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Un niño conquista el mundo

‘O menino e o mundo’, película brasileña de animación de Alê Abreu, une arte y lirismo, y dialoga con chicos y adultos

Escena de 'O menino e o mundo', de Alê Abreu.
Escena de 'O menino e o mundo', de Alê Abreu.

Sobran razones para ver O menino e o mundo (El niño y el mundo), la hermosa película de animación de Alê Abreu, que se estrenó en Brasil en enero de 2014, poco antes de ganar los principales premios de la mayor competición internacional del género, el Festival Internacional de Animación de Annecy. Ahora, la producción celebra su entrada en los Oscar 2016.

Sublime, la película cuenta la historia de un niño que descubre un mundo fantástico, hecho de máquinas que parecen animales (y animales que son máquinas) y seres extraños, en un contexto de desigualdad social en el que familias muy pobres tienen que convivir con otras rodeadas de lujo. El joven ve todo eso al salir de su casa para buscar al padre que tanto extraña. “Dicen que es una película infantil, pero personas de todas las edades se identifican. Me gusta pensar que es un filme para los niños que viven dentro de los adultos”, dice Abreu.

Este mundo y este niño pasean ante los ojos del espectador en imágenes ultra coloridas, inspiradas en las obras de pintores como Paul Klee y Joan Miró, que también traían en sus creaciones la perspectiva infantil, y se combina con las más diversas técnicas de animación. El resultado es una explosión de collages y texturas, que Alê Abreu explica que están ancladas en la idea de elementos analógicos. Una curiosidad es que todos los diálogos se hicieron en portugués invertido. El objetivo era crear un nuevo idioma para la película, transformándola en más universal.

También la hace universal la contagiosa banda sonora, que cuenta con la participación de Emicida, Naná Vasconcelos, Barbatuques y GEM. Las composiciones originales son de Ruben Feffer y Gustavo Kurlat, y siguen la inspiración de Alê Abreu para la concepción de la película: la música de protesta latinoamericana de los años sesenta y setenta. “Yo escuchaba las canciones de Víctor Jara, Violeta Parra... Y me imaginaba en los lugares que mencionaban. Entonces, dibujaba algunos pasajes y los juntaba en la sala de edición, sin un guion previo”, cuenta el director.

Está claro que esta historia es políticamente comprometida. “Es muy lírica, de un buen gusto extremo, pero también muy política. Sale en defensa de América Latina, aborda temas de nuestro desarrollo y de nuestra realidad”, opina Luiz Bolognesi, director de Una historia de amor y furia, otra animación brasileña que se llevó el primer premio de Annecy el año pasado. Bolognesi participó en el jurado que eligió O menino e o mundo, una producción de menos de dos millones de reales (500.600 dólares) que ha competido con producciones que costaron más de 20 millones de reales (cinco millones de dólares) y que están entre los grandes exponentes de la animación mundial.

Puede parecer sorprendente que la animación brasileña esté desbancando a pesos pesados y viviendo un gran boom. Pero con tan sólo mirar con cuidado queda claro que no lo es. “El mundo está encantado con la innovación y la personalidad de nuestras películas. Estamos ganando este reconocimiento gracias a nuestro talento”, concluye Bolognesi.

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