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Una ‘esquizobienal’ en Moscú

Instalada en un inmenso recinto soviético declarado patrimonio arquitectónico, la bienal de la capital rusa, en constante construcción y deconstrucción, apuesta por la 'performance'

Vista del  recinto VDNKh donde se celebra la VI Bienal de Moscú.
Vista del recinto VDNKh donde se celebra la VI Bienal de Moscú.

Toda crónica que comience con una referencia a taxis o a taxistas debería acabar en la papelera, pero esta, con toda modestia, pide paso oportuno. En la VI Bienal de Moscú, la aplicación para móviles Uber, que ha puesto en pie de guerra a las agrupaciones de taxistas de muchos países europeos, esponsoriza este evento artístico junto a firmas de lujo como Rolex, Chopard…, también Volkswagen (¡).

La bienal de la capital rusa, que durante una década fue una más en la apretada lista de acontecimientos artísticos repartidos por el globo, quiere competir con la de Venecia, al menos en dimensiones. La prueba es que tiene su nueva ubicación en el edificio conocido como VDNKh, que fue Centro Panruso de Exposiciones, una especie de Disneyland soviético tan grande o más que el Principado de Mónaco, con 70 pabellones satélites diseminados por el parque Ostankino que Stalin hizo construir en 1934. Durante los cincuenta fue ampliado para dar cabida a actividades que tenían que ver con la carrera espacial, como el Museo del Cosmos.

En la entrada al recinto, en la plaza Kaluzhskaya, la escultura de Lenin, con su gesto característico de un brazo extendido y el otro con la mano tirando de la chaqueta, disuade ante cualquier entusiasmo. Esta esquizobienal cuenta con una apabullante lista de empresas patrocinadoras y, sin embargo, lo que vemos es más bien pobre: espacios a medio construir y un ruido ensordecedor de megafonías y operarios que transitan como hormigas haciendo o deshaciendo andamiajes. El VDNKh forma parte del patrimonio arquitectónico del país, lo que significa que no se puede clavar ni un alfiler en su estructura. Todo lo que allí se exhibe son trabajos in situ y performances de una veintena de artistas y colectivos internacionales. Para el comisario belga Bart De Baere, esta bienal —declaradamente anticapitalista y heterotópica— quiere ser un "espacio en el que cosas pequeñas y situaciones inesperadas crean diferencias (desacuerdos) impredecibles". Las actividades han transcurrido durante 10 días bajo el enunciado How to Gather (cómo reunirnos) y hasta el 1 de noviembre será sencillamente un laboratorio donde el público podrá consultar un archivo y documentación de las actividades.

En la entrada al recinto, en la plaza Kaluzhskaya, la escultura de Lenin, con su gesto característico de un brazo extendido y el otro con la mano tirando de la chaqueta, disuade ante cualquier entusiasmo

La cara más convencional de esta bienal es su expansión por una docena de centros de la ciudad. Entre todos los invitados especiales, destaca Louise Bourgeois en The Garage, con un nuevo montaje de sus conocidas celdas supervisado por el que fue durante 30 años su asistente personal, Jerry Gorovoy. En otra planta se muestra el Videoarchivo de las exposiciones de arte moscovita (1989-2014), realizadas en Rusia y otras ciudades europeas. Se trata de una peculiar cápsula del tiempo donde se visualiza el trabajo de los artistas underground que trabajaron desde la primera perestroika hasta hoy. Valiosa la labor realizada durante años por su comisario, Vadim Zakharov. En otro orden, Anish Kapoor y su inmensa escultura titulada My Red Homeland encuentran cobijo en el Museo Judío y Centro de la Tolerancia.

Lo más estridente, políticamente hablando, ocurrió el pasado 3 de octubre en el VDNKh, en el transcurso de un foro que reunía a eminentes voces críticas, como Saskia Sassen o Yanis Varoufakis. El exministro griego se refirió a uno de los temas seminales de la bienal: la utopía de crear una nueva Eurasia, una gran nación multiétnica. El economista criticó duramente el paroxismo neoliberal de los mercados europeos y la tendencia cada vez mayor de los políticos a utilizar la cultura para legitimarse. También cargó contra la moda de invitar a sociólogos y economistas a las bienales (!) y deploró los planes expansionistas de Putin. En ese instante, el realizador del canal televisivo Russia Today, que emitía el acto en directo, decidió cortar de forma abrupta la emisión.

Cavernas dobles: Kapoor y Bourgeois

Probablemente Louise Bourgeois (1911-2010) sea hoy la artista más conocida, exhibida y quizás más valorada de las dos últimas décadas. No fue así hasta principios de los ochenta, cuando el MoMA le dedicó una retrospectiva, un honor reservado entonces a los Brancusis, Picassos y Pollocks. Cierto es que en la actualidad autoras como Marina Abramovic generan largas colas y ganancias a los museos, pero su continua presencia en óperas, centros de arte y medios de comunicación ha acabado definitivamente con su reputación de performer radical dispuesta a sufrir en sus carnes el mordisco de la indiferencia. Louise Bourgeois pertenece a otro planeta. Cuanto más se la exhibe más se la quiere, y a pesar de la profusión de arañas que en los últimos años han anidado en museos de todo el mundo, cada insecto lleva generalmente incorporado un conjunto de obras magníficas. Para The Garage, Jerry Gorrovoy ha creado un itinerario preciso y ha cosido a este espacio postindustrial un conjunto de "celdas" (cells) que soportan algunos capítulos de la historia personal de la artista por la vía de un surrealismo tardío, desde una intensa y dolorosa experiencia como hija, esposa y madre. Se exhibe, además de esculturas y dibujos, uno de las obras que escarba más dolorosamente en su pasado familiar, el titulado "La destrucción del padre" (1974). Esta impecable retrospectiva en The Garage es la segunda parada europea tras pasar por el Haus der Kunst en Múnich y antes de recalar en el Guggenheim Bilbao. Seguramente las paredes del heroico edificio de Frank O. Gehry no son el mejor escenario para mostrar obras tan íntimas y brutales, sin embargo, será bueno comprobar que la presentación y lecturas de su trabajo es siempre interminable.

Anish Kapoor (1954) presenta en el Museo Judío y Centro de la Tolerancia de Moscú -el más grande de Europa en su especialidad- su obra "My Red Homeland". Es su primera exposición en Rusia y lo más probable es que a partir de ahora sus esculturas tengan resonancia en galerías y centros de arte del país que a la fuerza y por voluntad del artista deberán mostrar algo más que sus conocidos agujeros, montículos de pared y grandes espejos deformados, trabajos que desde 1991, año en que ganó el Turner Prize, se agrupan dentro de la "Nueva escultura inglesa", aunque el propio Kapoor se sienta un artista aparte. A este enorme círculo de tierra roja en movimiento (12 metros de diámetro de cera y vaselina coloreada) le acompañan cuatro esculturas que desarrollan un lenguaje visual de resonancias naturales: el vacío, la montaña, el agua, el fuego... Hijo de padre indio y madre iraquí de religión judía, Kapoor crea formas presimbólicas, cavidades que representan cuerpos que contienen su opuesto. pues son femeninos y masculinos. En sus esculturas, lo tenebroso tiene luz, son azul Klein o inspirados en los lienzos de Barnett Newman. Interior y exterior confluyen en un no-lugar como espacios sostenidos. Bourgeois y Kapoor son dos artistas cavernícolas; la artista franconorteamericana muestra lo orgánico, el amor y el dolor; el angloindio, el vacío y lo sublime. En "My Red Homeland" -una obra en progreso desde 2003- Kapoor hace un quiebro.

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