_
_
_
_
_
corrientes y desahogos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Le Corbusier y Coco Chanel

“La simplicidad es el resultado de la complejidad; el ahorro es el resultado de la riqueza”. ¿John Maynard Keynes? No: Le Corbusier. Su tiempo de posguerra y el maquinismo simplificador le llevaron a publicar un libro-manifiesto titulado El arte decorativo de hoy (1925) y donde se declaraba el odio al color y el ornamento. Todo blanco. Y, acaso, algo negro. Lo mismo que plasmaba Coco Chanel (1883-1971) en su célebre traje tweed: sencillo, blanco y ribeteado de negro.

El próximo 27 de agosto se cumplen los cincuenta años de la muerte de Le Corbusier (1887-1965) y esta columna de homenaje es hoy como su pilote. Con 78 años, el médico le había prohibido nadar pero siguió nadando hasta que lo paró el infarto. Tozudo, enérgico y antipático como era, no renunció, igual que Coco Chanel, a sus teorías, tan propicias a las críticas sociales y profesionales de entonces. Su estilos sin aderezos, corsés, frisos ni rellenos resistieron; y, al cabo, fueron paradigmas.

Los dos han pasado a la historia con sus apodos. Le Corbusier fue una simplificación de su abuelo Lecorbésier y Coco, explicó apócrifamente el biofísico Luca Turin, procedía de ser ella la patrocinadora, en París, de las mejores fiestas con cocaína.

Si a Le Corbusier le alza como autor de un lujo secreto en la Villa Saboya, a Coco la endiosó cada gota encerrada en el perfume universal número 5. Desde Greta Garbo a Marlene Dietrich (o Marilyn Monroe) fueron clientas de Coco y a Le Corbusier todavía le siguen interpretando los arquitectos de todo el mundo.

¿Llegaron a conocerse? En el París de los años 20, como en el Madrid de entonces, la élite formaba un cogollito (Longares, Romanticismo) y Misia Sert, la esposa de Josep Maria Sert, tío del arquitecto Josep Lluis Sert, era íntima de Chanel. Por intereses, confidencias y consumo de drogas las dos mujeres se hicieron uña y carne y el arquitecto, pese a su solipsismo no rehuyó el contacto. Homófoba y antisemita hasta hacerse agente nazi, disfrutó de un amante de alto grado entre los militares de Hitler.

A veces claros, a veces tenebrosos, Coco disfrutó de tantos romances que parecía tratar de redimir con la profusión del sexo, su primera época de exclusión, pobreza y orfanato. Pero nunca cedió, sin embargo, a la promiscuidad estética. “La cultura ha dado un paso adelante y la decoración jerárquica ha sucumbido”, decía Le Corbusier. El arte decorativo moderno no debía tener decoración, pensaría, sobre la ropa, Coco Chanel.

O para decirlo normativamente: “Debe quedar suprimido todo lo que se pueda obtener con el dinero”. Los dos murieron, sin embargo, ricos. Pero en blanco y negro. En el Mediterráneo luminoso él, y ella, entre las brumas negras de su última y fatal adicción a la morfina.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_