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Buen estilo de Iván Vicente y entrega de Jiménez en el cierre de Madrid

Las Ventas acabó el año con una corrida gris en la que fue abroncado el mexicano Amaya

Madrid concluyó la temporada 2015 con una corrida de escaso contenido, a pesar de algunos interesantes detalles a cargo de Iván Vicente, que realizó el mejor toreo de la tarde, y de Javier Jiménez, sin que ninguno de los dos alcanzara el triunfo.

Iván Vicente: pinchazo, y estocada trasera y caída (ovación); y estocada (ovación). Alejandro Amaya: estocada y dos descabellos (pitos); y metisaca, media muy trasera, tendida y atravesada, y tres descabellos (bronca), y Javier Jiménez: estocada caída y cinco descabellos (silencio tras aviso); y casi entera atravesada y descabello (silencio).

Con un tercio de entrada, se lidiaron cuatro toros de Martín Lorca y dos -tercero y quinto- de Escribano Martín, bien presentados, pero de desiguales hechuras y arboladuras, y de juego también variado. Tuvo nobleza y calidad el flojito primero; fue complicado el segundo; el tercero tuvo transmisión, aún sin humillar; inválido el cuarto; y deslucidos, quinto y sexto.

La plaza de Las Ventas echó el cierre a la temporada con una corrida gris en lo artístico, en la que, no obstante, hubo algún conato de esperanza por el buen estilo y la capacidad de Iván Vicente y la disposición de Javier Jiménez. Lástima que por circunstancias nada se concretó.

Cinco lances de maravilla y media al ralentí fueron la carta de presentación de Iván Vicente en el que abrió plaza, un toro noble y con calidad, pero justo de fuerzas. El torero madrileño instrumentó una faena muy templada, de gusto y plasticidad, aunque sin compactarla del todo por lo rápido que se apagó el animal.

Y no pudo redondear nada Vicente con el inválido y claudicante cuarto, que estuvo más tiempo en el suelo que de pie; fue imposible darle dos muletazos seguidos sin que perdiera las manos. Lo mejor, la estocada final, que por sí sola mereció la ovación que recibió.

Jiménez se lució en el saludo a la verónica a su primero, un toro que manseó en los primeros tercios, pero que respondió con transmisión en la muleta, aún sin humillar lo suficiente; permitió, no obstante, al sevillano mostrar su dimensión de torero valiente y capaz en dos primeras tandas a derechas en las que enganchó muy bien a su oponente para llevarlo largo y embebido en la muleta.

Lástima que no hubiera continuidad, unas veces por un molesto calamocheo del toro, y otras por no acertar el torero en la distancia y la velocidad, lo que hizo que abundaran los enganchones, lo que dio la sensación de falta de acople. Unas ajustadas bernadinas finales no fueron suficientes para remontar un ambiente que ya se había vuelto en contra.

El último toro de la tarde y del año en Madrid no regaló ni una sola embestida. Fue un animal sin clase y con mal estilo, con el que Jiménez hizo un esfuerzo baldío.

Lo del mexicano Amaya fue caso aparte. No quiso ni ver a su primero, toro que tuvo sus complicaciones, pero no con la exageración que lo trató el azteca, que se limitó a ‘quitarle las moscas’, sin el más mínimo compromiso.

El descaro continuó en el quinto, brindó inopinadamente al público, lo que, al final, se tradujo en cierta rechifla del tendido, pues el mexicano, que esta vez intentó quedarse más quieto, de nuevo no llegó pasar de las vulgares y apáticas apariencias. El mitin con la espada fue también algo muy serio. De ahí la bronca final.

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