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Nicole Kidman triunfa como científica en su regreso al teatro

La crítica londinense elogia a la actriz por su papel de la mujer que identificó la estructura del ADN en la obra 'Photograph 51'

El regreso de Nicole Kidman a los escenarios después de 17 años ha querido rebatir, según la propia admisión, la etiqueta reduccionista de “estrella de Hollywood” que suele asociarse con su estatus. Y la crítica de Londres le daba anoche la razón, brindando un elogio a la fibra teatral de la actriz australiana a raíz del estreno de la obra Photograph 51, donde encarna a la científica Rosalind Franklin, pionera en la identificación de la estructura del ADN pero relegada del cuadro de honor del reconocimiento por sus colegas masculinos.

Kidman reedita de este modo el éxito cosechado en su última comparecencia sobre las tablas del West End de la mano de la pieza The Blue Room (1998), una adaptación moderna que proponía el dramaturgo David Hare sobre el título erótico La Ronde y que pasó a los anales de la crítica teatral británica gracias a la sentencia de Charles Spencer en el Daily Telegraph: “Pura Viagra teatral”. El personaje que ahora encarna, a sus 48 años, se sostiene sobre unos mimbres muy diferentes en Photograph 51, obra de Anna Ziegler sobre la química y cristalógrafa inglesa que en 1953 logró “fotografiar” la forma de doble hélice de la molécula que contiene las instrucciones genéticas.

Con una interpretación inteligente y repleta de matices, la actriz nos brinda el retrato de una mujer brillante, apasionada y tenaz que desembarca en el King´s College de Londres llena de ambición pero que progresivamente va cerrándose en sí misma al sentirse aislada en un mundo de hombres. El laboratorio es su hábitat que ni siquiera abandona cuando le son detectados dos tumores. Rosalind Franklin murió en 1958, cuatro años antes de que sus compañeros de investigación Francis Crik, James Watson y Maurice Wilkins recibieran el Premio Nobel.

La propia actriz explicó en vísperas del estreno que le atrajo de la obra la reivindicación que supone de esta y otras figuras de mujeres relegadas en sus campos por razones de género, aunque sobre todo se embarcó en el proyecto a modo de homenaje a su padre, el bioquímico Antony Kidman, fallecido ahora hace un año. “Si no era ahora, no lo habría hecho nunca”, admitía sobre el nuevo reto teatral que le convenció de abandonar su plácida residencia en Nashville (Estados Unidos) junto a su marido, el cantante de country Keith Urban, y su prole.

Receptora de un Oscar, de un Globo de Oro y de un Bafta británico, su presencia en la cartelera teatral londinense sigue la estela de otros grandes nombres del cine que, como Benedict Cumberbatch y su Hamlet, vienen traduciéndose en llenos absolutos de aforo. En palabras del director de la producción Photograph 51, Michael Grandage, una gran actriz levanta una obra pero, a la hora de tener ocupados cada noche los 900 asientos del teatro Noêl Coward y durante doce semanas, nunca viene mal el gancho adicional del estrellato.

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