chica se llama Anna y la interpreta Nausicaa Bonnín. El hombre misterioso se llama Robert y lo interpreta Isak Férriz. Las series y las películas son importantes para ellos. A Anna le gustaría ser como Carrie Matheson, “pero sin bipolaridad”. Y a Robert puede serle útil haber visto tantas veces Sospechosos habituales. Luego, en uno de los muchos recovecos del diálogo, Anna se chotea de él diciendo “esta frase no te la comprarían en la HBO”. Tal vez no, pero cuando él suelta “Últimamente, si no apunto las cosas no me acuerdo” puede que se la comprasen en un negociado donde reinan (Eco Dos) los señores Tono y Mihura. O, aún más raro, el Jorge Llopis de Todos eran de Toronto. Raro porque generacionalmente diría que no le cuadran a Carol López, pero tampoco le cuadraba demasiado la impronta de Alfonso Paso a Jordi Galcerán en Burundanga: sería interesante rastrear esas aguas freáticas. Más vasos comunicantes: veía (y escuchaba) a Nausicaa Bonnín y a ratos me recordaba a Amparo Soler Leal en Vamos a contar mentiras. Ah, y el personaje de Sergio Matamala, por descontado. No puedo decirles a quién interpreta (secreto de sumario), pero sí que está igualmente fantástico, divertidísimo, en un papel que en los primeros setenta le habría ido de perlas a Sacristán. Todas esas sinapsis, hijas de la edad y del oficio, no me distrajeron del disfrute, más bien lo contrario. La comedia tiene muchos guiños de chica lista, a veces un poco excesivos, pero prima la alegría, los diálogos chispeantes, el descaro de liar el ovillo por la cara, la felicidad de los críos jugando a polis y ladrones para esquivar la tormenta.

Prima la alegría, los diálogos chispeantes, el descaro de liar el ovillo por la cara, la felicidad de jugar a polis y ladrones

En la mayoría de las piezas de Carol López los personajes son rematadamente peliculeros, siempre dispuestos a escapar de la realidad por los altos barandales de la ficción. Cuando afina el tiro resplandecen comedias como Versió Original Subtitulada (2005) o Germanes/Hermanas (2008/2013), que fueron merecidos éxitos; cuando prima el artificio, la mezcla no monta y le salen tropiezos impostados como Boulevard (2009). A veces sucede que el suflé tiene ingredientes de primera calidad, y sube que es un primor verlo, pero no acaba de llegar a la altura que prometía por falta de cocción, como a mi juicio sucedía (un poco) en Last Chance (2006) y Res no tornarà a ser com abans (Nada volverá a ser como antes, 2012), y sucede (un poco más) en Sunday Morning.

Hubiera salido dando vivas, pero me quedó un regusto insatisfactorio. Pensé: “Le falta algo para ligar la jugada. Más hondura no, porque ya hemos dicho que no va por ese lado. Se acaba demasiado aprisa. ¿Falta revisión, falta reescritura?...”. Vale, creo que ya lo tengo. Déjenme que lance los vivas y luego les cuento lo que se me ha ocurrido. La dirección me parece estupenda. Carol López está en vena, y no hay más que recordar sus óptimos trabajos recientes: El viaje a ninguna parte (2014), en el Valle-Inclán, y L’efecte (2015), de Lucy Prebble, en la Beckett, donde, por cierto, ya deslumbraba Nausicaa Bonnín, ideal para interpretar a damas libres y enigmáticas, un poco en la tesitura de Juliet Stevenson, y que en la Flyhard dibuja maravillosamente un personaje en el que se combinan la fuerza, el misterio, y una contagiosa ingenuidad entreverada de un poderoso gramo de locura. Isak Férriz, al que apenas había visto en escena y que, por cierto, me recuerda a un joven Pep Munné, está impecable: hay muy buena química entre ambos, capaz de hacernos olvidar, como apuntaba antes, lo que en otra obra más realista no colaría ni bajo estado de hipnosis.

De Sergio Matamala, puntal de la Flyhard, ya he hablado más arriba pero conviene seguir hablando, mayormente de su personaje, del que hace una verdadera creación. Sin desvelar nada, tranquilos. Si me pongo Rottenmeyer, el recurso (textualmente hablando) de su entrada en escena me arruga la ceja. Si acepto ese trago de gaseosa, su aparición me resulta simpática de puro desaforada: es lo más alfonsopasesco de la obra. Lo que me fastidia muy mucho es que la autora se lo saque de encima con un recurso facilón, en la línea del “¿Alguien se apunta a un tenis?”, tan utilizado en las comedias trilladitas para salir a la terraza y dejar solos a los protas. Proclamo: no se puede dar ese portazo a un fool tan brillante y tan bien servido. Y pido, sí, doble reescritura: limar algunos giros más efectistas que efectivos de la primera parte pero sobre todo, porfa, porfa, darle a esa criatura más diálogo y más acción. La comedia, el actor, y el personaje lo están pidiendo a gritos. Y no creo equivocarme si digo que el público también lo agradecerá.

Sunday Morning. Dirección: Carol López. Con Nausicaa Bonnín e Isak Férriz. Hasta el 22 de febrero. Sala Flyhard (Carrer Alpens 3), Barcelona.

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