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Tres reales vidas imaginarias

El talentoso Vicente Valero ha decidido contarnos tan sólo las vidas de tres grandes poetas

De todas las ramas de la ficción, la biografía es quizá la más eficaz. Elegir un personaje hecho de carne y volverlo a la vida como un gólem hecho de palabras que lleva consigo documentos de identidad aprobados por la burocracia estatal es un acto de magia que permite al escritor presentar ante sus lectores, con rigurosa imparcialidad académica, una vida imaginaria. Ni Caperucita Roja ni Emma Bovary gozan de las prerrogativas de las que disfrutan el Cervantes de Jean Canavaggio o el García Márquez de Gerald Martin.

En el siglo XVII, el genial John Aubrey sorteó las biografías del tamaño de novelas y redujo tales vidas a la medida de un minicuento, concentrándose en ciertos episodios que él juzgó (y que tal vez son) esenciales. Sus discípulos fueron Marcel Schwob y Jorge Luis Borges, y hoy son Pierre Michon y René de Ceccatty. Con más modestia que sus predecesores, quienes narraron un buen número de vidas breves, el talentoso Vicente Valero (Ibiza, 1963) ha decidido contarnos tan sólo las vidas de tres grandes poetas, cada una resumida a un momento ejemplar. San Juan de la Cruz, Friedrich Hölderlin y Fernando Pessoa son los elegidos, y cabe preguntar (porque Valero no nos lo aclara) por qué estos tres y no otros. Esta pregunta encierra el misterio central de este admirable libro.

La vida de San Juan de la Cruz fue escrita por primera vez por un contemporáneo, el fraile carmelita José de Velasco, y se concentra sobre los milagros atribuidos al santo. Valero no nos habla de milagros, ni nos hace la crónica de los largos viajes ni de las disputas teológicas en las que el santo intervino. Se concentra en cambio en la muerte de Juan, en la dolorosa agonía de un cuerpo infectado que se disuelve en podredumbre mucho antes de que el alma se libere para siempre.

Si la muerte de San Juan de la Cruz es un regreso al Amado, el regreso del Hölderlin —pobre, andrajoso, trastornado— a la casa de su amigo Christian Landauer en Stuttgart desde la España salvaje que había visitado y a través de una Francia sembrada de adversidades es también un viaje amoroso. Aquí sí Valero traza minuciosamente el recorrido del poeta enamorado de la Grecia antigua, que lleva consigo la desolación de saber que su amada Suzette ha muerto. El viaje celestial de San Juan hacia su Dios y el camino del purgatorio que emprende el joven y enamorado Hölderlin son los dos primeros capítulos de una suerte de comedia en sentido inverso, que concluye, naturalmente, con un infierno, el de Fernando Pessoa, que sabe que debe huir hacia su esencia, hacia ese lugar imposible en el que se hallará a sí mismo. Mientras, se resigna a ser una voz que es muchas voces, la de sus heterónimos, que declaran, cada una a su modo, “la certidumbre que aguarda siempre entre los escombros”.

El arte de la fuga. Vicente Valero. Periférica. Cáceres, 2015. 103 páginas. 14,75 euros

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