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Fuera de serie
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los cerebros de las series

Los 'showrunners' serán hombres complicados, pero no queda más remedio que rendirse ante ellos

Natalia Marcos

Recuerda Brett Martin en el libro Hombres fuera de serie (Difficult Men en versión original), editado en España por Ariel, que cuando la cadena AMC empezó a promocionar Mad Men, el lema que utilizaron fue “Del productor ejecutivo de Los Soprano”. Matthew Weiner había formado parte del equipo de guionistas de la quinta y sexta temporadas de la serie sobre mafiosos creada por David Chase, su mentor y del que aprendió el oficio (y las maneras) de showrunner.

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La decisión de AMC da una idea de la importancia que han tenido en esta tercera edad dorada de la televisión los creadores de las series, los responsables de tantas horas robadas al sueño. Los nombres de Alan Ball, Vince Gilligan, David Simon, Aaron Sorkin, Terence Winter, David Milch o Shawn Ryan son inseparables de sus creaciones. En el libro, imprescindible para cualquier seriéfilo, Martin retrata a esos “hombres difíciles” que se convirtieron de la noche a la mañana en estrellas televisivas, adoradas y odiadas por millones de personas. David Chase, que antes de crear Los Soprano renegaba de la televisión (“Lo hice por dinero. Es la única vez que lo he hecho”, dijo sobre su paso como showrunner por Doctor en Alaska) y cuya obsesión era triunfar en el cine, llegó a HBO para cambiar para siempre el mundo de las series. Después de Los Soprano, nada volvió a ser lo mismo.

No se tomaba ninguna decisión importante sin que Chase hubiera dado su visto bueno antes. Su firmeza fue posible gracias también a una cadena que no tenía nada que perder y que le daba libertad para hacer y deshacer a su gusto. Solo le pusieron dos objeciones a lo largo de toda la serie, pero Chase terminó saliéndose con la suya en las dos ocasiones: el título, por perfecto que nos pueda parecer hoy, no les convencía; y el quinto capítulo, en el que Tony asesina con sus propias manos y ante la cámara a un hombre mientras visita universidades con su hija, era, dijeron, demasiado brutal. Pero así es Los Soprano: muertes ante nuestras narices y sangre que salpica al televisor.

Ser el máximo responsable de una serie no siempre es sencillo. Que se lo digan a Damon Lindelof, uno de los cerebros detrás de Perdidos, que incluso decidió desaparecer de Twitter harto de aguantar las quejas de los seguidores de la serie por su ya mítico final.

Los showrunners serán hombres complicados, pero no queda más remedio que rendirse ante los genios que nos han regalado Los Soprano, Mad Men, A dos metros bajo tierra, Breaking Bad, The Wire, El ala oeste de la Casa Blanca, Boardwalk Empire, Deadwood o The Shield. A sus pies.

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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