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Transilvania en los Andes

El terror de los vampiros de Ayacucho, jarjachas y pishtacos, se convierte en un fenómeno cinematográfico de culto

Afiche de 'El demonio de los Andes', un éxito en Ayacucho.
Afiche de 'El demonio de los Andes', un éxito en Ayacucho.

Hay miedos que te helarán la sangre, mucho más oscuros, mucho más profundos, mucho más ancestrales que Alien, Freddy Krueger o el mismísimo Drácula. ¿Oíste hablar de las jarjachas o de los pishtacos? En la leyenda oral andina, la jarjacha (la palabra en quechua que se utiliza para un ser surgido del incesto), mitad hombre y mitad llama, aterraba a sus víctimas al grito qar-qar-qar (del que proviene su nombre) antes de sorberles el cerebro y el pishtaco (que significa decapitar, degollar o cortar en tiras), una especie de vampiro andino extranjero que asaltaba de noche a las personas y las cortaba la cabeza para chupar su grasa y venderla. Ahora han abandonado las pesadillas infantiles, el mito e incluso las notas de prensa (hace unos años una banda de falsos pishtacos mató a 60 personas en el valle del Huallaga) e invaden las pantallas de cine, más allá de la sierra peruana donde el público las prefiere a las superproducciones de Hollywood.

El investigador Emilio Bustamante ha contabilizado desde 2002 hasta ahora más de 20 filmes sobre estos seres sobrenaturales. Curiosamente, el fenómeno surgió en la región de Ayacucho, la más golpeada entre 1980 y 2000 por la violencia del grupo terrorista Sendero Luminoso y la contrainsurgencia de las Fuerzas Armadas, y para muchos no es una casualidad. La violencia de los monstruos, el quiebre del orden y el miedo a su posible retorno serían ecos del conflicto armado. El origen de este subgénero andino de horror, según los investigadores, es el filme de Melintón Eusebio, Jarjacha. El demonio del incesto (2000) e 'Incesto en los Andes: la maldición de los jarjachas’, de 2002, del cineasta Palito Ortega Matute, ambos ayacuchanos. Ortega había dirigido previamente tres películas sobre víctimas civiles durante el conflicto entre Sendero Luminoso y las fuerzas del orden.

“Es difícil producir en los Andes, son películas financiadas por los propios cineastas y las historias que cuentan son periféricas para Lima, pero su cine es más popular que las películas americanas, ellos quieren ver sus historias y su modo de vida”, dice Maria Cecilia Saba, curadora del Festival de Vancouver de cine andino de horror que se celebró del 16 al 24 de octubre en esa ciudad canadiense y donde se exhibieron cuatro películas peruanas, consideradas obras maestras en este subgénero. “Una vez que uno contextualiza esta producción en ese período de violencia tan intenso, podemos decir que es un cine de resistencia. ‘Pishtaco’, un filme gore de 2003, por ejemplo, contiene una crítica social muy fuerte al que mata sin razón. La trilogía de la jarjacha muestra la sensación de paranoia y desconfianza: ¡¿Quién es el jarjacha?! Todo lo que está reprimido en la sociedad sale a través de los monstruos”, sostiene Saba. “Estos filmes recuperan sus versiones sobre lo ocurrido, para no dejar que lo que hemos pasado sea contado solo desde el punto de vista de quienes vivieron los hechos en Lima, la capital”, asegura Saba.

El público mayoritario de estas producciones está en la sierra, donde vive el 38% de la población de Perú, aunque Saba y Bustamante destacan que también se han exhibido en festivales de Bolivia, Argentina, Brasil y Francia. “Incluso he encontrado ‘Jarjacha, el demonio del incesto’ con subtítulos en alemán”, añade Saba.

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¿Cuáles son los ingredientes de estas películas? La adaptación de un relato o tradición oral andinos, monstruos de carne y hueso o fantásticos que atacan a la comunidad o alteran su orden, estar filmados en los Andes y ser exhibidos ante el público de esa zona geográfica. “También incluyen algunas frases en quechua, o en lengua aymara si el filme es de Puno (la región fronteriza con Bolivia)”, comenta vía Skype a EL PAÍS.

La sensación es tal que Millie Wissar, un sonidista que colaboró en la organización del festival de Vancouver, comenta que en la conversación posterior a la exhibición de ‘La maldición de los jarjachas’, una canadiense aseguró que nunca había escuchado gritos así en películas de terror de Hollywood. “Son gritos de los Andes, es lo que escuchaban cuando se llevaban a sus seres queridos, debe ser como una catarsis”, anota.

Lo que no sabías de los zombies del cine andino

- El crítico Ricardo Bedoya califica esta profusión de cine regional como un fenómeno, “sobre todo el cine de terror enAyacucho y Puno: inventan nuevos personajes para el terror (la jarjacha, el condenado, el Supay, La Cuda en Cajamarca, el Kharisiri en Puno) que vienen de los relatos orales. “ El pishtaco resuena con ‘The Blair Witch Project’, es muy interesante”, dice a este diario.

- En la trilogía de Ortega sobre la jarjacha, un par de adolescentes ayudan a buscar y matar a estos seres nacidos de un incesto, que durante el día son humanos y en la noche pueden volverse una llama o un burro o algún animal que está en contacto con el hombre. El nombre procede del sonido que emite el monstruo “jar, jar, jar” . Los jarjacha se comen el cerebro de sus víctimas.

- En ‘La maldición de la jarjacha 2’, los chicos que llegan a un pueblo buscando a un jarjacha que ha hecho desaparecer a un pariente, son rechazados por los comuneros, pues como foráneos, los califican de ‘terrucos’ (terroristas), la forma popular de llamar a los miembros de Sendero Luminoso. ‘El demonio de los Andes’ cierra la trilogía de la Jarjacha.

- ‘El misterio del Kharisiri’ es un filme de 2004 del cineasta puneño Henry Vallejo, uno de los pocos directores regionales con formación académica en cine.

- El kharisiri es una especie de chamán malo, que pide sacrificios humanos a cambio de sus poderes demoniacos. Saba evoca la escena del choque entre el Kharisiri y un chamán bueno para recuperar la salud de la protagonista: “es una pelea psicodélica en la que aparecen como guerreros prehispánicos. Esta película muestra que no todo el conocimiento occidental es suficiente para entender el mundo andino”.

- Otros destacados son ‘Jarjacha versus Pishtaco: la batalla final” de Nilo Escriba Palomino y ‘Pishtaco’ (2003), filme gore experimental de José Antonio Martínez, en el que “la representación del terror colectivo es una referencia directa a los años del conflicto armado interno”, según el crítico Bedoya.

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