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El amor no existe

'Neverhome', de Laird Hunt, es una novela de alta costura literaria que ofrece una nueva perspectiva sobre la política de género

Neverhome lleva un subtítulo: ‘Ella era más fuerte’. Es una novela escrita por un hombre, y yo no soy capaz de decidir cabalmente si es una de las novelas más feministas que he leído en los últimos tiempos o la más machista de todas. Vuelve a traer al debate, y no involuntariamente, una de las cuestiones eternas de la política de género: ¿la igualdad consiste en lograr que la mujer se parezca al mundo o en hacer que el mundo se parezca a la mujer? En la novela de Hunt —y eso es literariamente fabuloso— no está del todo clara la respuesta, pero la mirada masculina no admite dudas.

Estamos en la guerra de Secesión estadounidense, en la lucha que los yankees del norte y los confederados del sur libran por la abolición de la esclavitud. Constance cree que es necesario participar en esa guerra para defender sus ideas, pero Bartholomew, su marido, el que según el orden natural de las cosas debería alistarse, es enclenque y débil de carácter, de modo que ella toma las riendas, se traviste y se va al frente: “Penélope se fue a la guerra y Ulises se quedó en casa”.

Un argumento ya conocido que ha tenido una conocida tradición literaria. Pero Laird Hunt no reescribe la misma historia de siempre. No se recrea en las escenas de la confusión o de la ambigüedad sexual, no busca las aventuras heroicas de la mujer ni el malentendido de identidades. Su rumbo poético es otro, a veces casi onírico. Se trata de una novela en la que aparecen muchos sueños extraños y en la que muchos de sus episodios, sin serlo, parecen también sueños. Representaciones inquietantes, pesadillas. En todo caso, el tono del relato es genuinamente propio, inimitable, personal, y eso casi siempre es lo mejor que puede decirse de un escritor.

La mención que se hace a Penélope y Ulises no es azarosa, porque la novela tiene un cierto aire odiseico. Constance — Ash Thompson en su nombre masculino, el “Galante Ash”— va de lance en lance, de prueba en prueba. Pero que no se preocupe el lector que abomine del género bélico: no son batallas ni estrategias de guerra (en las escasas escenas de acción que hay en la novela, además, el autor es conciso, resuelto y eficaz). Son encuentros con el destino, cruces con personajes, etapas de un camino de perfección que al cabo resulta ser más bien de destrucción.

Hunt, por supuesto, quiere retratar la crueldad y dibuja el paisaje de la guerra con estampas espeluznantes, como la de esos soldados prisioneros obligados a llevar en carretillas los miembros amputados en el hospital de campaña. Pero emplea una forma aún más poderosa de mostrar la crueldad: representar el amor —todo tipo de amor— como un sentimiento inescrutable y frío, como una especie de condena de la que no se puede escapar (el canto de las sirenas de Homero). Un esposo débil y lejano, una amante chantajista, unas niñas que buscan el afecto con amenazas, un padre envilecido. Ese es el mundo de Neverhome. Un mundo de dimensiones mezquinas trazado en una novela de alta costura literaria.

Neverhome. Laird Hunt. Traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla. Blakie Books. Barcelona, 2015. 200 páginas. 19 euros.

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