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Bill Ryder-Jones, Alberto Montero y Hinds

Tres discos, tres críticas, tres puntuaciones de los nuevos lanzamientos

EL DISCO DE LA SEMANA: Bill Ryder-Jones - West Kirby County Primary

Poco queda del chaval que proporcionaba las guitarras a los efervescentes The Coral en el tercer trabajo como solista de Bill Ryder-Jones. Olvidemos las descargas de psicodelia joven, el crepitar de una banda maravillosamente adicta a los estribillos. El muchacho que, chapoteando en la bañera, nos sonríe desde la portada se ha instalado en una estética tan doméstica y artesanal como sugiere la propia imagen, alejada de toda filigrana y seguramente capturada con cualquier móvil de medio pelo.

Ryder-Jones será sin duda consciente de la fortaleza de sus composiciones y no ha querido maquillarlas con una producción rutilante. El nombre del autor y el título del álbum constan escritos a mano con un bolígrafo corriente, pero lo que se dirime en estas diez canciones es casi un tratado de escritura atemporal y duradera. Corre el año 2015 y nos encontramos al norte de Inglaterra, pero en más de un momento podríamos imaginarnos transitando, varias décadas atrás, por el terruño de Tenessee. Y fantasear con la hipótesis de que, en realidad, piezas como Catharine and Huskisson sean añejas grabaciones de Big Star que no habían llegado a ver hasta ahora la luz.

Cuesta creerlo, a juzgar por la extensión que alcanza ya su currículo, pero el tipo que se solaza en la bañera apenas suma 32 agostos. Le contemplan no solo el legado de su grupo primigenio, que fundó en plena adolescencia, sino una acreditada habilidad para las bandas sonoras, la música instrumental de inspiración camerística y hasta un trabajo conceptual, If…, inspirado en la obra de Italo Calvino. West Kirby… huye de esas connotaciones más cultas, pero evidencia tanto el estado de gracia del firmante como su capacidad de síntesis: 10 temas, 40 minutos, ni un solo miligramo de materia grasa.

Artista: Bill Ryder-Jones

Disco: West Kirby County Primary

Sello: Domino / Music As Usual

Calificación: 8 sobre 10.

Escrito y grabado en buena medida en casa de mamá, más en concreto en el dormitorio de su infancia, William Edward Ryder-Jones acierta con una entrega no solo confesional, sino esencial. Las guitarras suenan crudas y directas, carentes casi por completo de filtros, mientras la voz agudiza ese punto taciturno y tenebroso que tanto le debe a prohombres como Bill Callahan. No hay acelerones ni singles radiables, pero tampoco letanías de difícil ingesta. Incluso la terrible pérdida de su hermano se traduce en Daniel en un estribillo hermosísimo: "Daniel, Daniel pertenece al océano…".

Constatemos otros hallazgos. El folk-rock a dos velocidades que proporciona Two to Birkenhead, con su cambio de ritmo a mitad de la pieza, se encuentra al alcance de pocas imaginaciones. You Can’t Hide A Light With The Dark, el corte más soul y juguetón, nos haría recuperar la fe en The Strokes. Y así hasta llegar a Wild Roses, obra mayúscula como solo habría sido capaz Ryan Adams… cuando aún no había rebajado el control de calidad en su taller de canciones. Bill conoce el regusto a hiel y el escozor de las heridas más profundas, pero puede que solo con el tiempo aprecie él mismo las dimensiones de esta catarsis en formato de fonograma. Fernando Neira

Alberto Montero - Arco mediterráneo

Sí, vale, podríamos relacionar la música de Alberto Montero con los Byrds, o los Love y con la psicodelia tenue, pero eso sería buscar lejos una familiaridad sonora que por razones puramente geográficas se encuentra mucho más cerca. Porque Alberto Montero suena a Mediterráneo, a Vainica Doble, al primer Joan Bibiloni y, también a Pep Laguarda con Tapinería, de cuyo sensacional Brossa d’Ahir se hallan ecos en lo último de Montero. En esta línea búsquense más que similitudes melódicas o compositivas la serenidad, quietud y placidez de los sonidos que instiga un mar soleado como el Mediterráneo, que también ilumina, a su manera, las composiciones de Ciudadano, Maderita o del simpar Julio Bustamante.

Artista: Alberto Montero

Disco: Arco Mediterráneo

Sello: B.CORE

Calificaficación: 7 sobre 10.

Se trata así de un estado de ánimo, de una manera queda de abordar las composiciones, sin estridencias, sin requiebros melódicos, con la serenidad de estar seguro de la belleza de unas melodías que en el disco de Montero brillan flotando en un sosiego que puede evocar a canciones como el May I? del Kevin Ayers aún tostado por nuestro sol. Así el disco de Alberro Montero nos habla "de" y nos transporta "a" un espacio físico que va mucho más allá de la psicodelia, que la hay, o del folk, etiqueta que siempre cae cuando alguien está tranquilo y tiende a lo acústico. En realidad, sería más preciso hablar de pop, todo y que el disco de abre con una flauta que evoca un no sequé pastoril vinculado a los prejuicios (flauta = a pastor o, en el peor de los casos, a Jethro Tull). Vuelve a empezar, primera canción, está marcada por su guitarra y bajo, por los coros, delicados y cuidados en todo el disco, haciendo de las armonías vocales uno de sus puntos clave, y por la propia voz de Montero. Éste arriesga, sube el tono, se acerca al falsete pero acaba por convencer de que ese riesgo es preciso para cantar unas canciones que en un tono más bajo no resultarían tan evocadoras. Y con unos arreglos sencillos que transmiten calidez, véase la frágil delicadeza matizada con cuerda de Ayer de la tierra o la hermosura de Cuando el aire resuena o de La sal, una pieza con vaivenes que resaltan aún más lo acertado de su estribillo. A todo esto, Alberto Montero es valenciano y este es su cuarto elepé, segundo editado en BCore tras el también precioso Puerto Príncipe. Luis Hidalgo

Hinds - Leave Me Alone

El revuelo creado en tono a Hinds ha venido estupendamente bien para recordar, por si alguien aún lo necesitaba, algunos de los vicios más enquistados del carácter que nos singulariza como país (cámbiese por estado, nación de naciones o proyecto fallido, lo mismo da), y que tanto nos diferencia de esos terruños del norte de Europa a los que con frecuencia tomamos como (¿inalcanzable?) referencia. Una mezcla de envidia, catetismo y sexismo soterrado ha venido emborronando - amplificado por el envalentonamiento que algunos sienten al encarar un teclado, ya sea bajo el amparo de las redes sociales o de los foros - cualquier noticia que tuviera que ver con este joven cuarteto madrileño. Su aparición en festivales como Glastonbury o South By Southwest (estarán presentes en Reading 2016, por cierto), en medios como New Musical Express o Pitchfork o los parabienes de gente como Bobby Gillespie (Primal Scream), Patrick Carney (Black Keys) o The Pastels no han hecho más que engordar una bola de nieve mediática que tenía sus correspondientes palmeros (los menos) y detractores (los más), y ante el que parece que no quedaba otra opción que el posicionamiento, rabiosamente a favor o enconadamente en contra: ese conmigo o contra mi, otra de esas proverbiales señas de identidad hispanas. Aunque prácticamente no hubiera ni discografía ni recorrido aún para un pronunciamiento concluyente. Apenas habían ido diseminando un puñado de singles desde mayo de 2014. Eso si, lo hacían con descaro, desparpajo y frescura.

Artista: Hinds

Disco: Leave me alone

Sello: Lucky Number Music

Calificación: 5 sobre 10.

La prueba del algodón, más allá del resultado de un buen trabajo de management y de unos directos que han oscilado entre momentos tan balbuceantes que invitaban a arquear la ceja compasivamente y otros que transpiraban una efervescencia bastante mejor destilada, llega inevitablemente con el álbum de debut, por mucho que haya quien se empeñe en enterrar tal formato como calibre para medir la valía de cualquier propuesta. Al fin y al cabo, una colección de canciones (porque eso, ni más ni menos, es Leave Me Alone) siempre supone un baremo mucho más fiable que la difusión con cuentagotas de unos cuantos temas o la presumible solidez de un directo que, dada su juventud y el destajista ritmo de conciertos que se marcan, solo puede tener margen de mejora. Así que, como sucede prácticamente con todos los debuts largos que esquivan cualquier coartada conceptual y se nutren de material previo, concebido muchas veces con meses de lapso entre unas sesiones y otras, el primer álbum de Carlota Cossials, Ana García Perrote, Ade Martín y Amber Grimbergen es un trabajo irregular, gestado en el estudio del inagotable Paco Loco en Puerto de Santa María (Cádiz), en el que la rugosidad lo fi se impone como argamasa para encolar un cancionero que remite tanto al garage rock de nuevo cuño como a ese desconchado y crujiente rock alternativo norteamericano que tan bien lucía en la primera mitad de los 90, cuando ellas aún estaban lejos de tener siquiera uso de razón. Cuesta más hacer de la desenvoltura (e incluso cierta insolencia) un argumento de peso a lo largo de casi 40 minutos, al menos si no va acompañada de una diversidad de registros que lo justifique. Por eso la carnosidad de un puñado de temas ya conocidos (Bamboo, Chili Town, Garden, Castigadas en el granero...), cuyo despacho a piñón es prorrogado por algunas rodajas de pop desvencijado como Warts, And I Will Send Your Flowers Back o Walking Home, dispone de necesarios - y esperanzadores - reversos en el instrumental Solar Gap o en la sugerente balada I'll Be Your Man, principales puntos de fuga de una propuesta, lógicamente, aún en vías de maduración. Leave Me Alone, en resumen,no deja de ser un álbum de debut, con todos sus pros y sus contras. Con su candor, sus destellos de brillo sin pulir y sus carencias. Y así es como debería juzgarse, desprovisto de toda la hojarasca que ha precedido su edición: ese cuento lleno de ruido y furia, que diría aquel. Carlos Pérez de Ziriza.

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