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Adiós a Standstill y su celebrada crisis permanente

El grupo que rompió moldes en el 'indie' catalán se disuelve tras 20 años de carrera

El grupo Standstill en su último concierto en la Sala Apolo de Barcelona.
El grupo Standstill en su último concierto en la Sala Apolo de Barcelona.Xavi Torrent

Es probable que a los miembros de Standstill les traicionara el subconsciente. O no. Pero lo que si es irrebatible es que la última pieza de Dentro de la luz llevaba por título Un sitio nuevo. Quizás no fue una casualidad, y como en otros tantos episodios, se trataba de un simple aviso encubierto de misterio. Standstill rompieron el molde con Vivalaguerra de 2006, elegido por Mondosonoro como el mejor disco de la década. En ese momento, aún tenían la vitola de grupo que iban de incendio en incendio, provenientes de la escuela del hardcore en Barcelona, asociados a la marca B-Core.

Con todo lo bueno y lo malo que esto comporta; afiliación a una escena musical que tiene como condicionante la pertenencia innegociable a una comunidad de personas que siempre están ahí. Por ese motivo, los cambios radicales son más fáciles de digerir de acuerdo al entorno en el que te gobiernes. Ellos habían optado por el cambio de idioma, del inglés al castellano, y pasar del grito permanente a una especie de recitado más reposado y llevadero para una parte de nuevos militantes, así como frustrante para los sibaritas de la dicotomía punk.

Tras Ionic spell y Memories collector, la reconstrucción rupturista nace con Standstill. Empero, ni es el definitivo ni el más logrado de sus testimonios sonoros. En consecuencia, Standstill graban un disco con el componente innovador de Vivalaguerra, una obra que dentro de la escena del rock en España (algunos preferirían utilizar la etiqueta indie, pero ellos es evidente que no la comparten) funda un hito sin precedentes, aunque sea más sencillo observar a continuistas mordaces de la saga de Vetusta Morla que de Standstill (o de Antònia Font, de quienes reconoce Montefusco que tienen un discurso parecido al suyo).

La mera contemplación de un universo único y transversal justifica la veracidad de ese descaro. Es la punta de lanza de una trilogía sesuda, con el añadido excepcional de Adelante Bonaparte y Dentro de la luz. Y ahora, bajo la predicción indescifrable de Un sitio nuevo, toca decir adiós. Sin rencores ni cuentas pendientes, con la grata sensación de haber dejado un legado artístico que se valorará aún más cuando pase el tiempo. Han dado carpetazo al asunto con dos conciertos en la Sala Apolo de Barcelona (1 y 3 de Octubre). Hora de recapitular, de poner en orden la cabeza y el corazón. “Es un sentimiento muy complejo. Por un lado estamos tranquilos, convencidos y contentos de la decisión que hemos tomado. Creo que es lo que teníamos que hacer. En ese sentido tenemos la sensación de que hemos pasado a una nueva fase, a cada uno de nosotros nos hacía falta a nivel personal”, explica Enric Motefusco, cantante y guitarrista de Standstill.

A Montefusco se le humedecen los ojos cuando habla de la que presume como familia, con un proyecto en común que han exprimido como a un limón. Profundo en su discurso, sensible en la pose, no escatima al análisis: “La exigencia la tendré siempre, es algo que me acompaña, el problema es cuando esta exigencia la quieres aplicar una vez has llegado a un punto, en el que debido a la energía, y a los condicionantes, no te permite cumplir con lo que deseas; esa perpetúa búsqueda vital y profesional. Es un sentimiento compartido, no es una decisión de uno u otro. Podremos expandir lo que ya hemos hecho, existe la opción de reinventarse. Para mí y para ellos, es una ilusión, un nuevo aire, cada uno tiene sus proyectos, lo cuál es una suerte”.

Standstill han sido ambiciosos, todo lo que han podido y más, intensidad inteligente al servicio de receptores abiertos de miras. Precisamente ese ha sido el mayor obstáculo, sus excesos (en el buen sentido de la palabra) les han impedido entrar en la rueda de los festivales, una rémora en la actualidad, la producción laboriosa de sus respectivos espectáculos escénicos, Room y Cénit, y lograr que cuaje en ese marco. “Con el engranaje de Dentro de la luz, pensamos que, para tocar en los festivales, teníamos que cambiar el enfoque, y Cénit trataba de eso: acercar a un público más amplio una propuesta como la nuestra, y llegar a ese punto es muy costoso”.

Con seis discos en el mercado, y una formación de la que salieron desgastados hasta siete músicos, estable únicamente desde Vivalaguerra, con Enric Montefusco, Ricky Faulkner, Ricky Lavado y Piti Elvira como supervivientes. Como cumbre de su inspiración, el disco más representativo es Adelante Bonaparte, curiosamente su obra más confesional y arriesgada, con el foco puesto en las inquietudes emocionales de Enric Montefusco. “Yo siempre he dicho que Standstill hemos estado instalados en una crisis permanente, y gracias a esa crisis, por nuestro bien, nos hemos seguido redefiniendo”. Standstill han compartido época y espacio con Love of Lesbian y Sidonie, con una estructura y unas motivaciones diferentes.

Para comprobarlo existen dos documentales que plasman la razón de ser del grupo, muy explicito en el caso de Diez años y una zanahoria (van a preparar otro DVD con la grabación de sus dos últimos conciertos), un espacio en el que sus madres cobran un protagonismo merecido. “El hecho de que tenga sentido juntar a cinco personas bajo un nombre, funciona porque ahí está tu vida entera. Entonces, ¿qué sentido tiene el arte y juntar nuestras fuerzas? Yo estoy loco, y al final estoy con otros locos, y la idea única de que esto sea especial”. ¿Por qué me llamas a estas horas? es una de sus canciones más conocidas y su estribillo les delata: “Romper un silencio así no tiene perdón, digan lo que digan”. Carpe diem.

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