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ENTREVISTA

John Dickie: “Las mafias son tan antiguas como Italia”

El autor británico escribe una historia conjunta de la Cosa Nostra, la ’Ndrangheta y la Camorra que rebate los mitos.

Guillermo Altares
El escritor John Dickie en su despacho de la Universidad de Londres.
El escritor John Dickie en su despacho de la Universidad de Londres.Lionel Demirais

El pequeño despacho de la Universidad de Londres de John Dickie (Dundee, 1963) está atestado de libros y de recuerdos, como un chaleco antibalas negro de la Guardia di Finanza, uno de los cuerpos policiales italianos. Este peculiar souvenir demuestra que Dickie ha llevado a cabo sus investigaciones sobre la criminalidad organizada no sólo en bibliotecas y archivos, sino en la calle. Conoce a los principales fiscales, a policías y se ha pateado barrios no siempre recomendables. Primero publicó Cosa Nostra, centrado exclusivamente en la Mafia siciliana, pero luego continuó su trabajo con dos ensayos, Blood Brotherhoods y Mafia Republic, que ahora Debate publica en un solo volumen, Historia de la mafia, traducido por Jaime Collyer. Es un libro lleno de personajes y de historias, que logra que la atención del lector no decaiga en más de 800 páginas de crímenes y villanos, pero también héroes de la lucha antimafia. Su originalidad radica en que estudia de forma conjunta las tres mafias que han marcado la historia de Italia: la Mafia o Cosa Nostra de Sicilia, la ’Ndrangheta de Calabria y la Camorra de Nápoles y de Campania. La teoría de Dickie, que le distancia de otros estudiosos de la criminalidad organizada, es que estas tres mafias, muy diferentes, pero que forman parte del mismo fenómeno, no se pueden comprender sin Italia, que surgió como país durante el siglo XIX. La mafia para Dickie no surge por un vacío de poder, sino al mismo tiempo que el Estado italiano moderno y unido.

 PREGUNTA. ¿Cuáles son las principales diferencias entre las tres mafias que analiza en su libro?

RESPUESTA. No existe nada parecido a una mafia italiana. Hay tres mafias principales, pero hay grandes diferencias entre ellas, tanto ahora como históricamente. Mi objetivo es contar la historia de forma conjunta, en paralelo, para mostrar sus diferencias, pero también sus similitudes. Dos de las mafias podemos decir que son masónicas en su organización, porque son sociedades secretas obligadas por un juramento, con rituales y una jerarquía. Se trata de la Cosa Nostra, la Mafia siciliana, y la ’Ndrangheta, la mafia calabresa. La tercera mafia es la Camorra, que es mucho más confusa, se trata de un archipiélago de bandas en Nápoles y en Campania.

La ’Ndrangheta llenó el hueco que dejó la Mafia siciliana a principios de los noventa, muy debilitada

P. ¿Por qué aquella que es la menos conocida, la ’Ndrangheta, es la más poderosa?

R. Actualmente sí. La ’Ndrangheta llenó el hueco que dejó la Mafia siciliana a principios de los noventa, muy debilitada por muchos motivos, sobre todo por su táctica de lanzar una guerra contra el Estado italiano, matando a jueces como Giovanni Falcone y Paolo Borsellino o lanzando una campaña de coches bomba. Por ese motivo perdió mucho poder y se convirtió en un socio comercial mucho menos fiable para los productores sudamericanos de cocaína. La ’Ndrangheta, que había sido ignorada por el Estado, encontró ahí una fuente de ingresos gigantesca. Y se convirtió en la organización más poderosa.

P. ¿Cree que en la literatura y el cine se ha producido una cierta romantización de la mafia?

R. Esto es cierto sin duda en EE UU, basta con ver El Padrino. Pero es demasiado simplista ignorar obras de ficción sólo porque no reflejen el mundo real de la mafia: una de las cosas que estudio en mi libro es cómo se relacionan la ficción y la realidad. La misma palabra mafia surge de una obra de teatro, en 1863, sobre una banda carcelaria. La explicación más plausible que tenemos para la utilización de la palabra mafia es que los propios mafiosos vieron esa representación y se encontraron muy bien retratados. Siempre han sido muy narcisistas.

La familia de Benedetto Grado en el lugar de su asesinato.
La familia de Benedetto Grado en el lugar de su asesinato.Franco Zecchin

P. La policía de Nueva Jersey que tenía pinchados los teléfonos de los mafiosos siempre se encontraba con que comentaban el último capítulo de Los Soprano

R. La vida imita al arte.

P. Ya que estamos en Los Soprano, usted cita una frase de Medow, la hija de Toni Soprano, que define a la mafia como “una forma de resolver los conflictos de manera informal en la Italia mediterránea”. Siempre ha existido la teoría de que la mafia surge allí donde el Estado no existe y es reemplazado por otro tipo de justicia. ¿Es cierto?

R. Medow, que trata de justificar a su padre, se hace eco de lo que muchos antropólogos estadounidenses dijeron sobre la mafia en los sesenta. No la percibieron como una organización criminal. Creo, en cambio, que no hay la más mínima duda de que existen organizaciones criminales que operan en Italia, pero si desapareciesen mañana, el país seguiría teniendo grandes problemas con la corrupción, con el mal funcionamiento del Estado. Por poner un solo ejemplo: la lentitud de la justicia para cobrar una deuda. Es normal que exista una gran tentación para recuperar el dinero de forma mucho más rápida por medios ilegales. Sin embargo, no me gusta hablar de mafiosidad o de cultura de la mafia, hace pensar que el problema no tiene solución y creo que sí la tiene.

P. ¿Cree que la tiene?

R. No creo que vaya a peor. Entre los setenta y los noventa, la violencia era tan brutal que el sur de Italia casi se convierte en un narcoestado, era algo muy parecido a la guerra. Mi esperanza es que en 1992, con el asesinato de Falcone, se produjo un punto de inflexión, sobre todo porque la sociedad se dio cuenta de la magnitud del problema. Falcone, antes de morir, dejó una herencia extraordinaria porque legó una estructura judicial y policial con las que Italia sigue luchando contra la mafia actualmente, como los equipos especiales antimafia dentro de la fiscalía. No todos tienen los medios necesarios, pero cada vez más gozan de un mayor poder. Italia combate a la mafia con creciente eficacia y eso nunca había ocurrido en el pasado. Eso es lo que me hace ser optimista. Lo que me hace no serlo tanto es todo el escándalo que ha afectado a Roma, que da la impresión de que esos avances en el terreno legal no están dando los resultados esperados, como si el país no respondiese al tratamiento

P. ¿No cree que el creciente poder de la ’Ndrangheta, la situación en Nápoles, que parece más un Estado fallido que una ciudad, o el escándalo de Roma hacen creer que las cosas no han mejorado mucho?

R. No hay que confundir los síntomas de una mala administración, de un sistema político disfuncional, de la corrupción, con el crimen organizado. Desde fuera podemos pensar que todo es un síntoma de la presencia mafiosa, pero no es siempre el caso. En el caso de la Camorra se han producido avances, porque los principales clanes han sufrido muchos reveses.

P. Como historiador, ¿cuál es el gran misterio de la mafia italiana que todavía está sepultado por la omertá?

R. Italia tiene muchos misterios y es casi un deporte nacional especular sobre las auténticas razones detrás de acontecimientos terribles como el atentado en la estación de tren de Bolonia. En términos mafiosos, el misterio que más preocupa a la gente en este momento es lo que se llama las negociaciones, la tratativa, y está siendo juzgado ahora mismo. La tesis de los fiscales es que en el peor momento de la ofensiva de la Mafia siciliana contra el Estado, cuando la organización criminal quería negociar con el Gobierno después de sufrir tremendos golpes policiales, las conversaciones llegaron a producirse. Lo que es seguro es que se trata de un momento muy importante de la historia que no ha sido aclarado. Dicho esto, lo cierto es que todos los miembros de la cúpula de la Cosa Nostra, menos uno, Matteo Messina Denaro, se encuentran en prisión. El tipo que está cumpliendo condena por el asesinato del juez Paolo Borsellino, en julio de 1992, es con toda probabilidad inocente, hay muchos indicios que señalan que no lo hizo, empezando por los propios mafiosos. También hay testigos, no sabemos hasta qué punto fiables, que señalan que hubo connivencia de los servicios secretos.

Las mafias son tan antiguas como Italia, son un producto de la violencia política durante la unificación

P. Una vieja teoría mantiene que la mafia nació bajo el mandato español, por la ausencia del Estado, pero en su libro defiende exactamente lo contrario: que la mafia surge y cobra fuerza cuando se crea el Estado italiano. ¿Podría explicarlo?

R. Los orígenes españoles de la mafia son otro ejemplo clásico de la invención de mitos que rodean a estas organizaciones. El mito oficial de la fundación de la ’Ndrangheta es que había tres caballeros españoles que huyeron a Italia porque vengaron la violación de su hermana y que cada uno fundó una de las tres ramas de la mafia. Obviamente es una fábula. Las mafias son tan antiguas como Italia, son un producto de la violencia política durante la unificación. No se puede hacer una revolución sin violencia. Muchos de los protagonistas del risurgimiento se organizaron en sociedades secretas basadas en el modelo masónico y reclutaron matones, que aprendieron que la violencia les podía ser muy útil para conseguir otros fines y que, a la vez estuvieron, muy cerca de los personajes que iban a convertirse en la élite del país.

P. Su libro relata la historia de la mafia pero también de aquellos que lucharon contra las organizaciones criminales. ¿Se puede seguir la historia de la mafia a través de los movimientos antimafia?

R. Absolutamente. Como historiadores no sabríamos nada de la mafia si el Estado no hubiese luchado contra ella. Es así como conseguimos documentos. El esquema clásico es que, cuando se producen guerras civiles en la mafia, los perdedores acuden a la policía con toda la información. La policía investiga y cuando el caso llega a los tribunales muchas veces se derrumba, porque no los testigos no declaran o han sido asesinados… Eso nos ha privado de muchas evidencias. Pero la gente que luchaba contra la mafia en estas circunstancias eran increíbles, incluso aquellos que lo hicieron por motivos políticos oportunistas, por ejemplo bajo el fascismo.

El rey de la camorra

En 1955, Serafino Castagna, un vecino de un pueblo calabrés llamado Presinaci, salió de su casa y se dedicó a matar vecinos aparentemente al azar. Tanto la policía como la prensa que acudió en masa al pueblo se dieron cuenta rápidamente de que algo no cuadraba con la tesis de que se trataba de un arrebato de locura, porque Castagna había perdonado alguna vidas y acabado sin piedad con otras. Al final confesó: formaba parte de un clan de la ’Ndrangheta y había sido amenazado de muerte si no cometía un crimen. Castagna decidió entonces matar a sus jefes, asesinar a aquellos mismos capos que le impulsaban a asesinar. En las historias mafiosas muchas veces nada es lo que parece a simple vista, salvo dos cosas: la brutalidad y la sed de poder. Un viejo dicho de los mafiosos sicilianos dice: “Cumannari è megghiu ca futtiri”, “mandar es mejor que follar”, un perfecto resumen de la visión mafiosa de las relaciones sociales.

En su ensayo, Dickie dedica un capítulo a un personaje muy poco conocido en España, pero al que define como el mafioso más poderoso de Italia, Raffaele Cutolo, que inspiró la película de 1986, El camorrista, de Giuseppe Tornatore. Este jefe criminal refleja perfectamente esos dos extremos de la mafia: ha pasado casi toda su vida en prisión, donde sigue cumpliendo varias condenas consecutivas, pero, incluso entre rejas, fue capaz de crear una de las organizaciones criminales más poderosas de Italia, la Nueva Camorra Organizzata.

Cutolo fue encarcelado por primera vez porque, cuando acosaba a un grupo de chicas con su coche, un bombero le reprochó su conducta. No sólo le disparó sino que le siguió hasta un portal y, a sangre fría, descargó enteró el cargador de su arma. En su película, Tornatore rebaja la escena y la convierte en una discusión en defensa de una joven. "El poder de Cutolo en la cárcel es un síntoma de cómo el Estado italiano estuvo a punto de perder el control del sur. Creó una especie de cultura criminal personal en torno a él. Era visto como un gurú, publicó poesía. Se presentaba como un filósofo del crimen y lo hizo todo desde dentro de la cárcel. Posando como una especie de Robin Hood, atrajo a muchos jóvenes prisioneros, vulnerables", explica Dickie. "Declaró la guerra a la Mafia siciliana, tratando de monopolizar el crimen en Nápoles y Campania en un momento en que la Cosa Nostra trataba de infiltrarse en la ciudad a través del tráfico de cigarrillos, que entonces era un negocio fabuloso". La guerra fue de una violencia atroz, como aquella matanza de Presinaci a escala global. G.A

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Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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