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Muere P. F. Sloan, creador de ‘hits’ y cantautor comprometido

Compositor clave del pop californiano de mediados de los sesenta, fue víctima del cambio de paradigmas que trajo la contracultura

Diego A. Manrique
P.F. Sloan, en una imagen sacada de su libro de memorias, 'What's Exactly The Matter With Me?'.
P.F. Sloan, en una imagen sacada de su libro de memorias, 'What's Exactly The Matter With Me?'.AP

P. F. Sloan murió en Los Ángeles el domingo 15, a los 70 años, tras luchar contra un cáncer de páncreas. Su nombre de pila era Philip Gary Schlein pero la industria discográfica californiana exigía reinventarse y el suyo fue un buen ejemplo: pasó de la música surf al folk-rock y la canción de protesta.

Nacido en Nueva York, Sloan entró en el negocio musical formando tándem con otro neoyorquino desplazado, Steve Barri. California andaba fascinada por el surf y ambos trabajaron para Jan & Dean, Bruce & Terry y los Rip Chords; también sacaron un elepé propio en 1964, como The Fantastic Baggys.

Otro grupo fantasma de más largo recorrido fueron los Grass Roots, ya en onda folk-rock; su éxito obligó a buscar músicos que se prestaran a dar la cara y defender el proyecto. Sloan ganaba demasiado dinero sin moverse de Los Ángeles: se movía en la periferia de The Wrecking Crew, la elite de session men que dominaba los estudios locales.

Como compositores, Sloan y Barri estaban contratados por Trousdale Music y Dunhill Records, la editorial y la discográfica que tenían como cabeza visible al productor Lou Adler. Eran creadores versátiles: lo mismo proporcionaban repertorio a The Turtles que componían al servicio de la actriz Ann-Margret. Para Johnny Rivers facturaron Secret agent man, evocación de los agentes tipo James Bond; triunfaron mundialmente con un aviso sobre la amenaza de la guerra nuclear, Eve of destruction, en la voz de Barry McGuire.

Poseído por una indignación generacional e intoxicado por el modelo de Bob Dylan, P. F. Sloan se convirtió en cantautor en 1965. Editaría tres álbumes en los años sesenta, consiguiendo un éxito menor con The sins of a family. Aunque sus discos sonaban espléndidos, había optado por la denuncia con trazos gruesos cuando su maestro giraba hacia una expresión más personal y enigmática.

En 1967, Sloan rompió con su socio Barri y con Dunhill. Aquí, se espesa la niebla: Sloan asegura que la disquera le exigió que renunciara a sus derechos como autor para conseguir la carta de libertad. Hablamos de un chantaje habitual en ese mundillo aunque también es cierto que los recuerdos de Sloan, un tanto mitómano, no son exactamente fiables.

Por lo que se sabe, Sloan sufrió problemas psiquiátricos, se quedó en la ruina, enfermó, se refugió en el hogar familiar y –esta es una historia californiana- se dejó engatusar por un gurú. Nada raro en aquellos tiempos: Barry McGuire se reciclaría en cantante cristiano. Los rumores se hicieron verdad poética con P. F. Sloan, una canción del gran Jimmy Webb que meditaba sobre el coste personal de los artistas que obedecen a su musa.

La revalorización del pop industrial de los sesenta facilitó el retorno de P. F. Sloan, que volvió a grabar (Sailover, 2006) con ayuda de artistas contemporáneos. Al año siguiente, incluso actuó por España. Sus mejores hallazgos fueron reeditados por el sello Ace, mientras que la compañía Varese Sarabande rescató sus maquetas para Trousdale como Child of our times.

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