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El “viaje emocional” de Audiard abre la Seminci

El director francés presenta ‘Dheepan’, una película de inmigrantes y familias ficticias que ganó la última Palma de Oro en Cannes

Gregorio Belinchón
Jacques Audiard, retratado en Madrid en 2012.
Jacques Audiard, retratado en Madrid en 2012.Álvaro García

Cuando el pasado mes de mayo, Jacques Audiard (París, 1952) ganó la Palma de Oro en el certamen de Cannes con Dheepan, el cineasta francés sonrió, por fin, con plenitud. No es que el director sea un tipo arisco, pero siempre ha preferido reír con los suyos antes que con la prensa. Esa noche llegó a abrazar a los periodistas, alcanzando de una vez por todas un ansiado sueño, un galardón que rozó con los dedos con Un profeta, Gran Premio del Jurado en la edición en que ganó La cinta blanca,de Michael Haneke. “Hombre, es deseado, pero no el objetivo de mi vida”, dijo aquella noche mientras sus coguionistas, el joven Noé Debré y su amigo del alma Thomas Bidegain, le jaleaban en la sala de prensa. Sus carcajadas parecían contradecir su discurso.

Dheepan inaugura hoy la 60ª edición de la Seminci antes de su estreno comercial en España el próximo 6 de noviembre. Por supuesto, hay personajes contundentes. Por supuesto hay violencia, rudeza, corazones destrozados, amargura y alguna posibilidad de redención. Por supuesto sus actores ocupan gran espacio físico en pantalla y proyectan una virilidad que impacta en la narración cinematográfica.

Desde Un héroe muy discreto (1996), su segundo filme y el primero en estrenarse en España, la carrera de Audiard se ha basado en esos férreos cimientos: Lee mis labios (2001), De latir mi corazón se ha parado (2005), Un profeta (2009) y De óxido y huesos (2012) no le han desviado de ese sendero. “Me pregunta por la violencia en mi cine y le respondo como a todo el que me lo plantea. Sé lo que cuento, pero no tengo un razonamiento al respecto”. O no quiere tenerlo, porque para otras cuestiones sí desgrana un discurso largo acerca de cierto trasfondo social que puede intuirse en su obra: “La función del cine ha cambiado en los últimos 30 años. Muchos directores van por la vida como si todo siguiese igual, pero no. Aquella función que realizaba el cine de presentar, explicar y cuestionar el mundo ya no la hace él solo. Hoy ya no sabes de dónde vienen las imágenes, hay un exceso de imágenes. En fin, me asusta mucho la imbecilidad ideológica de bastante del cine actual”.

En Dheepan, Audiard arranca una historia de inmigración, integración y supervivencia en la guerra civil en Sri Lanka, donde murieron 100.000 personas, como punto de partida para disertar qué convierte a la gente en familia. El protagonista, guerrillero tamil, harto de la violencia en su país, emigra. La manera más rápida de salir de Sri Lanka es que le acompañen una chica y una niña de 9 años, a los que hace pasar por su familia. “Sé que no voy a aportar nada nuevo cuando explico que para mí la familia se puede construir. Me interesaba mostrar cómo este trío podía cultivar los suficientes lazos como para sentir al final un parentesco sentimental. Yo lo defino como viaje emocional”. Como pegamento, la violenta realidad que les envuelve en Francia en uno de los barrios de extrarradio, de la banlieue, un escenario dibujado por las drogas y los criminales.

Una historia de amor

 Audiard lleva masajeando el guion en su cabeza desde antes de El profeta. “Escogí Sri Lanka porque no tiene nada que ver con el colonialismo francés. No quería enviar un mensaje sobre ese pasado, porque la película, al menos lo que a mí me motivaba, es una historia de amor. Y necesitaba contarlo desde un ángulo distinto”, algo que le costó encontrar. “Ha sido una película muy meditada; en cambio la filmé casi precipitadamente para llegar a Cannes. Cuanto más rápido te mueves, menos piensas, y eso me gusta. No te planteas cosas, no tienes tiempo para arrepentimientos”. Y eso le ha hecho huir de mensajes políticos: “Dheepan no va ni de Sri Lanka, que sufre una guerra horrible, ni de esos barrios, ni espero que alguien se ponga a buscar sediciosos mensajes sociales sobre la emigración. Va de otra cosa... En realidad, encuentro muy difícil describir las cosas que saco en pantalla. Suelo derivar visualmente a lo abstracto; no sé si sabré cambiar en el futuro”.

Esa pasión visual lleva a una última pregunta con la que estalla en risas: ¿se considera Audiard un artista? “Me cuesta mucho responder a eso. Un artista es una persona que toma riesgos para aportar un sentido a la realidad. Ahora, si yo soy un artista...”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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