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Todos los días arroz hervido

Regresa Ginés Sánchez con una novela sobre nuestro tiempo, desde 2008 al actual. Los años de la gran crisis

J. Ernesto Ayala-Dip

Regresa Ginés Sánchez con una novela sobre nuestro tiempo, Entre los vivos. Y cuando digo nuestro tiempo me refiero a los años que van desde 2008 al actual. Los años de la gran crisis. Si los protagonistas de La conquista del aire (1998), de Belén Gopegui, hablaban de dinero contante y sonante, de gente treintañera que pedía dinero prestado para llegar a fin de mes, hoy el autor de Los gatos pardos habla de cómo un joven desocupado tiene que alimentarse de arroz hervido con salchichas de Fráncfort un día sí y otro también, y de desayunos y meriendas a base de galletas con chocolate de las más baratas. Estos elementos que describo pueden parecerle al lector detalles, aparte de prosaicos, insignificantes. Y sin embargo son su sal esencial. Y sus significantes. Y si a ello se le suma un ejercicio estilístico que nos informa sobre cómo redimensionar naturalismo y realismo para convertirlos en una poética personalísima de representación novelística, entonces convendremos en que estamos ante una novela distinta.

Ginés Sánchez, a través de una voz omnisciente, nos habla en su novela de la pobreza, la coyuntural y la que toca por pertenecer a la clase social en la que se ha nacido. Crea un protagonista a la altura de las actuales circunstancias. Se llama César Cálvez Gusanito y está en paro, tiene estudios universitarios, comienza a sentir que cuenta poco en la sociedad. Mientras tanto, se llena de pastillas, morfina y muchos videojuegos. Encuentra lo más parecido a una amiga en la rutina virtual. De vez en cuando encuentra alguna chapuza para sobrevivir. Pasan los días y las noches. Montado en su coche, urde en la ciudad nocturna soluciones incomunicables. Y comienza a almacenar una extraña sensación de alejamiento, como si nada le afectara. Como si en sus noches de sexo pobre, la euforia de la carne no tuviera sentido. Mucha soledad casi irreparable, mucho alimentar un victimismo justificado pero ineficaz. Ideas que van rondando por su cabeza. Y la peligrosa fantasía de convertirse en una especie de francotirador urbano. No obstante, Gusanito tiene un ángel cerca.

Entre los vivos, desde el punto de vista de su escritura, me recuerda a una operación equivalente en La sombra del arquero (1990), de Alejandro Gándara. La frase diseñada exactamente para describir no tanto un carácter como un estado de ánimo fragmentado en mil trozos de instantes distintos. La escritura cuando es lo más parecido no a un tramo sintáctico, sino a una respiración.

Entre los vivos se suma a la mejor narrativa española de la gran crisis, el nuevo paradigma narrativo de nuestros días. Ginés Sánchez hace que su héroe, al final de la novela, aviste la ciudad desde un mirador. Eso nos tendría que recordar a esos héroes desilusionados de Balzac oteando París desde Montmartre. Y sin embargo vemos en Gusanito una reencarnación moderna de un personaje dickensiano. Ahí, como sintiendo que está a punto de tocarlo su salvación.

Entre los vivos. Ginés Sánchez. Tusquets. Barcelona, 2015. 288 páginas. 18 euros.

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