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Rafaelillo, triunfador heroico y maltrecho tras dos cogidas en El Pilar

El torero murciano cortó una oreja y acabó con una costilla rota y una monumental paliza

Rafaelillo se queja de dolor tras ser cogido en la faena a su segundo toro, en Zaragoza.
Rafaelillo se queja de dolor tras ser cogido en la faena a su segundo toro, en Zaragoza.javier cebollada (efe)

El diestro murciano Rafaelillo cortó la única oreja concedida en el sexto festejo de abono de la feria del Pilar de Zaragoza, en la que sufrió dos percances ante los toros de la divisa de Adolfo Martín, con el resultado de una costilla fracturada.

Con dos tercios de entrada, se lidiaron toros de Adolfo Martín, desiguales de cuajo y volumen, pero todos bajos y muy armados, en tipo de su encaste Albaserrada. Al conjunto le faltó un punto más de brío y casta, dentro de un juego muy dispar, que fue desde la noble entrega del segundo a las dificultades de varios ejemplares.

Rafaelillo: dos pinchazos y estocada corta perpendicular (ovación); media estocada tendida (oreja). Ricardo Torres: pinchazo y bajonazo (silencio); estocada (ovación), y Paulita: estocada atravesada y descabello (silencio); pinchazo, estocada trasera y dos descabellos (ovación tras aviso).

Rafaelillo fue atendido en la enfermería de una fractura costal en el hemitórax izquierdo y un varetazo en el muslo izquierdo, producidos por su primer toro, y de un hematoma en la región pretibial derecha, ocasionado por su segundo.

De los tres toreros del cartel, Rafaelillo era el más experto en las peculiaridades, siempre atípicas, del encaste Albaserrada que riega la sangre de los toros de Adolfo Martín que esperaban en los chiqueros.

Su primero, bajo, largo cornipaso de pitones y un auténtico ‘tío’, gazapeó mucho en los primeros tercios, pero llegó a la muleta con una dulce nobleza ante la que el murciano no tardó en relajarse, a pesar de que el animal perdió bríos y tardeó en sus arrancadas.

La faena transitaba por la vía de la calma hasta que, insospechadamente, en un descuido del torero, el toro se revolvió en un pase de pecho y alcanzó a Rafaelillo hasta zarandearle violentamente. Y fue entonces cuando se transformó el panorama; pasó de la placidez al ardor guerrero, con el torero despojado de la chaquetilla, y transmitió una tensión lidiadora que duró justo hasta que volvió a la barrera para cambiar la ayuda por el estoque de acero, con el que pinchó.

Después de salir de la enfermería, de nuevo sin la chaquetilla, y con una fractura costal, Rafaelillo tuvo el gesto de fajarse a la verónica con el cuarto, un toro cornalón al que, pese a su patente debilidad de riñones, le dieron hasta tres puyazos. Se quedó siempre corto el animal, aunque no tanto por su aparente sentido como por esa falta de fuerzas, pero el caso es que no pasó nunca más allá de los muslos del torero en un trasteo casi siempre sobre las piernas.

Fue de nuevo en otro descuido, y por el pitón derecho, el menos agradecido, cuando Rafaelillo sufrió otra segunda y fea voltereta de la que salió maltrecho y desaliñado, pero que fue el detonante que llevó al tendido a solicitar para él esa oreja que le compensara de tamaña paliza.

Algunos de los mejores muletazos de la tarde llevaron la firma del torero menos curtido del cartel, el zaragozano Ricardo Torres, quien, pese a su falta de experiencia, tuvo una actuación más que digna en su debut con esta divisa. Al mejor toro de la corrida, que fue el segundo, Torres le hizo una faena de creciente intensidad a medida que se confió con la lenta y casi dormida nobleza del animal, que descolgó los pitones con temple, casi al paso.

Cuando acertó a esperarle con la tela, Torres le sacó dos buenas tandas de naturales, de buen aire, pero sin que llegara luego a redondear el trasteo por su falta de experiencia y por su fea manera de matarlo.

También, como su primero, fue cinqueño el quinto, un ejemplar cornalón, cornivuelto y cornipaso con el que naufragó su cuadrilla, pero ante el que Torres resolvió por encima de su falta de celo.

Paulita, el otro aragonés del cartel, estuvo inseguro y movido con el tercero, que no pareció dar motivos para tanta desconfianza, mientras que, con tanta voluntad como crispación, abundó en medios pases con el sexto, muy serio pero de escaso fondo.

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