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Gracias, maldito cerebro

¿Cómo narrar un ictus y sus consecuencias en pleno proceso de convalecencia y rehabilitación? Jorge M. Reverte lo ha logrado

¿Cómo narrar un ictus y sus consecuencias en pleno proceso de convalecencia y rehabilitación? Jorge M. Reverte lo ha logrado empleando el recurso retórico más balsámico de cuantos tenemos a nuestro alcance: el humor. Todo empezó el 9 de septiembre de 2014: Reverte se empezó a sentir mal, se mareaba y veía doble; él mismo intuyó que sufría un ictus. En esta crónica, titulada con sorna Inutilmente guapo, el periodista y escritor relata las adversidades vividas desde aquel fatídico día de finales de verano del año pasado hasta la primavera de 2015.

Desde el prólogo del libro, el neurólogo Esteban García-Albea confirma que el ictus le produjo el deterioro de funciones como la deglución y la articulación del lenguaje; afortunadamente, su capacidad para entender el entorno quedó intacta, de ahí que Jorge M. Reverte no haya querido pasar por alto la oportunidad –así la considera él– que le ha dado la vida de narrar su minusvalía temporal.

Si bien, y como no podía ser de otra manera, Reverte centra su atención en cada uno de los minúsculos progresos de su cuerpo durante su nuevo estado, no por ello pierde la perspectiva en relación con sus privilegios, lo cual proporciona una dimensión colectiva a su relato. Entre estos privilegios destacan el cariño y apoyo de su familia y amigos, pero también la suerte de contar con antibióticos personalizados para tratar su segunda neumonía, medicinas "que debían costarles un riñón a los cotizantes", en sus propias palabras.

Inútilmente guapo es un reto para críticos y lectores: ¿cómo evaluar la narración de una estancia en la UVI, de una traqueotomía y de una terapia de rehabilitación motora? Por esta razón, quizá entremos con ciertas reservas a esta crónica, pero en la página treinta, nada más leer "es muy gratificante saber dónde se encuentra uno cuando la está palmando", nos dejamos llevar de la mano de Reverte por su proceso de aprendizaje acerca de la desconexión temporal de cuerpo y mente, aún cuando él mismo sabe que son inseparables, de ahí el frecuente "me duele todo yo" con el que cierra varios capítulos.

La habilidad literaria del autor se deja ver en la organización de su relato, formado por capítulos breves, a modo de instantáneas con etiquetas de expresivos títulos como "Intrusos en la UVI", "Elogio de la Thermomix" o "Las flemas". Además, el modo de presentar los delirios sufridos durante sus noches en la UVI, como si se tratase de historias de aventuras en la que aparecen hasta los independentistas catalanes, es un gran acierto y parece la única posibilidad de abordar una experiencia tan atroz.

Como en ocasiones el lector llega a olvidarse de que está ante una mente cuyo cuerpo no está funcionando como debiera, el propio Reverte se encarga de recordarle cíclicamente que quien le habla desde esas páginas no puede valerse por sí mismo, que continúa con molestos problemas visuales y que sigue corriendo riesgos en actos tan aparentemente simples como tragar –de ahí su elogio al Bloody Mary, apto para enfermos con serios problemas de disfagia como él debido a su espesura–, pero que al mismo tiempo ha logrado la proeza de volver a usar la mano derecha.

Es ahí cuando nos damos cuenta de que el proceso de recuperación aún no ha concluido. Por eso, cuando en ocasiones se echa de menos el diálogo con alguno de los libros de tema similar que Reverte menciona –Un ataque de lucidez de Jill B. Taylor o Somos Patxi de Fernando Aramburu–, el lector se percata de que eso no es posible de momento, pues estamos ante una crónica escrita prácticamente desde el escenario de la batalla, donde la lucha consiste en lograr que ese añorado "antes" vuelva a ser un "ahora".

Inútilmente guapo. Jorge M. Reverte. La Esfera de los Libros. Madrid, 2015. 243 páginas. 19,90 euros.

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