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Barras y estrellas para Cartagena

Un libro sobre la sublevación cantonal de 1873 narra cómo su líder quiso izar la bandera de Estados Unidos

Edificios de la calle de Las Beatas de Cartagena, destruidos por un bombardeo en 1874.
Edificios de la calle de Las Beatas de Cartagena, destruidos por un bombardeo en 1874.

"Cartagena sufre desde hace seis meses el asedio de las tropas centralistas españolas, señor. Los cantonales reclaman activar una Constitución federalista ya redactada, pero que en Madrid se niegan a aprobar. Mujeres, ancianos y niños mueren a diario. De ahí esta carta", resumió Sickles, alzando un sobre recibido por valija diplomática. "¿Está seguro de lo que dice ahí?", inquirió Grant, pensativo. "Sí, señor presidente. Cartagena nos solicita su adhesión a los Estados Unidos".

Licencias literarias aparte, la atmósfera de realidad y mito que envuelve la sublevación cantonal en Cartagena (de julio de 1873 a enero de 1874) incluye que una situación así pudiera haberse producido. La leyenda sugiere que los cantonalistas pidieron adherirse a EE UU porque querían ser ciudadanos americanos de pleno derecho y hacer del municipio costero otro Gibraltar o un Estado más de aquel país.

La realidad muestra que Roque Barcia, líder destacado del movimiento cantonal de Cartagena, envió sendas cartas el 16 de diciembre de 1873 al presidente de Estados Unidos, Ulysses S. Grant, el general nordista vencedor de la guerra de Secesión, a través de su embajador en Madrid, Daniel E. Sickles, y al presidente de la Primera República, Emilio Castelar, en las que solicita izar la bandera estadounidense para detener los incesantes bombardeos que sufría la ciudad.

Roque Barcia, líder del levantamiento cantonal.
Roque Barcia, líder del levantamiento cantonal.

"En nombre del pueblo y de Dios, preguntamos a la gran República americana si no autoriza en un caso extremo, como medio último de salvación, enarbolar en nuestros buques, en nuestros castillos, en nuestros baluartes un pendón federal glorioso y acatado en todo el Norte", reza la carta a Grant. La enviada al presidente español amenaza: "Elija el Gobierno de Madrid: o dejamos de ser tratados como tigres o pediremos ser criaturas humanas en el seno de un pueblo libre, digno, trabajador y honrado".

"Si a mí me lo cuentan hace año y medio hubiera dicho que es una leyenda, pero cuando me encontré con esto concluí que hay algo", señala el historiador Luis M. Pérez Adán, quien detalla que las cartas, halladas en el fuerte cartagenero de San Julián por las tropas centralistas tras tomarlo al asalto, fueron publicadas en el Diario Oficial de Barcelona en 1874. Los documentos originales han desaparecido: dónde están, si llegaron a su destino y si tuvieron respuesta es una incógnita.

El Ateneo de Madrid albergará en breve la presentación de La sublevación cantonal en Cartagena: 1873-1874, escrito por Pérez Adán, junto a sus colegas Manuel Rolandi y Francisco J. Franco, donde analizan día a día todo lo sucedido en la rebelión usando material inédito hasta ahora. El libro no solo complementa lo ya conocido, sino que aporta una nueva visión y recorre la repercusión internacional del episodio.

"He encontrado una pequeña referencia a las cartas en la base de datos del Congreso de Estados Unidos, pero físicamente no las he encontrado. Aún", indica Pérez Adán.

Más de 30.000 proyectiles de artillería cayeron sobre Cartagena durante los seis meses que duró la sublevación cantonal. Un 80% de la ciudad quedó totalmente destruido. Uno solo de esos proyectiles mató a más de 500 personas y aceleró el fin del levantamiento, el 12 de enero de 1874.

"Lo ocurrido en Cartagena tiene más importancia de la que se cuenta. Aquí se juega el destino de la Primera República española", subraya Pérez Adán, quien lamenta que la amplia bibliografía sobre este episodio histórico, "basada en hechos históricos manipulados, principalmente por la historiografía de [Antonio] Cánovas del Castillo", el artífice de la Restauración borbónica, tache el Cantón de "provincialismo".

También abundan referencias a la obra Mr. Witt en el Cantón, la novela de 1935 de Ramón J. Sender, "que no fue historiador, sino un novelista". "Incluso viene gente a preguntarme si conozco la casa donde vivía Mr. Witt", ironiza Pérez Adán.

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