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SILLÓN DE ORJEAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La comedia humana en un bar

Las propuestas editoriales para este otoño incluyen desde nuevos estudios sobre la guerra civil hasta la biografía de Ada Lovelace, la hija de Byron.

Manuel Rodríguez Rivero
El actor Terence Stamp en un fotograma de la película 'Billy Bud' (1962), inspirada en el relato de Melville.
El actor Terence Stamp en un fotograma de la película 'Billy Bud' (1962), inspirada en el relato de Melville.

Parece que tras el éxito de ventas de Open, mi historia (2009), la autobiografía de Andre Agassi, Duomo le ha cogido gustillo a los libros de J. R. Moehringer, que fue el "negro" de lujo que "ayudó" al tenista armenio-estadounidense a conseguir que sus vivencias, recuerdos y escándalos se convirtieran en uno de los non-fiction más unánimemente elogiados en los suplementos literarios. En realidad, Agassi se decidió a encargarle su libro a Moehringer, que ya había ganado en 2000 un Pulitzer de periodismo, porque había quedado fascinado por la lectura de El bar de las grandes esperanzas (2005), que es, precisamente, el libro de Moehringer con el que Duomo se estrena en septiembre. De nuevo, una autobiografía —sólo que esta vez propia—, aunque yo he leído las "pruebas sin corregir" (¡cómo odio hacerlo!) como si se tratara de una novela de formación. Como señala el autor, "todo el mundo tiene un lugar sagrado, un refugio, un lugar en el que su corazón es más puro, su mente es más clara (…). Para bien o para mal mi lugar sagrado era el bar de Steve". Un bar que primero se llamó Dickens (qué casualidad: "mi" bar era un pub que se llamaba igual, estaba enfrente de donde estuvo el diario Madrid y lo frecuentaban poetas, periodistas y escritores de entonces) y, luego, Publicans. Ese fue el lugar donde creció J. R. Moehringer, abandonado por su padre muy pronto y a quien logró sustituir con la parroquia más bien masculina de aquel lugar acogedor, mezcla de la de Cheers y de la de cualquier otro buen bar del que pueda usted acordarse. Allí, en ese ámbito cálido y acogedor (pero también bronco, cuando era preciso) el joven J. R. frecuentó a poetas, soldados, actores, gafapastas, borrachos, policías, millonarios, actores, fracasados y al resto de la fauna de comedia humana. Y tranquilas: también hay mujeres (la madre, por ejemplo, un notable personaje literario). Moehringer nos cuenta sus historias, haciéndolas suyas y sin un ápice de pringoso sentimentalismo: fue allí, clarísimamente, donde J. R. se convirtió en escritor. Por cierto, el bar en cuestión estaba en Manhasset, Long Island, muy cerca de donde Gatsby organizaba las fiestas para poder bailar con Daisy Buchanan. Si están hartos de novelas pedorras repletas de intrigas clónicas y les apetece una buena dosis de la materia de la que está hecha la buena literatura, El bar de las grandes esperanzas es una estupenda opción.

Guerra

La república, la Guerra Civil y la larguísima dictadura siguen suministrando buena parte de la materia de la no-ficción española, autoayudas, cocineros y famoseos mediáticos aparte. Últimamente me han llegado varios libros que me parecen particularmente importantes o que abordan aspectos insuficientemente explorados de ese largo periodo. En primer lugar, la importante síntesis, convertida en referencia insoslayable, La segunda república (Pasado y Presente), de E. González Calleja, F. Cobo Romero, Ana Martínez Rus y F. Sánchez Pérez, cuatro historiadores de la generación del posfranquismo. La represión impuesta por los facciosos durante y tras la guerra rebasó con mucho lo que podría considerarse imprescindible para asegurar su victoria: ya desde el inicio de la contienda el general Mola (el mulo Mola, lo llamó Bergamín en verso burlesco) marcaba la pauta de lo que vendría después, afirmando que era preciso "propagar una atmósfera de terror. Hay que extender la sensación de dominancia eliminando sin escrúpulos a todo aquel que no piense como nosotros" (citado por Hugh Thomas). Ese "terror saludable" se practicó, después de la victoria, con feroz intensidad en zonas consideradas merecedoras de más castigo o donde fue mayor la resistencia; Luchadores del ocaso (KRK), de Ramón García Piñeiro, es un estudio documentado y apasionante sobre la represión, la guerrilla y la violencia política en Asturias desde 1937 a 1952. Piñeiro estudia la formación y composición de las partidas guerrilleras, su estrategia, sus mecanismos de protección. Pero en lo que este libro resulta particularmente brillante es, sobre todo, en la evocación y reconstrucción de la atmósfera de odio y venganza propiciada por los vencedores para la destrucción y el exterminio de los vencidos. Otro libro importante sobre un aspecto esencial de la "vuelta al orden" impuesta tras la victoria es el reader, coordinado por Feliciano Montero y Joseba Louzao, La restauración social católica en el primer franquismo, 1939-1953 (Universidad de Alcalá), en el que se examinan las formas que fue adoptando el proyecto contrasecularizador y defensivo del catolicismo nacionalista. Por último, entre los libros programados para la rentrée, me ha llamado la atención La otra cara del caudillo (Crítica, septiembre), un ensayo de Ángel Viñas en el que se pasa revista, justo 40 años después de la muerte del dictador, a algunos de los mitos difundidos sobre el personaje por biógrafos e historiadores "revisionistas". Viñas, que, según los paratextos editoriales, ha tenido acceso a nueva documentación, analiza, entre otras cosas, los resortes de su poder, la admiración de Franco por el nazismo, o el "oscuro" origen de la fortuna que amasó durante la guerra.

Marinero

Interesantes propuestas de Alba para el tercer trimestre. Desde Mientras seamos jóvenes (en septiembre), una nueva aventura del detective Ricardo Blasco —para mi gusto uno de los más consistentes de la pobladísima fauna sabuesa española—, del canario José Luis Correa, hasta joyas más o menos ocultas, como Judith Fürste (septiembre), de la danesa Adda Ravnkilde (1862-1883), o la biografía El algoritmo de Ada (noviembre), que recorre la vida y saberes de Ada Lovelace, hija de Lord Byron, matemática y escritora, y una de las precursoras de la ciencia informática. Además de un plato fuerte prenavideño: una gran antología de Cuentos de Navidad, editada por Marta Salís, que reúne relatos de autores de los últimos dos siglos (prácticamente desde que la Navidad se convirtió en fiesta familiar): desde los Grimm hasta Auster, incluyendo mi cuento “navideño” favorito, Los muertos, de James Joyce. En todo caso, una de mis (re)lecturas agosteñas más provechosas también se la debo a Alba: Billy Budd, marinero (traducción de Miguel Temprano García), ese impresionante testamento de Herman Melville, publicado póstumamente en 1924, pero compuesto hacia 1888. La trágica historia de ese marinero pacificador, querido por todos, bonachón y tímido (alguien lo ha llamado "un corazón simple", en referencia a la Felicité del gran relato de Flaubert), al que el odio del maestro de armas Claggart (secretamente enamorado de él) y la irresolución legalista del capitán Vere condenan a una muerte ignominiosa, me sigue pareciendo una de las imprescindibles obras maestras de la novela corta del XIX. 

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