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La belleza del cine en su gran pantalla

El Phenomena de Barcelona apuesta por una programación de películas de culto

Toni García
Fachada del cine Phenomena en Barcelona, el pasado 20 de julio.
Fachada del cine Phenomena en Barcelona, el pasado 20 de julio. XAVIER TORRES-BACCHETTA

“¿Proselitismo cinéfilo? Sí, me gusta la definición, podría decirse que eso es lo que hacemos aquí”, dice sonriendo Nacho Cerdá (Barcelona, 1969) sentado en uno de los sofás del Phenomena, el cine que ha revolucionado Barcelona y de paso el panorama nacional, con una filosofía que pone rumbo opuesto a la de las manidas multisalas: “Lo que hacemos no es nuevo, lo hacían los cines de barrio con las sesiones dobles. Todos los de mi generación nos formamos en esos cines, nuestra educación cinéfila proviene de ahí”.

El Phenomena, un cine de 440 plazas que ocupa el hueco que dejó el desaparecido cine Nápoles, proyecta los consabidos filmes de culto (léase Los goonies o Regreso al futuro) pero también ciclos de todo tipo, títulos inéditos en versión original, taquillazos en atronador Dolby Atmos (el mejor sistema de sonido del mundo) y docenas de películas que uno jamás podría recuperar en el universo de las salas convencionales.

Phenomena nació en 2013 como una manera de rendir homenaje a ese cine que te recuerda lo bonito que es ver una película en pantalla grande pero en mi cabeza siempre estuvo que esto acabara siendo un lugar fijo, no un evento itinerante”, cuenta Cerdá, un rostro conocido en los círculos cinéfilos españoles, tanto en su faceta de director de cortos y largos como en su labor de promotor e impulsor de eventos e iniciativas que atrajeran a un público no necesariamente concienciado. “Lo que buscamos recuperar en Phenomena es la experiencia, la preciosa experiencia de ir al cine. Creo que es una cosa que hemos perdido. No me interesan los taquillazos, o qué película vamos a poner esta semana o la que viene, sino que lo que me gustaría es que el espectador vuelva a ir al cine como si fuese algo extraordinario. De la misma forma no me importa tanto que nuestro modelo se expanda sino que las salas vuelvan a llenarse de ese público que considera el cine algo único, que sólo puede ser disfrutado en las propias salas y en tamaño grande: eso es lo que me haría más feliz”.

Cerdá, cinéfilo irredento y presentador, micrófono en mano, de algunas de las sesiones del templo, conoce muy bien a su público —“varía mucho dependiendo de la película que pongamos”— y sabe que no basta con una oferta variada, muchas veces sorprendente, que hay que dar algo más: “A veces es una selección de tráileres, otra una cara popular”. Como tomarse una pizza viendo los cortos de Santiago Segura (el popular Evilio) o un cóctel con Mad Max y con algunos referentes en mente que sonarán a los más viajeros. “El Electric o el Empire, que los tenemos aquí mismo, o cines tan conocidos como los Alamo Drafthouse de Austin, modelos distintos que en realidad han existido siempre pero que hemos perdido”, argumenta Cerdá. De momento, y después de siete meses de obras, pueden presumir de una clientela asidua que acude a ver sus películas, pero también a admirar su marquesina y sus modos de cine antiguo, forrado de terciopelo rojo y lleno de detalles que van más allá de la proyección impoluta y los avances tecnológicos. “Este es un cine clásico, con las grandes cortinas que se abren para dejar paso a la proyección y todo aquello que creíamos que contribuía a generar una atmósfera agradable, a aumentar la experiencia”, cuenta el catalán.

‘Thrillers’ de los setenta

Con Phenomena y otros cines de proximidad como el Texas barcelonés o los Renoir madrileños (programando sesiones especiales para una parte de la audiencia ávida de sensaciones distintas), los cinéfilos de ambas ciudades pueden aspirar a ver una parte del séptimo arte que resulta difícil de contemplar en esta época donde la mayoría de películas sólo se centra en la taquilla, esperando generar la suficiente expectación como para aguantar más de una semana en la pantalla.

“Para septiembre estoy preparando un ciclo de thrillers de los setenta, con William Friedkin o John Frankenheimer, algo que no podría hacer en ninguna otra parte y que son el núcleo central de lo que me gustaría que fuera Phenomena”. Y Cerdá prosigue: “Está muy bien llenar la sala con los títulos de siempre, pero a mí me gusta poner otras cosas”. ¿La película que hizo que Phenomena exista? “Tiburón. Esa fue la película que lo cambió todo para mí, que me hizo amar el cine para siempre. Mira [señala una gigantesca foto donde aparece Steven Spielberg, director de la película, posando en la boca del mismísimo tiburón], podría decirlo más alto pero no más claro, ¿no?”.

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