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‘Memoria’ (3): ‘El viaje’

Javier Olivares, guionista de series como 'Isabel' continúa su relato. Hoy, el protagonista relata un viaje a Londres, su primera salida al extranjero

Eduardo Estrada

Poco a poco fui recordando mi pasado. Descubrí que su banda sonora está llena de canciones de Serrat. Suenan en mi cabeza más a menudo cuando los recuerdos coinciden con rechazos amorosos. O con mi habitual cita en el parque de atracciones con los recitales que daba cada verano. Cantaba en castellano y en catalán. Todo el mundo aplaudía Cançó de matinada o De mica en mica igual que Mediterráneo o Cantares. A los pocos años, de repente, el público empezó a abuchearle cuando cantaba en catalán. No sé que pasó entre medias. Pero me dio mucha pena.

Yo quería ser actor. Pero era muy malo. Luego decidí ser escritor, pero era peor. Mis padres siempre me decían que hiciera lo que quisiera pero que tenía que estudiar una carrera. Mi padre soñaba con que fuera abogado, médico o arquitecto. A cambio, estaba en una compañía de títeres y decidí estudiar Historia. No hubo ni una queja en casa. Mis padres eran de una generación que, sencillamente, quería que sus hijos estuvieran más preparados que ellos. No había dinero. A cambio, sobraba dignidad en unas familias que luchaban día a día porque este país fuera un lugar más amable donde vivir.

En la facultad se organizó un viaje a Londres. Fue mi primera salida fuera de España. Era enero de 1977. El general Villaescusa había sido secuestrado por los GRAPO. El Atlético de Madrid ganó en Bilbao un partido decisivo para llevarse la liga. En Londres, en un hotel enmoquetado hasta el techo (hasta la tapa del retrete estaba enmoquetada) se esperaba a Abba como un acontecimiento. En el bar del hotel sonaban canciones como If you leave me now de Chicago, Margarita de Richard Cocciante o el Don´t cry for me Argentina. En los locales nocturnos, como el 100 Club de Oxford Street, era otra cosa. Allí un grupo punk hacía versiones de Sinatra y Aznavour. A la salida, repartían octavillas que anunciaban un concierto de Sex Pistols.

Por la tarde iba al cine. Vi El último tango en París y Todo lo que quería saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar. Sí, la de Woody Allen. Ambas estaban prohibidas en España. Ahora se lo cuento a mis alumnos y se creen que es ciencia ficción.

En el metro, en la calle, me encontré españoles que se giraban hacia nosotros cuando oían hablar en castellano. Gallegos, asturianos, andaluces, madrileños. Habían ido a Londres para trabajar en los trabajos que los ingleses no querían. Esto ya no les parece ciencia ficción a mis alumnos.

Cuando volví a Madrid sentí que volvía a un lugar oscuro y sin alegría. A un mundo al que no quería pertenecer. De aquel viaje a Londres conservo aún una certeza y una duda. La certeza es que el No Future de los Sex Pistols ha resultado premonitorio. La duda es que, a día de hoy, me encantaría que alguien me explicara qué coño eran los GRAPO.

En una de las historias de la película de Woody Allen, un bufón (él) iba detrás de una bella dama medieval que llevaba un cinturón de castidad. Al final del sketch, encontraba por fin la llave, miraba a cámara y decía:

–Hay que darse prisa. Pronto llegará el Renacimiento y tendremos que ponernos todos a pintar.

Al regresar a España, que avanzaba en su Transición democrática, me dio la sensación de ver algo parecido cuando iconos de la dictadura salían en la televisión como si nada hubiera pasado. Siempre me parecía oírles:

–Hay que darse prisa. Pronto llegará la democracia y tendremos que ponernos todos a votar.

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