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Despiadado Julio César

Arqueólogos holandeses identifican el lugar donde el general romano masacró a dos tribus germanas

Guillermo Altares
Restos humanos del siglo I ac encontrados cerca de Kessel.
Restos humanos del siglo I ac encontrados cerca de Kessel.Universidad de Amsterdam

En el año 55 antes de nuestra era, dos tribus germanas, los téncteros y los usípetes, expulsadas de sus territorios por otros bárbaros, pidieron permiso para cruzar el Rin e instalarse en lo que entonces era el norte de la Galia. Julio César decidió que representaban un peligro para Roma (o quería enriquecerse con los bienes arrebatados al enemigo) y ordenó su exterminio.

Así describe el episodio en el libro IV de La guerra de las Galias: "La conclusión de César fue que no podía tratar de amistad mientras no desocupasen la Galia, no siendo conforme a razón que vengan a ocupar tierras ajenas los que no han podido defender las propias; que no había en la Galia campos baldíos que poder repartir sin agravio, mayormente a tanta gente". En este mismo texto sitúa la matanza en la confluencia de los ríos Mosa y Rin, lo que ha representado un misterio histórico considerable porque los dos cauces no se cruzan en la actualidad. Dos mil años después, este problema ha sido resuelto por un equipo de la Universidad de Amsterdam, dirigido por el profesor Nico Roymans.

El lugar se encuentra en el sur de Holanda, cerca de la ciudad de Kessel y ahí se cruzan el río Mosa y el Waal, un brazo del Rin. "No podemos olvidar que los Países Bajos ocupan el estuario de dos cauces y que la geografía del siglo XXI no se corresponde con la de la época romana", explica por teléfono el profesor Roymans, que anunció el descubrimiento la semana pasada. El Waal y el Rin eran entonces el mismo río.

Reconstrucción de casco romano encontrado cerca de Kessel.
Reconstrucción de casco romano encontrado cerca de Kessel.Universidad de Amsterdam

Desde hace tres décadas, en esa misma zona, aparecían los vestigios de lo que parecía una gran batalla: armas, cascos y, sobre todo, cadáveres, muchísimos cadáveres. Sin embargo, dado que había sido removidos por el agua, era imposible datarlos con precisión siguiendo técnicas exclusivamente arqueológicas. "Después de someter los restos humanos a dos procesos científicos, hemos logrado identificar la batalla. Por un lado, con el carbono 14 sabemos que su muerte ocurrió en el mismo periodo del que habla César. Por otro, gracias al estudio de sus dientes, hemos determinado que no provenían de esta zona, sino del norte del Rin. De nuevo, confirma lo escrito en La guerra de las Galias", prosigue el profesor Roymans, un experto en la presencia romana en el bajo Rin y catedrático de arqueología en la Universidad de Amsterdam.

Genocidio es una palabra contemporánea, acuñada al final de la II Guerra Mundial por el jurista judío Raphael Lemkin para tratar de definir los horrores del nazismo. Significa el intento de destruir a un grupo étnico o religioso. Utilizarla para definir la conquista de las Galias es sin duda un anacronismo, pero muchos historiadores han descrito lo que hizo César al otro lado de los Alpes como algo muy parecido a un genocidio. Las decenas de miles de muertos en Kessel —unos 150.000 según los arqueólogos— demuestran hasta qué punto careció de piedad.

Los huesos encontrados resumen todo un gabinete de horrores: víctimas de todas las edades, la inmensa mayoría de ellos con heridas mortales, con lanzas clavadas en el craneo. "Genocidio es un término moderno, pero si con ello nos queremos referir a la exterminación de un pueblo, se puede aplicar sin duda en este caso. Julio César lo cuenta además sin problemas. La matanza de niños y mujeres no era considerado un tabú en aquellos tiempos", prosigue Roymans. "Su objetivo era claramente el exterminio total de esas dos tribus. La conquista de Galia fue salvaje, no tiene nada que ver con la idea posterior de la Pax Romana".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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