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El síndrome del extranjero

Cabe sospechar que tal vez se trate de la novela que estamos leyendo, 'Los palimpsestos', la confesión delirante producida por el “síndrome del escritor extranjero”

La solapa dice que Aleksandra Lun es polaca, nacida en Gliwice, en 1979, y que ha residido en España más de 10 años. Actualmente vive en Bélgica, donde trabaja como traductora. Traduce al polaco del inglés, francés, español, catalán, italiano y rumano. Datos no siempre necesarios, pero en este caso ineludibles, ya que también forman parte de la novela. Como Czeslaw Przesnicki, el narrador de Los palimpsestos, Aleksandra Lun escribe en una lengua extranjera. Esto no debería acarrear ninguna desgracia, pero a tenor de la desazón que sufre Przesnicki, ingresado en un hospital psiquiátrico de Lieja por renunciar a la lengua materna y escribir en antártico, tal vez no se trate de una decisión sin riesgos. Sea ese trasvase a otra lengua voluntario o inducido, lo cierto es que en esta novela se presenta como una audacia, muy mal recibida por la razón dominante. Articulada en una sátira amenísima, esa discrepancia va y viene, disparatada y obsesiva, como en una composición musical, agregándose variaciones con la intervención de escritores (Nabokov, Beckett, Cioran, Conrad, Isak Dinesen, Ionesco o Agota Kristof), también pacientes del manicomio por padecer el trastorno (o haber cometido el delito) de no escribir en su lengua materna, lo que para la autoridad psiquiátrica revela una peligrosa de­sa­fección. Esa en­fermedad, más bien corrosiva y de difícil tratamiento, la afronta como mejor puede el desvalido Przesnicki, es decir, sin poder hacer nada por evitarlo. No solo ha escrito su primera novela, Wampir, en antártico, sino que, pese a la “terapia bartlebiana” a que le somete una doctora que lo apunta todo y no resuelve nada, ha empezado otra novela, también en antártico, Kaskader, sirviéndose de unas viejas páginas de un diario flamenco, mientras sortea el acecho de su compañero de cuarto, un cura devoto del papa Wojtyla.

Cabe sospechar, aunque aquí nada es fehaciente, que tal vez se trate de la novela que estamos leyendo, Los palimpsestos, la confesión delirante producida por el “síndrome del escritor extranjero”. Esta suerte de diario tiene la forma de una pesadilla, pero anclada en el territorio del humor, donde las jerarquías y las imposiciones se nutren de su caricatura, para que podamos ver cómo se desmoronan. Y a esto asiste el lector en una narración aparentemente nerviosa, muy bien conducida y llena de rechifla, acaso irreverente con la desesperación, pero por ello mismo tan gratamente liberadora como las risas que suscita. No es habitual empezar una carrera literaria amparándose en la autoparodia, pero en Aleksandra Lun se adivina, además de una sólida formación, un espíritu disolvente que ajusta magníficamente inteligencia y sarcasmo. Ya estamos deseando leer otra muestra de su talento.

Los palimpsestos. Aleksandra Lun. Minúscula. Barcelona, 2015. 164 páginas. 12 euros

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