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La soledad de las parejas

Dorothy Parker y sus relatos retoman con eficacia un tema que no ha perdido vigencia: el deseo de amar y ser amado

Patricio Pron
Kent Nishimura (getty)

"Según se vean, tonterías de jovencita o la peor angustia de la humanidad”: son los problemas que afligen a Sylvie Peyton, la joven que se confiesa a una amiga mayor porque no sabe que la experiencia no aporta claridad en asuntos amorosos, en uno de los relatos que conforman Colgando de un hilo. En los demás, los problemas son similares, y afectan a la joven que espera la llamada de su novio y a la que intenta arrancarle unas palabras de amor a una mala conexión telefónica y a un joven poco interesado en ellas (el teléfono ocupa un lugar importante en estos cuentos, de allí el título). También al joven que se recupera de una borrachera en la que se le ha declarado a una chica que no va a dejarlo ir, a la mujer que espera a un esposo que regresa del frente (y sólo desea darse un baño), a la que intenta superar el abandono de su marido.

Aunque algunas de estas situaciones ya no nos parezcan contemporáneas (allí están la joven que no “puede” levantarse de una silla en una fiesta porque se le ha roto la liga, el chico que busca bares donde beber pese a la Prohibición y esas jóvenes que padecen su soltería aunque no han cumplido los treinta), el deseo de ser amado, el de amar y la imposibilidad de saber cómo hacerlo, y la soledad, que están en su origen no son cosas que hayan perdido vigencia, igual que no la ha perdido la dificultad de los personajes para decir las palabras “correctas”, constreñidos como están por las convenciones y el temor al rechazo.

Dorothy Parker fue una maestra de la economía narrativa y del cuento: en los que adoptan la forma de un monólogo (‘Revelación’, por ejemplo), el lector asiste perplejo a la manera en que la autora se las arregla para desarrollar simultáneamente una situación y una voz; en los que se componen casi exclusivamente de diálogos (como ‘El último té’), es asombroso que nada parezca faltar y que la tragedia esté toda allí, frívola o relevante, ante los ojos del lector. Aunque en el relato ‘La liga’, Parker diga de sí misma que es “terrible” y “venenosa”, los relatos de Colgando de un hilo (entre los que no se encuentran dos de los mejores de la autora: ‘Arreglo en blanco y negro’ y el canónico ‘Una rubia imponente’) muestran que no era ajena a la ternura y a la compasión por sus personajes, y que conocía esa “soledad de las parejas” que daba nombre a otra colección de relatos suyos y a buena parte de la experiencia amorosa, en su época, pero también en la nuestra. En ese sentido, se equivoca quien sólo tenga un interés historiográfico en estos cuentos, ilustrados con talento, pero sin mucha inspiración, por el italiano Simone Massoni.

Colgando de un hilo. Dorothy Parker. Traducción de Jordi Fibla, Celia Filipetto y Carmen Franci. Lumen. Barcelona, 2015. 200 páginas. 22,90 euros

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