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Muere Carlos Bousoño, gran poeta y estudioso de la literatura

El académico asturiano, que tenía 92 años, fue premio Príncipe de Asturias de las Letras

Javier Rodríguez Marcos
El poeta Carlos Bousoño en una entrevista en la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1998.
El poeta Carlos Bousoño en una entrevista en la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1998.Manuel Escalera

Carlos Bousoño, fallecido el sábado en Madrid a los 92 años, era un hombre que sonreía. Cuando en los últimos tiempos acudía acompañado de Ruth, su esposa, a la lectura de algún amigo en la Residencia de Estudiantes, sonreía incluso a aquellos a quienes, perdido en las tinieblas de la memoria, ya no reconocía. Era un escritor serio que sonreía. Las sucesivas ediciones de su poesía reunida -la última la publicó Tusquets en 1998- llevaron siempre el mismo título que su segundo libro: Primavera de la muerte. No en vano, la tensión entre lo que florece y lo que perece atraviesa la obra de un autor que, como su amigo Vicente Aleixandre (cuyo archivo heredó), dedicó tantos esfuerzos a escribir sus versos como a leer los de sus contemporáneos.

Nacido en 1923 en Boal, un concejo del occidente asturiano, Bousoño se estrenó en 1945 con Subida al amor, el primero de una decena de libros que le sitúan entre la primera generación de la posguerra (la de José Hierro y José María Valverde) y el grupo de los años cincuenta (el de sus amigos Francisco Brines y Claudio Rodríguez). “Hice de la angustia mi casa”, escribió sobre la etapa existencial de su poesía, que se movió desde el sentimiento religioso hacia la meditación metafísica al tiempo que sintetizaba las lecciones del realismo con el vuelo del irracionalismo.

En 1967, publicó un título clave, Oda a la ceniza (Premio de la Crítica). En él se leen versos como estos: “Más allá de esta rosa e impulsando su sueño, / paralelo, invertido / hay un mundo, y un hombre / que medita, como yo, a la ventana. / Y cual yo en esta noche, con estrellas al fondo, / mientras muevo mi mano, / alguien mueve su mano, con estrellas al fondo, / y escribe mis palabras / al revés, y las borra”. Su incursión en la metapoesía no hacía más que unir al Bousoño poeta con el Bousoño profesor, que en 1952 había publicado Teoría de la expresión poética, el ensayo que avivó el debate entre poesía como comunicación o como conocimiento. Fue premio Nacional, de la Crítica y príncipe de Asturias. No perdió la sonrisa. En uno de sus primeros libros él mismo se retrataba así: “Alegre soy: mi alma está desnuda. / ¡Vedla dorada por el sol!”. Puro Bousoño.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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