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En el corazón del miedo

Lluís Pasqual abre la temporada del Lliure con dos monólogos de Stefano Massini, que traduce y dirige, son textos poderosos y con gran puestas en escena

Marcos Ordóñez
Rosa Maria Sardà, en un momento del monólogo 'Crecenunsoldèu' que interpreta en Barcelona.
Rosa Maria Sardà, en un momento del monólogo 'Crecenunsoldèu' que interpreta en Barcelona.Teatro Lliure

1. No suelo ir a ensayos, pero esta vez me hubiera gustado seguir, ojos y oídos bien abiertos, los procesos de trabajo de Lluís Pasqual con Míriam Iscla y Rosa Maria Sardà en Dona no reeducable (Mujer no reeducable) y Crecenunsoldèu (Creo en un solo Dios), los monólogos de Stefano Massini que han inaugurado temporada en el Lliure.

Hay espectáculos en los que se adivina una alquimia fuera de lo común entre un director y un intérprete. Míriam Iscla es una actriz con grandes logros en su haber, pero con Pasqual ha alcanzado una cima extraordinaria. Dona no reeducable (2007) es una crónica electrizante de la lucha y el calvario de la periodista Anna Politkóvskaya (asesinada en 2006) por contar la verdad de la Rusia actual a través del convulso infierno de Chechenia, y también una actuación que se percibe construida paso a paso, sin dejar caer la tensión ni un instante, modulando la voz, el gesto, la emoción, la justísima ira. No me cuesta imaginar a Pasqual respirando el texto al lado de la actriz: alguien que asistió a los ensayos me habló de una tarde en la que director y actriz escalaron juntos un difícil pasaje, y juntos acabaron con lágrimas. “Solo por momentos así”, me dijo ese alguien, “vale la pena dedicarse a este trabajo”. Y me imagino también a Míriam Iscla como una esponja, absorbiendo las indicaciones incluso antes de que acabaran de pronunciarse, porque a ratos vi en ella la mirada apasionada de Pasqual o la risa libérrima de Anna Lizaran.

El título de la pieza procede de una terrible circular interna de Vladislav Surkov, miembro del Gabinete de Presidencia ruso, que en 2005, un año antes del asesinato de Politkóvskaya, escribió: “Los enemigos del Estado se dividen en dos categorías: aquellos a los que se puede hacer entrar en razón y los incorregibles, es decir, no reeducables. El Estado, pues, ha de utilizar todos los medios a su alcance para eliminarlos”. Míriam Iscla nos hace conocer a una mujer intrépida hasta la temeridad, empecinada pese a las constantes y muy graves amenazas en entender y contar lo que ha visto. El texto de Massini nos restituye la mirada de una gran periodista: los detalles capitales (el goteo de sangre de la cabeza cortada), las entrevistas con militares rusos y rebeldes chechenos, el interrogatorio al borde de la tortura, las cartas abiertas a las autoridades, la sensación de cerco creciente. Dona no reeducable es un testimonio que se sigue, al borde del asiento, como un auténtico thriller, con la potencia narrativa de Emmanuel Carrère, y una lección moral sobre la prensa libre, además de una gran lección de teatro. Me pareció estar en el West End: contención británica y desnudez formal, con la emoción precisa, sin desbordamientos, para que golpee más fuerte.

No me cuesta imaginar a Pasqual respirando el texto al lado de la actriz: alguien que asistió a los ensayos me habló de una tarde en la que director y actriz escalaron juntos un difícil pasaje, y juntos acabaron con lágrimas

2. El trabajo con Rosa Maria Sardà hace pensar en la empatía entre dos viejos amigos con mucha historia detrás. Un río que viene de muy lejos: hablando del Grec 76, Pasqual recordaba, como destello e imagen esencial de aquel verano, el grito de la vendedora de manzanas interpretada por la Sardà al final de Roses roges per a mi, de Sean O’Casey, “aquel grito”, decía, “que valía el esfuerzo de todos”. Yo veo a la Sardà, dirigida de nuevo por Pasqual, y veo a Rosa i Maria; veo a la Irma de El balcó de Genet, en el Lliure de finales de los setenta, y veo también a la Vivian Bearing de Wit, a la Poncia de La casa de Bernarda Alba, a la Fabia de El caballero de Olmedo. Veo todos estos rostros y estas voces porque Crecenunsoldèu (2011) tiene algo de suma, de clase magistral, de gran lectura dramática y de galería de personajes. Digo “gran lectura dramática” y no estoy seguro, porque a ratos parece aprendido y trabajado línea a línea. El director (que ha traducido ambos monólogos) cuenta también que cuando recibió el texto de Massini corrió a leérselo a la Sardà: era para ella. Tres personajes, un tour de force: me admira que la actriz, pese a sufrir un trastorno de salud del que espero se recupere pronto, nos dé esa muestra de coraje. Tres personajes que no pueden ser más distintos: Eden Golan, una profesora israelí; Shirin Akhras, una joven palestina, y Mina Wilkinson, una soldado americana, tres vidas cruzadas en Tel Aviv, tras la segunda Intifada. La profesora es tolerante, reflexiva, hasta que el horror cercano la sacude. La joven palestina abraza la causa yihadista y la inmolación, y nos cuenta la crónica de su adiestramiento. La soldado es la mirada extranjera, “entre el dios de los unos y el dios de los otros”, mediadora pero siempre con el dedo en el gatillo.

A mi juicio, la fuerza de los dos monólogos de Massini es dispar. Me atrapa mucho más Dona no reeducable: por su urgencia, por su habilísima estructura a caballo entre la denuncia y el diario íntimo, y porque, decididamente, el perfil y la historia de Anna Politkóvskaya tienen un gancho tremendo. Y porque me abren una ventana sobre un mundo que desconocía. No es que conozca a fondo, desde luego, lo que narra Crecenunsoldèu, pero tengo más datos de esa realidad. Lo que más me atrae es el relato del adiestramiento y la velocidad del último tercio del texto, cuando se anuda el devenir de las tres mujeres en la terraza de un bar, en un montaje alterno cada vez más tenso y picado, muy cinematográfico: un final terrible, hijo del azar, de la confusión, del miedo. Massini nos habla en ambos textos, creo yo, sobre cómo se vive, día a día, en el corazón del miedo. Y los dos tienen algo de cuenta atrás: en el primero sabemos que Anna Politkóvskaya, personaje real, va a morir; en el segundo se nos anuncia una muerte, pero ignoramos cómo se producirá. Frente a un atril, la impresionante Rosa Maria Sardà nos hace ver a los tres personajes; pasa de uno a otro con engañosa sencillez, orquestando ritmos y tonos, con mínimos gestos identificatorios, con levísimos toques de humor en el dibujo de Mina, con angustia creciente y opuesta en Eden y Shirin, y sin más apoyo que un cambio de luz (de nuevo, la mano maestra de Xavi Clot) a cada quiebro.

Crecenunsoldèu, de Stefano Massini. Traducción y dirección de Lluís Pasqual. Interpretado por Rosa Maria Sardà. Teatro Lliure. Barcelona. Hasta el 11 de octubre.

Dona no reeducable, de Stefano Massini. Traducción y dirección de Lluís Pasqual. Interpretado por Míriam Iscla. Teatro Lliure. Barcelona. Terminó el 3 de octubre, pero regresa al cartel del 15 al 22 de junio de 2016.

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