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Nicolas Berggruen | Filántropo e inversor

“Buscamos buenas ideas para ayudar al mundo”

Acaba de presentar en Los Ángeles un nuevo centro para la filosofía y la cultura respaldado por renombrados intelectuales de todo el mundo

Juan Cruz
El filántropo e inversor Nicolas Berggruen, el pasado año en Madrid.
El filántropo e inversor Nicolas Berggruen, el pasado año en Madrid.Bernardo Pérez

Nicolas Berggruen (París, 1961), filántropo e inversor internacional (accionista del grupo Prisa, editor de EL PAÍS) puso en marcha ayer en Los Ángeles el Centro de la Filosofía y la Cultura. Este centro, que forma parte del Instituto Berggruen, discutirá ideas y culturas para ayudar al desarrollo del pensamiento. "Buscamos ideas para ayudar al mundo", dice Berggruen. Una de sus tareas es la creación de un premio internacional anual para el filósofo cuyas ideas hayan impactado universalmente. El premio está dotado con un millón de dólares, probablemente la mayor dotación que recibiría un filósofo en la historia de las ideas. Berggruen tiene dos nacionalidades, estadounidense y alemana; pero en su DNI se debería decir cosmopolita, como el centro del que habla en esta entrevista realizada ayer por teléfono.

Pregunta. ¿Cómo se atreve a crear esta iniciativa en un mundo en el que la filosofía y la cultura parecen relegadas por la economía, que es de lo que se habla?

Respuesta. Vivimos en un mundo preocupado por hoy; olvidamos todo lo complejo, la cultura, las ideas. Y a eso, a la cultura, a la tradición de las ideas, hemos de volver. Ir a las ideas es regresar a las raíces. Muchas veces las preocupaciones del mundo son económicas, pero tienen que ver con los conceptos políticos. Y éstos están teñidos de conceptos culturales y religiosos que conforman la sociedad. Cuando pensé en este instituto creí que era importante juntar el pensamiento político de tantos modelos como zonas del mundo. No nos fijamos sólo en el modelo occidental sino en todos de los que provienen las ideas que marcan el destino universal. Buscamos buenas ideas para ayudar al mundo.

La religión es una cultura. Pero una cultura que lleva fuego dentro

P. China, Japón, Europa, América... ¿Qué hay en común en esos ámbitos?

R. Hay grandes diferencias, pero la gente quiere buscar áreas de encuentro. Y hay mucho en común. Las diferencias existentes son en realidad distintos puntos de vista, de los que todos hemos de aprender. Un cambio de perspectiva del mundo procede de la discusión sobre las distintas filosofías, las distintas culturas. Necesitamos entender otros sistemas y a partir de ese viaje por los otros encontraremos nuevas ideas que nos hagan aprender mutuamente. No se trata de hacer con todas las ideas una sola, ni de imponer las nuestras sobre las ajenas. La idea es entender las diferencias y conseguir que nos ayuden precisamente lo distinto que somos.

P. Mencionó las religiones. ¿Servirá su instituto para que el mundo se entienda también en ese asunto que tanto divide?

R. La religión refleja una manera de ver el mundo. Así que diferentes religiones reflejan distintos puntos de vista. La religión es una cultura. Pero una cultura que lleva fuego dentro. No es bueno tener una concepción unívoca del universo. Sucede muchas veces con la religión. Su esencia emocional hace que a la gente le resulte difícil relacionarse con los que no sienten lo mismo. Por eso es tan importante abordar esta complejidad. Queremos provocar el entendimiento. Si respetamos las distintas visiones del mundo hemos de respetar, también, las distintas culturas y religiones. La religión suele tomarse desde un punto de vista mezaquino; de lo que se trata es de abordarla desde un punto de vista amplio, cultural. La religión incluye lo bueno y lo malo.

P. En el esquema de su Instituto se halla el estudio de la armonía y la libertad ¿Es posible juntar ambos conceptos en un universo en el que prevalece la intolerancia hacia otras culturas?

La gente ha de sacrificar la libertad individual en aras de la armonía, o la armonía en función de la libertad

R. Por eso tenemos esta preocupación. ¿Cómo puede ser más libre la gente en un mundo sin armonía? Debemos, pues, entender qué es la libertad ajena para poder llegar a ser felices. La gente ha de sacrificar la libertad individual en aras de la armonía, o la armonía en función de la libertad. Acomodar ambos conceptos nos lleva a un equilibrio. Y el equilibro permite el progreso.

P. En su comité hay gente muy diversa: Francis Fukuyama, Timothy Garton Ash, Mario Monti, Amartya Sen... ¿Con qué fin?

R. Hemos querido tener gente de distintas disciplinas, de distintos lugares, para que se ayuden discutiendo. La clave es el interés por la discusión, por hacerla fructífera. Y seguro que de ese choque de ideas salen valores que ahora quizá no conocemos.

P. Europa vive en estado de shock porque es el escenario de guerras de otros lugares. ¿Cree que la cultura y la filosofía pueden ayudar a entender el problema de los refugiados?

R. Definitivamente, sí. Este es un asunto político también, que implica culturas, religiones, filosofías. Los pensadores, los ciudadanos, el entendimiento de las culturas, pueden hacer que Europa y el mundo lo afronte mejor, con mayor determinación y generosidad.

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