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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Autoparodia

Donald Trump presentó 'Saturday Nigh Live', bailó y cantó 'hip-hop' y recibió algunas puyas. Pudo pulir el guion, y resultó un humor demasiado blanco para un personaje tan oscuro

Ricardo de Querol
Donald Trump baila una canción de Drake en 'Saturday Nigh Live'
Donald Trump baila una canción de Drake en 'Saturday Nigh Live'

Servidumbres de la política espectáculo: los candidatos españoles pasan por El hormiguero, El larguero o el programa de Bertín Osborne, y luego alguno se escaquea de los debates de verdad. Los políticos de EE UU no faltan a un debate de los muchos que se celebran allí, pero también hacen de presentadores por un día del veterano programa cómico Saturday Night Live, donde tienen que interpretar el guion escrito por quienes les satirizan cada semana.

Antes se sometieron al juego Sarah Palin o John McCain; Barack Obama o Hillary Clinton se limitaron a salir en algún sketch. Ahora ocupó el escenario de SNL (visto en Canal +) Donald Trump. Más que políticamente incorrecto, el aspirante a la Casa Blanca es un insensato extremista. Sin problemas de timidez, aunque sí de rigidez. Pero conoce el medio y jugó bien sus cartas: admite que negoció el guion para quitar escenas “subidas de tono”.

Así que el SNL más esperado salió menos ácido de lo habitual. Aún así Trump recibió alguna puya: Larry David le gritó “¡racista!”, pero añadió que cobraba por decirle eso, y al anfitrión, como “hombre de negocios”, le pareció bien. El mejor golpe se lo dio Michael Che: “Cuando oigo hablar a un rico blanco de volver a los buenos viejos tiempos, mis sentidos de negro sienten un hormigueo”.

Por lo demás, un humor demasiado blanco para un tipo tan siniestro. Bailó y cantó un hip-hop de Drake, se sentó triunfal en el despacho oval (con una imitadora de su esposa y su hija de verdad), recibió de Peña Nieto un cheque para el muro con México y ejerció su conocida afición a insultar en Twitter. Debió sonarle a gloria el aplauso de un público nada afín a él. No se oía la protesta a las puertas del Rockefeller Center.

SNL logró un pico de audiencia pero recibió palos en la prensa y las redes. Cunde el mosqueo: ya no se trata de que los humoristas ridiculicen a los políticos, sino de que estos aprovechen para blanquear su imagen. Para hacerse los simpáticos... hasta dentro de cuatro años.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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