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El mago del maquillaje

El festival de Sitges homenajea a Rick Baker, ganador de siete ‘oscars’ y creador de las caracterizaciones de ‘Thriller’

Gregorio Belinchón
El maquillador Rick Baker.
El maquillador Rick Baker.

Dice Ángel Sala, director del festival de Sitges, que un certamen también está para honrar a quienes han hecho cosas grandes en el cine, “magos y genios que merecen nuestra admiración”. Sin duda alguna, Rick Baker (Binghamton, Nueva York, 1950) es uno de ellos. Si no fuera por Lon Chaney y Dick Smith, Baker sería considerado el mejor maquillador de todos los tiempos. A él no le importa mucho. A Chaney, el mítico actor que se caracterizaba él mismo para dar vida a licántropos, jorobados franceses y cualquier otra especie de seres deformes o monstruosos, le guarda un enorme respeto. En cuanto a Dick Smith, este fue su mentor y Baker dio el discurso de introducción a la entrega de Oscar honorífico para el maquillador de la saga El padrino, Pequeño gran hombre o El exorcista. En cuanto a la carrera de Baker, que recibe esta noche en Sitges el premio honorífico La máquina del tiempo, solo un par de apuntes: ha ganado siete oscars, incluido el primero cuando se creó la categoría al mejor maquillaje (en aquella ocasión lo obtuvo por su enorme Un hombre lobo americano en Londres), creo la secuencia de la cantina en La guerra de las galaxias, y fue el responsable de las caracterizaciones zombies del video musical más famoso de la historia, Thriller.

En persona, Baker es un tipo simpático. Explica que sí, que es cierto que se ha jubilado, aunque su empresa continúa abierta. “He cumplido 65 años. Quiero aprovechar mejor el tiempo y seguiré haciendo maquillajes, porque adoro mi trabajo, pero a mi ritmo, sin que nadie interfiera por ello. Hay más razones, claro. Antes los estudios de Hollywood los dirigían gente que adoraba el showbusiness; hoy, y sé que generalizo un poco, los gobiernan contables más interesados en la taquilla que en la calidad de una película”. ¿Y ha tenido que ver con su decisión el arrinconamiento de los efectos especiales y los maquillajes tangibles por los efectos digitales y las manoseadas CGI, las imágenes creadas por ordenador. “No fue una razón de peso, pero no me gusta el cambio. Amo la tecnología, debes utilizarla siempre si sirve para tu labor de engañar al público. Sin embargo, solo trabajo con ella cuando entiendo que no voy a lograr el efecto con látex”.

La saga Hombres de negro, Ed Wood, Bigfoot y los Henderson (“su protagonista, Harry, es mi trabajo favorito… junto a mis dos hijas”, ríe), El profesor chiflado, Mi gran amigo Joe, Aullidos, Greystoke, El príncipe de Zamunda, Maléfica… Docenas y docenas de películas aparecen en el currículo de alguien a quien su labor en Un hombre lobo americano en Londres le abrió muchas puertas, incluidas la de convertirse en una de las estrellas del video Thriller. “Un día me llamó John Landis, y me contó que Michael Jackson había visto la película, y quería que él dirigiera y yo trabajara como maquillador para un video. Me hizo gracia. ¿El pequeño de los Jackson Five? Sí, ese, me respondió, y me envió una casete con la canción, para que le escribiera ideas”, recuerda Baker. “No teníamos el presupuesto de Un hombre lobo…, pero me interesó mucho el proyecto. Trabajé frenéticamente en él y más aún en el rodaje, porque necesitamos tantos maquilladores que contratamos algunos que yo no conocía, y supervisé su labor además de hacer la mía, caracterizar a Michael”. De aquel rodaje rememora la sensación de “estar viendo gratis algo increíble por lo que muchos hubieran pagado”. ¿Y de Michael? “Me preocupaba que fuera difícil. Todo lo contrario. A Michael Jackson le encantaba el proceso del maquillaje. Cuando acabamos, John me dijo que me recordarían por esta labor más que por cualquier otro trabajo anterior o posterior. Me eché a reír, pero el tiempo le ha dado la razón”.

Otro momento clásico del cine nacido del talento de Baker es la secuencia de la cantina de La guerra de las galaxias. Acabado el rodaje en Londres, los productores decidieron rodar material extra en Los Ángeles. “El responsable del maquillaje, Stuart Freeborn, se puso enfermo, y los de efectos digitales le pasaron mi nombre a George Lucas. Es una secuencia perfecta para mostrar trabajo, porque la banda que toca en el bar la creé y se filmó seis meses después y en otro continente que el resto de la secuencia. No nos dieron casi dinero, porque el estudio no confiaba en el proyecto. Me dio igual, yo quería llenar esa cantina de alienígenas”.

El hombre de la coleta plateada, marca de la casa, también habla con mucho cariño de Guillermo del Toro, aquel joven maquillador mexicano que contactó con él como otro fans más, y que con el tiempo se ha convertido en un grande de Hollywood. Baker, en una de sus varias colaboraciones, le ayudó a diseñar Hellboy sobre la cara del actor Ron Perlman. “Así pudimos convencer a los estudios de que Ron era la elección correcta”.

Baker es crítico con su trabajo –“siempre veo cosas mejorables”-, aunque se siente querido por la gente. “En muchas críticas se cargan las películas y ensalzan mi labor. Puede que por eso no haya querido dirigir, a pesar de que me lo han ofrecido varias veces. Para que me digan que soy un desastre como director, mejor no”. Pero sí ha actuado. “Bueno, yo no lo llamaría actuación. Lo más relevante que he hecho fue el King Kong que produjo Dino de Laurentiis en 1976, y yo diría más bien que solo me puse el traje. No encontraron a otro más estúpido que yo para enfundarse el disfraz. Lon Chaney, ese sí que fue un grande del maquillaje y de la actuación. Fue la inspiración de mi infancia. Creó maquillajes icónicos con materiales muy rudimentarios”. Como Baker, mito del cine.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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