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Ópera
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El maestro atípico

Zubin Mehta no defraudó en los conciertos de apertura de la 46ª temporada de Ibermúsica

Zubin Mehta (Bombay, India, 1936) es un director de orquesta tan popular como atípico. Sus archiconocidas galas de Los Tres Tenores o las cinco ocasiones en que ha dirigido el Concierto de Año Nuevo coexisten con varias anomalías. La procedencia de un país sin tradición musical clásica, como es India, donde se inició entre los discos de su padre y una orquesta amateur. Una fascinante carrera de arranque meteórico que le llevó a las titularidades de la Sinfónica de Montreal y Filarmónica de Los Ángeles con tan sólo 25 años. Y una fidelidad absoluta a dos formaciones que no están seguramente entre las predilectas del público: la Filarmónica de Israel, donde ostenta responsabilidades musicales desde hace 40 años, y la Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino, con la que este año cumplirá una treintena como director musical. Su secreto es Viena, donde forjó un ideal orquestal y estudió con Hans Swarowsky. De allí procede su sonido poderoso, enérgico, sensual y luminoso, pero también la objetividad interpretativa o ese inusitado dominio del oficio de dirigir que exhibe en cada concierto.

Mehta no defraudó en los conciertos de apertura de la esperada 46ª temporada de Ibermúsica, cuya continuidad ahora parece asegurada con Llorenç Caballero como director adjunto. Su regreso a Madrid con la orquesta de Florencia fue un merecido éxito. Pero también una clara evidencia. Y es que su madurez también es atípica. Mientras muchos directores a su edad suelen tener esos destellos tardíos de magia, que los ingleses llaman Indian Summer, el estándar actual del maestro de Bombay se decanta hacia el rigor en detrimento de la fascinación. Swarowsky se ha terminado reencarnando en su mejor alumno. El primer concierto dedicado a Beethoven fue una buena muestra de ello con versiones meramente convincentes de la Obertura Leonora III y la Octava sinfonía. En la Eroica escuchamos con más claridad ese sonido tan opulento de Mehta, que refuerza en las trompas y los contrabajos, pero también su errático rubato que convierte cada interpretación suya del compositor de Bonn en un maravilloso viaje a ninguna parte.

ORCHESTRA DEL MAGGIO MUSICALE FIORENTINO

Obras de Beethoven y Mahler. Lioba Braun, mezzosoprano. Pequeños Cantores de la JORCAM. Orfeón Donostiarra. Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino. Dir.: Zubin Mehta. Ibermúsica. Auditorio Nacional, 15 y 16 de septiembre.

El segundo día fue diferente con la Tercera de Mahler en los atriles. El maestro indio comprende a la perfección esta panoplia sinfónico-coral donde el compositor de origen bohemio retrata un mundo sonoro que abarca desde las piedras hasta la divinidad espiritual pasando por todo el universo de los seres vivos. Pero la cosmología mahleriana se resintió en drama, tensión y encanto en los tres primeros movimientos hasta que salió la mezzosoprano Lioba Braun para cantar un pasaje del Also sprach Zarathustra, de Nietzsche. Y todo cambió. Dio paso a una estupenda actuación de las integrantes del Orfeón Donostiarra y los Pequeños Cantores de la JORCAM en esa breve alusión angelical al mundo de Des Knaben Wunderhorn que enlaza con el extenso y elegíaco Ruhevoll. Mahler lo tituló Lo que me dice el amor. Y aquí llegó por fin la magia con una impactante construcción que enarboló el momento climático que conduce al final de la obra.

Es bien sabido que Mehta es un director que se recupera en los finales.

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