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La Nueva Babilonia, la última utopía europea

El Museo Reina Sofía desmenuza las claves de la obra artística de Constant Nieuwenhuys

'Laberinto de escaleras móviles' (1967).
'Laberinto de escaleras móviles' (1967).

Los historiadores sitúan a la antigua ciudad de Babilonia a unos mil kilómetros del canal de Suez, al norte del golfo Pérsico. De ella no queda nada, pero su evocación habla de un ejemplo de lugar en el que todas sus riquezas y recursos fueron conseguidas exclusivamente por el trabajo y el ingenio humano. Mucho tiempo después de que la mítica urbe se desintegrara, el artista holandés Constant Nieuwenhuys (Ámsterdam, 1920-Utrecht, 2005) creó un modelo alternativo de sociedad considerado como la última gran utopía del arte europeo: la nueva Babilonia. Fue un proyecto inspirado en el nomadismo y en la forma de vida de los gitanos al que el artista dedicó casi dos décadas (1956-1974) durante las que realizó maquetas, collages fotográficos, pinturas, grabados, películas y escritos. Sin fronteras definidas, la propiedad de la tierra sería colectiva, el trabajo quedaría en manos de robots y los habitantes podrían dedicarse al juego creativo.

En este proyecto esencial en su vida, creado sobre los rescoldos de la II Guerra Mundial, Constant fundió sus convicciones políticas radicales (fue una figura clave del situacionismo) con un nuevo concepto de arte en el que la división de géneros había perdido todo su sentido. El Reina Sofía abre desde el miércoles 21 al público hasta el 29 de enero la exposición Constant-Nueva Babilonia, casi 200 obras distribuidas por la primera planta del edificio Sabatini, una exposición coproducida con el Museo Municipal de La Haya, famoso por su insuperable colección de Mondrian y de Constant.

Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, califica la obra de Constant como una de las grandes aportaciones al arte del siglo XX por su capacidad de cuestionar todo. Como él mismo decía, su objetivo era la provocación. “Es un artista que no cree en las promesas de la modernidad. Pensó que Europa tenía que ser reconstruida inspirándose en lo popular, en la toma de los espacios públicos".

'Línea infinita' (1958).
'Línea infinita' (1958).

Doede Hardeman, director del museo copatrocinador y comisario de la exposición junto a la historiadora Laura Stamps, asegura que esta es la reconstrucción más grande que se ha realizado nunca del proyecto Nueva Babilonia. “Es una idea tan radical que sería inimaginable verlo en museos mucho más convencionales que este, como es el MoMA. Esta obra es un puro ejemplo de lo que sería la herencia de la cultura europea, no solo holandesa. “Si hubiera que definir con una palabra la obra de Constant, hablaría de libertad. Él nos ha legado a todos la posibilidad de descubrir otras formas de pensar y de vivir”.

La exposición arranca con obras realizadas a finales de los años cuarenta, cuando formaba parte del movimiento internacional CoBrA (acrónimo de las ciudades Copenhague, Bruselas y Amsterdam). Constant publica un manifiesto, reproducido en las vitrinas de entrada a la exposición, en el que reclama un nuevo orden social y un nuevo modo de hacer arte inspirado en el juego creativo de los niños y los llamados pueblos primitivos. También plantea que lo más importante para el artista debe ser el acto creativo en sí, más que la pintura o la escultura resultante. Estas son las ideas básicas con las que después elaboraría el concepto de Nueva Babilonia. En estos primeros años, sus pinturas son de colorido intenso y con formas de figuras irreales.

El segundo apartado, previo a la obra central, narra el viaje que Constant realizó en 1956 a la ciudad italiana de Alba para participar en el tercer congreso del Movimiento Internacional por una Bauhaus Imaginista. Allí, el artista comprobó muy de cerca las difíciles condiciones de vida de la comunidad gitana. Zíngaros, flamencos y gitanos protagonizan un grupo de obras (organizadas por Pedro G. Romero y Rosario Peiró) en el que se podría hablar de aires españoles especialmente en el homenaje al Niño Ricardo y el retrato de una guitarra clásica española.

A partir de aquí la muestra entra de lleno en la utopía babilónica. Las maquetas, artefactos y mobiliario se suceden y se mezclan en un ambiente que a veces entra de lleno en la ciencia ficción. En síntesis, la nueva ciudad sería una estructura laberíntica sustentada por pilares. Sus habitantes, los neobabilónicos, ocuparían la parte superior, mientras que el tráfico y los procesos productivos, totalmente automatizados, se desarrollarían en la parte inferior. Todos serían nómadas, en constante desplazamiento de una parte a otra de la ciudad. Liberados de la necesidad de trabajar gracias a los robots, podrían ocuparse solamente de jugar y de crear con sus vecinos. Las personas decidirían hasta el último detalle de su habitat, incluidos los materiales que se usarían en las construcciones.

El proyecto quedó reducido a utopía, pero solo por la espectacular belleza de los elementos creados por Constant, el sueño valió la pena.

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