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Banksy cierra con éxito Dismaland y lo convierte en refugio para migrantes

El parque del grafitero en Weston-super-Mare registró cinco semanas de aforo completo Sus piezas serán enviadas a Calais para dar cobijo a los refugiados

Foto: reuters_live | Vídeo: Carmen Valiño
T. KOCH

Los empleados estarán todavía más deprimidos. Incluso el día de la inauguración, hace cinco semanas, los trabajadores de Dismaland acogían al visitante bufando e instándole a volver a su casa. Su defensa del mal rollo se contagiaba ya antes de entrar. “No te rías”, espetaba una de estos profesionales de la tristeza en la cola frente al parque temático distópico del grafitero Banksy. Así que ayer domingo que la estructura cerró sus puertas no cuesta imaginar el nulo entusiasmo que mostraría su plantilla. Y eso que el balance de Dismaland da para más de una alegría: el enorme desafío al poder que el artista urbano levantó en la pequeña localidad británica de Weston-super-Mare ha colgado el cartel de aforo completo todos los días de su efímera existencia. Traducido en números significa más de 150.000 visitantes y un impacto económico en la ciudad que se ha calculado en unos 27 millones de euros.

Aparte de un lugar en la historia reciente del arte –“el fenómeno del año”, según la BBC-, el macabro proyecto de Banksy ya tiene su siguiente destino. “Próximamente… Dismaland Calais”, asegura el enigmático grafitero en su web, con el habitual humor negro que se respiraba en cada rincón de la estructura. El creador se refiere a que las construcciones serán desmanteladas a lo largo de tres semanas y enviadas a la llamada “jungla” de la ciudad marítima francesa, es decir, una serie de campos improvisados que miles de refugiados han montado en los alrededores de Calais. Allí, las piezas de Dismaland serán reutilizadas como cobijos para los migrantes.

Nadya Tolokonnikova y Maria Alyokhina, de las Pussy Riot, durante su concierto en Dismaland el pasado 25 de septiembre.
Nadya Tolokonnikova y Maria Alyokhina, de las Pussy Riot, durante su concierto en Dismaland el pasado 25 de septiembre.Jim Dyson (Getty Images)

Al fin y al cabo, la tragedia del éxodo ya protagonizaba una de las instalaciones artísticas del parque: el visitante podía pilotar en una piscina dos pateras repletas de migrantes y sortear los cadáveres de otros viajeros ahogados. Más en general, todo el arte presente en Dismaland buscaba a la vez fascinar e indignar, ser admirado y hacer mella. Para ello, el grafitero añadió a sus obras las de 58 artistas internacionales, de 17 países, de pesos pesados como Damien Hirst o Jenny Holzer a creadores urbanos relativamente desconocidos. Básicamente, desde la carroza de Cenicienta volcada tras un accidente, con los paparazis fotografiando a la princesa fallecida, hasta una muestra sobre las herramientas de represión violenta que emplean los Estados contra sus ciudadanos, el precio de la entrada al recinto incluía también un peso sobre la conciencia de cada cual.

Nada sorprendente en Banksy. El artista del que nadie conoce la identidad, que ha pintado grafitis en Gaza, ridiculizado a varios poderosos con sus obras y expuesto un elefante vivo, siempre busca ir más allá del ejercicio estético. Más aun en Dismaland, su versión personalísima y tragicómica de parques como Disneylandia, además de su mayor trabajo hasta la fecha, según la prensa británica. La BBC, en concreto, refuerza su afirmación con números: los 4.000 visitantes al día superan, entre otros, a los 3.907 de la retrospectiva sobre Matisse de la Tate, la más exitosa en la historia del museo. Banksy fue batido, eso sí, por David Hockney y sus 7.512 asistentes diarios a la Royal Academy en 2012. De ahí que la BBC plantee el dilema sobre quién es el artista británico vivo más popular: ¿Hockney o Banksy?

La sirenita que se exponía frente al castillo de Dismaland.
La sirenita que se exponía frente al castillo de Dismaland.Jim Dyson (Getty Images)

En Weston-super-Mare la respuesta estaba clara cada mañana. Tras la inauguración del pasado 21 de agosto, la extraordinaria demanda de entradas ha colapsado a menudo la web del parque, así como creado colas inmensas ante su puerta. Actores famosos como el estadounidense Jack Black se confundían entre los asistentes y las activistas rusas Pussy Riot ofrecieron un concierto en los últimos días de Dismaland.

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Y eso que la estructura se levantó en gran secreto, como uno de los misterios mejor guardados de Banksy. El creador se coló en enero en Tropicana, antiguo parque acuático abandonado de Weston-super-Mare, donde solía veranear de pequeño –es originario de la cercana Bristol-. Tras su visita clandestina, decidió que era el lugar ideal para su nueva bofetada al pensamiento y los poderes convencionales. Eso sí, la enésima leyenda que rodea a Banksy cuenta que solo cuatro personas de un consejo local fueron avisadas de lo que se cocería en Tropicana. Los demás, al parecer, se fiaron del mismo cuento que escucharon también los habitantes de la ciudad: una major de Hollywood había venido a rodar su nuevo thriller, Grey Fox.

El parque temático Dismaland.
El parque temático Dismaland.Jim Dyson (Getty Images)

Sin embargo, cuando un decadente castillo de pesadilla de hadas empezó a despuntar tras los muros del parque, las dudas se fueron multiplicando. Banksy llegó a pedir a los medios británicos que se ahorraran el spoiler pero la noticia era demasiado suculenta y salió a la luz unos días antes de la inauguración. Aun así, el interés no disminuyó sino que no paró de multiplicarse. Por lo visto, el creador ha logrado también otro objetivo: las autoridades locales barajan aprovechar Tropicana para nuevos proyectos y exposiciones. Mientras, Dismaland va camino de Francia y Banksy seguramente prepare su siguiente sorpresa. Aparecerá algún día en algún lugar. La espera ya es otro thriller.

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Sobre la firma

T. KOCH
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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