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DCode de día: música, comida sobre ruedas y... bebés

Un paseo por el festival madrileño, que por primera vez abre sus puertas a mediodía

Patricia Peiró
 Ambiente del DCODE, festival en el Campus de la Unversidad Complutense de Madrid.
Ambiente del DCODE, festival en el Campus de la Unversidad Complutense de Madrid.Kike Para

“Hasta que tengamos poder para decidir dónde va, vendrá con nosotros a festivales, así que la traemos desde ya, para que se vaya acostumbrando”, Carolina, mamá primeriza ha estrenado a su hija Carlota en la música con el Dcode. La niña nació hace poco más de dos meses y ahí está en su carrito, sin inmutarse por el jaleo que están montando de fondo la banda Wolf Alice, que no hace precisamente canciones de cuna. Es el primer año que la cita madrileña abre sus puertas en horario matinal, desde las 11.30. Muchos padres festivaleros han aprovechado para iniciar a sus polluelos en este rito. Para los asistentes que venían de fuera de Madrid también ha sido todo un regalo, ya que han podido aprovechar desde bien temprano el viaje.

En el césped que comienza a llenarse a eso de la una de la tarde una familia festivalera de pro. Eva y Jesús, ambos de Madrid, escuchan la música junto a sus hijos Álex, de 10 años y Hugo de 6. En el móvil enseñan fotografías de otras citas como en Low de Benidorm y el Sansan de Gandía. En todas ellas aparece Hugo, el más dicharachero de los dos, con la misma camiseta de Kiss que luce hoy. “Le encanta y se la vamos comprando en diferentes tallas”. En alguna de las imágenes, el pequeño todavía sale con unos cascos gigantes. “Es el protector de tímpano, a los cuatro años ya se lo quitamos, nos ponemos un poco alejados de los altavoces y ya está”, cuenta Eva. Estos hermanos ya son fanáticos de la música de Efecto pasillo y Second, un grupo este segundo, que escuchan mucho con su padre. “Ahora muchas veces ya vamos a ver a los grupos que les gustan a ellos más que a los nuestros”, comentan entre risas.

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Un poco más adelante, entre un público que comienza a entrar en calor sobresale la cara ensimismada de Irene, de 3 años, con unos cascos rosas más grandes que su cabecita. Está subida a los hombros de Nacho, su padre. “Le está encantando, ella flipa con todo esto”. Es la primera vez que la trae a un festival. “Por la comodidad que ofrece este, porque tienen una zona de niños genial y porque quería que viera lo que es esto”, cuenta él esquivando el bolsito que ella tiene en su mano y del que asoma un conejo de peluche.

Pero no solo los pequeños pululaban por el Dcode diurno. A eso del mediodía empezaban a aparecer las primeras cervezas en manos de los asistentes, aunque todavía estaban a la par con refrescos y algún que otro redbull, que anunciaba, tal vez, la necesidad de reponer fuerzas tras una noche de fiesta pre Dcode. La caseta para cambiar dinero por tokens, la moneda de los festivales, aún no estaba del todo llena, pero alguno que otro ya cambiaba una buena cantidad en previsión de lo que podía dar de sí la jornada.

El día había amanecido con nubes, pero la aplicación del tiempo de los smatsphones que varios consultaban en el acceso, no anunciaba lluvia. Uf, menos mal. De hecho, conforme avanzaba el día el cielo se despejaba y llegaba el calor que obligaba a un empleado de seguridad a echarse un botellín de agua fresca por la cabeza de forma discreta tras una de las vallas cercanas a la zona del merendero.

El Dcode de este año también es el de las food trucks, las caravanas de comida. Hay de todo: comida mexicana, kebabs, molletes, perritos, hamburguesas...¡hasta zumos detox!. Andreína y Julio son dos de los que ocupan una de estas furgonetas alimenticias. “Nosotros llevamos un año en esto y hemos notado que se ha puesto de moda, cada fin de semana prácticamente vamos a un evento como este”, explica él. La suya es una furgoneta granate pero también había una metálica más cuca y pequeña y otra a lo grande que en un tiempo pasado fue un autobús.

Entre un concierto y otro, en un círculo, dos Santis, Joseba, Josemi, Jesús y María charlan tranquilamente. La mitad de Madrid y la otra de Navarra, la única chica se encarga de dejar claro cuál es su grupo predilecto: “¡Crystal Fighters!”. “Es un festival y es en Madrid... hay que venir ¿no?”, apunta uno de los Santis como una verdad indiscutible, “lo único malo es eso de no poder volver a entrar si sales a partir de las cuatro”. A unos metros, Marta y Laura, de 20 y 22 años, han venido desde León y no dudan de que aguantarán en el recinto hasta que la organización las eche, total, hasta el domingo a mediodía no tienen el bus de vuelta a su ciudad. “Queremos ver a Izal, Supersubmarina, Vaccines...”,cuentan, una con un llamativo pelo rojo y la otra con una corona de flores. Ambos looks ideales para una jornada así. Los flecos y las camisas de flores también han tenido su momento de gloria en esta cita, como es habitual en los festivales. Todo muy moderno.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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