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‘NN’, las secuelas de 20 años de violencia en Perú

El director Héctor Gálvez relata el drama de los desaparecidos en el fuego cruzado entre la guerrilla de Sendero Luminoso y el Ejército

La actriz colombiana Isabel Salvo como antropóloga forense en una exhumación en Pampacancha
La actriz colombiana Isabel Salvo como antropóloga forense en una exhumación en PampacanchaCortesía NN

Los años de la violencia en Perú (1980-2000), causada por el terrorismo de Sendero Luminoso y las operaciones antisubversivas de las Fuerzas Armadas, dejaron más de 69.000 muertos y casi 16.000 desaparecidos. Pero sus secuelas, su recuerdo y, sobre todo, la lucha de sus familiares por recuperar los restos de los seres queridos siguen presentes. Este es el punto de partida de NN, Sin identidad, la película del director peruano Héctor Gálvez, que retrata el drama y la complejidad forense de asociar un nombre a los huesos humanos y prendas enterradas durante los años del plomo en Perú.

NN, del latín Nomen nescio (literalmente, “desconozco el nombre”) ha sido seleccionada por The Hollywood Reporter entre sus 10 películas preferidas de las 81 que competirán en diciembre por lograr la candidatura al Oscar en lengua extranjera (“una historia cautivadora de un pasado que resurge”, ha dicho la revista) y ha recibido un espaldarazo del más prestigioso crítico de cine de Perú, Ricardo Bedoya. El filme, galardonado con el premio al Mejor Director en el Festival de Cine de Cartagena de Indias 2015, ha participado también en los festivales de Roma, Rotterdam, Palm Springs y se ha convertido en un éxito en los cines peruanos, donde lleva seis semanas de exhibición, un hecho inédito en el país, con más de 15.000 espectadores.

“Para ser un estreno pequeño, iniciamos solo con cinco salas (en Lima) y la recepción en cuanto a público y crítica ha sido buena. Sabíamos que era una película -si se quiere llamarlo- exigente y por eso nos alegra y sorprende la acogida. Por lo que leo en la página de Facebook de NN, a mucha gente le gusta la sobriedad y respeto con el que se ha tomado el tema”, comenta el director y guionista a EL PAÍS.

En la película, basada en un hecho real, Fidel (Paul Vega) es un forense, un personaje inspirado en José Pablo Baráybar, fundador del Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF). Cuando recibe un cuerpo del que no se saben más datos (de ahí el NN) que la fotografía de una joven que aparece escondida entre sus ropas, Fidel decide, contra todo riesgo, ayudar a una mujer a averiguar si puede tratarse de su marido, desaparecido hace años. En una de las escenas que retratan el trato del Estado a las víctimas, un burócrata dispone trasladar las cajas del sótano a la azotea del edificio en el centro de Lima, Fidel aplasta el masking tape envejecido de una caja deforme y mal cerrada que un operario carga en el ascensor. Días después, las verá tiradas como bultos tapados con plástico, a la intemperie, al lado de monitores inservibles de computadoras y alguna pantalla de televisión de bulbos.

La proyección de la película ha coincidido con una campaña de familiares de víctimas de la violencia, llamada ‘Reúne’, que pide al Gobierno aprobar la ley de búsqueda de desaparecidos para que el Ministerio Público realice exhumaciones humanitarias, no para señalar a los responsables de las muertes, sino para identificar los restos y entregarlos a sus familias. La campaña ha logrado más de 15.000 firmas de ciudadanos que respaldan el petitorio de la ley y sus promotores -parientes de desaparecidos- asistieron a un preestreno de NN. El director del largometraje ha señalado al diario Perú21 que le gusta que la película se enmarque en dicha iniciativa. “Me gustaría que trascienda más allá del medio cinematográfico”, comentó.

Gálvez, quien dirigió anteriormente el filme Paraíso –un clásico del cine peruano, a decir de Bedoya– ha optado por una puesta en escena con economía de drama y diálogos cortos, especialmente cuando interviene Fidel, un hombre con dificultad para dormir, al igual que sus compañeros de equipo varones. La parquedad de la narración, sin referencias evidentes al caso peruano, hace la historia extrapolable a otros países de América Latina y del resto del planeta que siguen con la espina clavada de los desaparecidos, de los casos sin resolver, de las preguntas sin respuesta y de un Estado que no puede o no quiere abrir miles de fosas y entregar los restos a los familiares.

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