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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Patrias

Siento envidia, pero también estupor y un poco de miedo ante esos millones de personas que exigen la independencia de Cataluña

Carlos Boyero

En épocas de pérdida, naufragio o de esas carencias de sensaciones que sirven para alimentar el alma, en la tentación de la autocompasión (“ese deporte que nos gusta practicar a todos”, le contaba el cínico y triunfador George C. Scott al genial perdedor Paul Newman en El buscavidas) cuando necesitas inventarte asideros vitales o de estricta supervivencia para levantarte de la cama, algunas personas lamentan no poseer una fe, una causa, un partido, una religión, una secta, un equipo de fútbol, una iglesia, una mezquita, una ideología, una ilusión, un bálsamo que espante a la intemperie anímica.

Pertenezco a esa casta descreída de casi todo, no desprovista de conciencia social ni cívica pero incapaz de militar en nada, preocupada egoístamente por cobrar todos los meses, que desea el bienestar y la salud (anhelar su felicidad permanente sería una utopía) de la gente que quieres, que ruega a la suerte para que el tránsito al otro mundo o a la nada no lo provoque una enfermedad larga y devastadora, y quiero no sentirme excesivamente acorralado en el trabajo que me permite comer y beber bien, o sea, por tanto instinto o convicción pequeñoburguesa (el término ha pasado de moda, pero siempre estaba en la revolucionaria y abrasiva boquita de tantos personajes que conocí en mi juventud y que acabaron de directores generales del partido que estuviera en el poder) para marcar su miserable paso por la vida.

Y siento envidia, pero también estupor y un poco de miedo ante esos millones de personas que exigen la independencia de Cataluña. Y ante los infinitos españoles ataviados con patrióticas banderitas que se la niegan en nombre de la ley o de sus cojones. Y me pregunto qué barbaridad ocurrirá en ese país entre los que quieren ser libres y los que se sienten a gusto en el imperio. Los dinamiteros de Hipercor ya no tienen urgencias nacionalistas desde que pillaron legitimado poder. ¿Cómo coño empezó la matanza de los Balcanes?

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