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Greg: el nuevo héroe infantil es un antihéroe ‘pringao’

Jeff Kinney llega al número 10 de la serie ‘Diario de Greg’ con 60 millones de libros vendidos. Es el relevo de Harry Potter en ventas

Greg, protagonista de la serie de diarios escrita por Jeff Kinney.
Greg, protagonista de la serie de diarios escrita por Jeff Kinney.EL PAÍS

“Los adultos siempre hablan de los ‘buenos tiempos’ y de que todo era mucho mejor cuando ELLOS eran pequeños. Pero yo creo que lo que pasa es que tienen envidia, porque MI generación...”.

Así empieza Greg su esperado diario número 10 con su letra separada y clara. Confirma que la magia potteriana ha dado paso al realismo de un entrañable antihéroe con el que los niños de más de medio mundo se identifican. Se llama Greg Heffley. Es un chavalín poco ejemplar, travieso, con una maraña de preguntas, insatisfacciones e incomprensiones del mundo adulto, que sale de un lío para entrar en otro, un pringao que plasma sus vivencias y desventuras en textos y viñetas en un cuaderno titulado Diario de Greg. Empezó en 2006 y sus diez primeras entregas, una por año, han vendido más de 60 millones de ejemplares. En España lo edita RBA.

El escritor Jeff Kinney, ayer en Madrid.
El escritor Jeff Kinney, ayer en Madrid.Claudio Alvarez (EL PAÍS)

El padre de la criatura se llama Jeff Kinney, y nació en Maryland, Estados Unidos, en 1971. No es cualquier padre, el relevo de J. K. Rowling es uno de los autores más vendidos entre niños y preadolescentes. Greg surgió en 2006, un año antes de la séptima y última entrega de Harry Potter, el gran fenómeno literario. La fuerza de Kinney no es nueva. En 2009 la revista Time lo incluyó entre los 100 personajes más influyentes del mundo. Desde entonces la estela de epígonos no para de crecer.

En estos 10 años de vida de Greg, Kinney dice que no está seguro de que el personaje haya evolucionado porque desde el principio lo concibió para que siempre fuera igual y uniforme. “Tengo esperanza de longevidad para él. Así me di cuenta de que había creado un personaje de viñeta”, cuenta su creador en un sillón de la sala Mata Hari de un hotel de Madrid. Pero deja claro que Greg “no es apático, quizá un poco egocéntrico de una manera común a todos los niños, porque está en su desarrollo, defendiendo sus intereses”. Y, claro, con un lenguaje fresco, con el desparpajo de los niños y su léxico informal que incluye palabras de moda.

Licenciado en informática, el sueño de Kinney era escribir tiras para adultos. A nadie convenció su trazo, su concepto. De repente, en 2005 se vio dibujando el primer Greg. “Lo hice cuando leía a Harry Potter, un personaje que será heroico pero que empieza siendo apocado, casi un perdedor”, recuerda el autor. En medio de la lectura de la serie de Rowling, Kinney pensó que debía crear a alguien más real, más parecido a él mismo: “Alguien que tuviera las vivencias, dudas, dificultades y travesuras de un niño normal. Quería un niño de verdad, lleno de imperfecciones. Por eso creo que los lectores se identifican con Greg”.

Ese concepto terrenal lo dejó claro desde en el subtítulo del primer diario: Un pringao total. En el segundo amplió el universo: La ley de Rodrick. Luego llegaron ¡Esto es el colmo!, Días de perros, La cruda realidad, ¡Atrapados den la nieve!, Buscando plan…, Mala suerte, Carretera y manta, hasta este décimo subtitulado: Vieja escuela.

El último es quizá el Diario más reivindicativo y “con mensaje”. Ya en la tercera página aparece una viñeta que dice:

“¡Desenchufémonos para volver a conectar!”, y debajo “¡La electrónica arruina nuestras vidas!”.

Es el encabezamiento de una carta cuya recogida de firmas lidera la madre de Greg. El argumento es sencillo: la ciudad se suma a una campaña para desconectar todos los aparatos electrónicos. La tensión está servida porque Greg no está dispuesto a dejar las ventajas de la modernidad.

“Pero el daño que está haciendo Internet en las relaciones personales es alto. Hemos llegado lejos en la tecnología. Hemos permitido que afecte nuestra capacidad y forma de interactuar”, se lamente Kinney. Frente a qué hacer, al autor no se le ocurre muy bien qué: “Soy como cualquier padre. Intento ver las normas, establecer fronteras”. Aunque reconoce que en este mundo digital, “probablemente los niños están leyendo más. Lo que este sistema ofrece son más expectativas visuales de la lectura”.

Sin pertenecer a ese mundo, Greg fusiona escritura e imagen. Lecturas complementarias que cuentan las desventuras del chaval esparcidas de humor e ironía.

Todo un fenómeno literario surgido de un proceso de creación singular: de enero a junio, Kinney, se dedica a crear los gags, todo el humor; entre junio y julio escribe la narrativa; y de julio a septiembre realiza las ilustraciones. Un proceso al que puede llegar a dedicar 13 o 15 horas diarias: “Es muy duro porque empiezo y no acabo al modificar continuamente los dibujos”.

Los números de sus libros, 60 millones vendidos, 90 países, 50 idiomas, no marean a Kinney. Se muestra tímido y prudente. Sigue viviendo en su casa de Pleiniville, en Massachusetts, con unos 10.000 habitantes, con su esposa y sus dos hijos de la edad de Greg. Lo que sí le impone es el hecho de que pueda influir en tanta gente fuera de su país: “Por eso he empezado esta gira por Europa. En España hace unos años me di cuenta de eso”. El domingo recorrió Madrid, primero, con ocho niños; por la tarde se reunió con 400 chavales para charlar y firmarles libros, con una novedad: dejar que le pisaran la punta de las zapatillas de deporte que eran nuevas: “Una costumbre que no conocía”. A lo mejor será un nuevo hábito del próximo Greg.

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