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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La rabia española

'Rabia' es una apuesta clara de Cuatro por la ficción de género, pero mantiene viejas manías de las series españolas

Natalia Marcos

Zombis, muertos vivientes, regresados, no-muertos, caminantes, infectados. Al igual que los superhéroes, los resucitados han tomado la pequeña pantalla. Un terreno pantanoso porque los referentes son tan potentes que es fácil salir escaldado. Es lo que le ocurre a Rabia, la nueva serie de Cuatro. En este caso no estamos ante zombis exactamente, pero es la imagen que viene a la mente cuando se ven los rabiosos que centran esta historia.

Desde casi el minuto uno (en una escena en la que uno no sabe si se está ante una parodia de una película de terror o si ya es parte de la serie...), Rabia intenta explotar el que será su punto fuerte: el trabajo de maquillaje y efectos especiales que transforma a los humanos en unos infectados que les vuelve sumamente agresivos e impredecibles. Las autoridades decidirán recluir a las personas susceptibles de desarrollar ese virus. Pero un grupo de desconocidos infectados consigue escaparse y esconderse en una cabaña, donde tendrán que mantenerse a salvo de las autoridades y, a la vez, resguardarse unos de otros.

Rabia es una apuesta clara del canal por la ficción de género (aunque se intuya que apostará por los personajes por encima de la acción y el thriller). El problema que tiene es que para ser una serie de género, para un público de nicho, cae en viejas manías de la ficción nacional, como la inclusión de personajes de todo rango de edad. Ni siquiera una serie que parecía dispuesta a apostar por la novedad, por la transgresión, logra zafarse de esa ambición por llegar a todos los públicos. ¿También pretenden que los niños y los ancianos vean una serie así?

A la duración excesiva (unos 80 minutos de capítulo piloto, más largo incluso que los eternos 70 minutos habituales en las series españolas) se añade la sensación de estiramiento que sufre este arranque. ¿Había que presentar a todos los personajes en el primer capítulo? ¿No se pueden guardar personajes y situaciones para el siguiente episodio y potenciar más los factores que puedan enganchar a los espectadores en vez de querer contarlo todo ya? No es un problema exclusivo de esta serie, es algo frecuente en los capítulos piloto, pero aquí se hace más patente por su duración excesiva. Otro problema importante es la pobre factura técnica del resultado final. Todo es demasiado cutre, demasiado de cartón piedra.

Sin embargo, uno de los puntos fuertes de la serie es, como decíamos, unos rabiosos que se distancian de los zombis de The Walking Dead y que buscan una personalidad propia gracias al buen trabajo de maquillaje. Otra de las fortalezas de Rabia es su reparto, repleto de caras conocidas que pueden atraer al público a un canal generalista como Cuatro. Lástima que en el primer capítulo muchas de ellas no lleguen a lucir como deberían al encontrarse con personajes demasiado planos, al menos en estos primeros compases.

Rabia tiene sangre, infectados, violencia. Ingredientes para atraer al espectador que está acostumbrado a ver ficción internacional. Pero también tiene momentos demasiado obvios que pueden echar atrás a esos espectadores. Habrá que esperar a ver cómo evoluciona la historia, pero de momento, Rabia da precisamente eso, rabia por quedarse a mitad de ese duro y largo camino que debe recorrer todavía la ficción nacional, a pesar de todos los avances que ya se han dado.

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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