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Cartografía íntima de un escritor

Juan Cruz Ruiz publica 'El niño descalzo', una carta dirigida a su nieto y a su hija

El periodista y escritor Juan Cruz Ruiz, el pasado miércoles, en el Café Gijón, de Madrid.
El periodista y escritor Juan Cruz Ruiz, el pasado miércoles, en el Café Gijón, de Madrid.Claudio Alvarez (EL PAÍS)

Oliver, Eva y Juanillo son los tres niños en la edad del llanto y los porqués y del descubrimiento alegre de los números, uno, dos, tres, cuatro… donde nace el tiempo bajo el que Juan Cruz Ruiz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) desvela su cartografía más íntima. En ella trata de poner en orden su pasado y presente al dialogar con su nieto, con su hija y con él mismo. Una carta privada a los tres y que hace pública en El niño descalzo (Alfaguara). Un libro que continúa el diálogo con su infancia tras La foto de los suecos (sobre su barrio) y Ojalá octubre (sobre su padre).

El rumor del mar oloroso a salitre acompaña esta confesión de 49 capítulos breves que son exploraciones a los orígenes de muchas cosas en la vida de este periodista, editor y escritor: la lectura, la soledad, los miedos, la melancolía, el amor, el desamor, el silencio, el dolor, la risa, el frenesí, la decepción, la escritura, el sexo, la amistad, el perdón, la culpa y el periodismo, su vida.

Tengo un silencio por dentro que no se puede medir, es el océano Atlántico y el Pacífico juntos, pero no tan pacífico. Eso es lo que me hace escribir. Escribir me ordena, pero sobre todo me ordena el periodismo"

El rumor de la ciudad olorosa a café acompaña este fin de verano los recuerdos del autor en el primer sitio donde vino a Madrid, por allá a comienzos de los años 70, cuando dejó su isla, el Café Gijón. Entonces dice que “era y es, sobre todo, un joven poeta”. El libro es una prueba del ritmo de Juan Cruz, escrito de primavera de 2013 a primavera de 2015 y en diferentes países. Como el periodismo que no duerme y sus días que parecen de 25 horas.

“Tengo cierta nostalgia por ese tiempo. Un periodista lo es haciendo periodismo. Cuenta la vida. El jefe da órdenes y mi vocación es la de periodista”, dice Cruz, adjunto a la dirección de EL PAÍS, y vinculado al periódico desde su fundación, en 1976, solo con el paréntesis de editor de Alfaguara y director de la Oficina del Autor del Grupo Prisa, entre 1992 y 2005.

Escribir, escribir, ese es su verbo preferido. ¿Por qué? “Yo tengo mucho dolor. A mí me conmueven muchas cosas, escribo lo que me conmueve. Tengo dos personalidades: una es la visible con la que la gente considera que soy un hombre con muchos recursos y creen que soy simpático o dicharachero, pero tengo un silencio por dentro que no se puede medir, es el océano Atlántico y el Pacífico juntos, pero no tan pacífico. Eso es lo que me hace escribir. Escribir me ordena, pero sobre todo me ordena el periodismo”.

Quería escribir un libro sobre la infancia de Eva por ocuparme tan poco de ella. Tenía una deuda, la tengo”

Y El niño descalzo le ha ordenado su vida privada. “Es un libro sobre el tiempo. Yo estaba jubilado del periódico, no del periodismo, porque ahora cuando me ha llamado el director me he convertido en un jubilado activo. Del latigazo del tiempo me salva la evidencia del nieto que prolonga la alegría de vivir. El tiempo para mí no son los años sino el ánimo con que los afrontas. El tiempo es el espejo que va por dentro”.

El suyo tiene algunos fantasmas, como el niño Juanillo suspendido justo en el vacío, luego de que su madre lo lanzara hacia arriba en el juego infantil y que espera que lo reciba en brazos.

“La soledad que manifiesto no es mi soledad, porque soy muy sociable, soy un solitario que no está en soledad. Tengo la soledad de quienes me han precedido... Por esa razón escribo tanto de los que no están, porque sí están. Nosotros los prolongamos”.

Es lo que le recuerda a su hija y a su nieto. Aquellos difuntos amados, madre y padre, y su prolongación en Eva y Oliver son los pilares de El niño descalzo junto a Pilar, su esposa, y una escena vivida cuando en su habitación infantil su padre fue amenazado con un cuchillo. Y la necesidad de saldar una deuda.

“Viví una época de mucho trabajo en Londres en los 70, ya era un obseso del periodismo. Eva era pequeña y presté poca atención a mi familia. Quería escribir un libro sobre la infancia de Eva por ocuparme tan poco de ella. Tenía una deuda, la tengo”.

 Internet y periodismo

 Juan Cruz no quería estar solo, y ve cómo la soledad de la gente se evidencia en las redes sociales.

“Esa es la expresión de un enorme desasosiego social que vivimos y que aprovechan las multinacionales. Es el gran negocio del desasosiego. Ahora creemos que es mejor periodista el que acusa sin exponer argumentos y no contrasta. El que más grita. Es parte del efecto de las redes sociales. Olvidamos la esencia del periodismo. Y la esencia es el contraste. El respeto a las distintas posiciones, la denuncia con datos y argumentos, lo que fue siempre”.

El origen del periodismo le viene de cuando niño estaba en casa con asma y no podía salir mucho y a determinadas horas su madre le pedía silencio para escuchar las noticias de la radio.

“El origen es la necesidad que me creó la radio de conocer mundo, una manera de salir de casa”

Juan Cruz Ruiz es un hombre siempre en tránsito que se autorretrata: “Soy una persona que tiene miedo y que corre, que corre detrás de una noticia, de un hecho, de la alegría. Corro para perder el miedo, ese soy yo”.

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