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ENTREVISTA

Pablo Villegas: “Es entre nota y nota donde reside la magia”

El guitarrista tiene un poco de pensador y otro poco de idealista, y con esos motores viste de virtuosismo su música. “Vivo el legado de la guitarra española con humildad”, explica.

Pablo Villegas posa en el Teatro de la Zarzuela.
Pablo Villegas posa en el Teatro de la Zarzuela.Gorka Lejarcegi

Pablo Villegas (La Rioja, 1977) es un guitarrista que tiene un poco de místico y un encanto de hombre tímido que no puede evitar sonreír. A los 18 años salió de La Rioja, donde nació, con su guitarra y muchas ganas de conocer mundo. Ahora reside en Nueva York y da conciertos por todo el planeta que cosechan aplausos allá donde va. Dice que la música es el lenguaje de las emociones, y ahora acaba de lanzar un disco con Harmonia Mundi bajo el lema Americano en el que une a través de la música a todo el continente, de Argentina a Canadá.

El guitarrista dice que tiene alma de aventurero, pero por sus palabras parece que lo que tiene escondido dentro sea un pensador. A lo largo de su carrera con las seis cuerdas como faro que le guía, Villegas ha escuchado a algunos críticos decirle que está llamado a ser el sucesor de Andrés Segovia. “Andrés Segovia para mí representa lo que la guitarra es hoy día. Hizo que la guitarra entrara en los grandes auditorios del mundo y se convirtió él mismo en un referente cultural. Que se me compare con él es una responsabilidad que asumo, la de mantener vivo el legado de la guitarra española con humildad y sensibilidad. Salir al escenario y entregarte como eres, con tus luces y tus sombras”, cuenta.

“Ahora se vende todo a través de la imagen, pero una buena imagen sin talento no vale nada. Tiene que haber una verdad”

Tras sus estudios en España, el riojano decidió poner rumbo a Alemania y Estados Unidos, donde actualmente reside. Dice que lo aprendido en el camino de todas las religiones y culturas que ha conocido es lo que comparte desde el escenario con un público en el que “cada persona es maravillosa y trascendental”. “Como músico intento inspirar a la gente, ir más allá de las notas. Es entre nota y nota donde reside la magia, ahí buceo para encontrar la carga emocional. Hay tres procesos emocionales en el discurso musical: el compositor, el intérprete que se acerca a la partitura e intenta identificarse con la emoción del compositor y el público, que da sentido a los dos anteriores. Para mí el público es el elemento más valioso, el que da sentido a mi música y mi trabajo”, dice.

Para contactar con el público, para mirarle a los ojos y poder comunicarle todas esas vivencias adquiridas en el camino, Villegas llama a las puertas del corazón del público con una técnica depurada desvestida de frialdad. “Los públicos están cambiando mucho y de forma exponencial, y allí donde la financiación es privada necesitan llenar el auditorio y que la gente se vaya emocionada para que vuelvan. Los gestores culturales y los músicos tenemos que acercarnos a la gente y es mi responsabilidad darles la mano allá donde estén y guiarles en ese viaje emocional. No pueden sentir que el escenario está 50 metros por encima del público, el músico tiene que ser un elemento más para que se produzca esa magia”, dice el guitarrista.

Su baluarte es su guitarra, con la que se considera “un embajador de España en el mundo”, un icono que “forma parte de nuestra identidad como país y cultura”. Sus raíces y su historia vinculada a la guitarra. Una guitarra clásica que ya no mira por encima, según él, a la flamenca. “Son dos expresiones a través de un mismo instrumento. Admiro la guitarra flamenca, porque con ella se pueden hacer cosas que yo no puedo hacer. Mucho del repertorio de la guitarra clásica española está inspirado en el flamenco. Sería una necedad por mi parte no nutrirme de ese patrimonio que tiene la guitarra flamenca. Es como la ópera Carmen, española y escrita por un francés. Sería muy complicado poner un cantaor flamenco a cantar por Bizet, y a Domingo a cantar por bulerías. Son diferentes herramientas expresivas para conmover a la gente, distintos caminos para un mismo fin”, explica.

Pablo Villegas posa en el Teatro de la Zarzuela en 2014.
Pablo Villegas posa en el Teatro de la Zarzuela en 2014.Gorka Lejarcegi

A Pablo le cuesta a veces bajarse de pensamientos demasiado profundos, bien decía Schumann que la Música es el lenguaje que le permitía comunicarse con el más allá, pero en un despiste cuenta que es un hombre inquieto y al que le gusta divertirse. “Intento hacer deporte para mantener mi cuerpo sano, porque los músicos somos un poco atletas. Me gusta bailar salsa, leer, disfruto mucho también el conocer otras personas en mis viajes y conocer esos sitios únicos. Hago meditación cada día por la mañana y por la noche, pero también me gusta invitar a amigos a casa y cocinar juntos”, explica este riojano de 38 años. Todo ello le ayuda a mantener ese atractivo que es demandado cada vez más en los auditorios, en los que poco a poco han ido estableciéndose los criterios del pop y el rock. “En una época tan visual como tenemos se vende todo a través de la imagen, pero una buena imagen sin talento no vale de nada. Al final tiene que haber una verdad. Si esa buena imagen va a acompañada de lo demás, claro que ayuda. Pero si tu imagen no se adapta a los cánones de los medios audiovisuales, también va a trascender, porque el mensaje que transmites es tan importante que da igual”, expone.

Pero no es solo una bonita fachada ni una guitarra de altura, sino también una conciencia altruista. “A los siete años salí al escenario por primera vez, y la energía que sentí que venía del público me inspiró mucho. Les dije a mis padres que quería tocar más, y con siete años iba a asilos de ancianos a tocar. Todavía recuerdos sus sonrisas, más que por la música, que era muy sencilla, porque un niño de siete años se acordara de ellos. Con aquella semilla, en 2007 le propuse al presidente de la International Commitee Foundation de San Diego que quería hacer algo social con mi música. Empecé yendo a tocar a escuelas de bajos recursos de San Diego y de Tijuana, que son dos ciudades separadas por 15 kilómetros pero con una frontera en medio. La tensión en esas dos zonas es muy fuerte, y son dos mundos completamente diferentes. A través de la música, quise tocar a ambos lados de la frontera y les quise decir que la música sí podía pasar de un sitio a otro”, explica. Después consiguió fondos para contratar profesores que iban a darles clases de música a estos niños, y ahora ha vuelto a La Rioja para usar la música en los colegios como herramienta de integración para “hacer un mundo más humano a través de la música”. “La gente lo que quiere es sentir las cosas auténticas entre tanto desarrollo tecnológico: estamos más conectados que en cualquier momento de la Humanidad, pero estamos más desconectados que nunca entre nosotros. La música es muy poderosa y qué bonito que seamos un poco magos y creamos en que podemos serlo”, concluye.

Americano está editado por Harmonia Mundi.

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