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Finaldi asume la dirección de la National Gallery en plena huelga

El ex número dos del Prado deberá resolver el conflicto por la privatización de servicios Un tercio de la plantilla secunda el paro

Un guardia de seguridad, en una sala de la exposición 'Venecia: Canaleto y sus rivales', en la National Gallery, en 2010.
Un guardia de seguridad, en una sala de la exposición 'Venecia: Canaleto y sus rivales', en la National Gallery, en 2010.CARL COURT (AFP)

Gabriele Finaldi se estrenará este lunes como director de la National Gallery londinense —después de una década de trabajo en el Prado—, pero su primera preocupación no pasará tanto por la gestión de la colección de la sede de la plaza de Trafalgar sino por hallar una vía para que el público pueda acceder a ésta. Porque dos centenares de empleados permanecen en huelga indefinida desde el 11 de agosto, forzando el cierre de algunas salas, provocando la confusión entre los turistas y asiduos, y semiparalizando una institución que recibe seis millones de visitas anuales. Las posiciones enconadas de gestores y empleados no auguran una salida fácil.

El origen de la disputa se resume en una palabra: “Privatización”. El sindicato convocante del paro se ha rebelado contra la decisión del museo de subcontratar a empresas privadas para la seguridad y algunas labores de atención al público. Teme por el futuro de sus puestos o por el empeoramiento de las condiciones laborales, y denuncia que el contrato con la empresa Securitas para los próximos cinco años abrirá la National Gallery a personal completamente ajeno al mundo del arte. La movilización del sindicato de servicios públicos y comerciales (PCS, en sus siglas inglesas) afecta a un tercio de la plantilla total (604 empleados) y ha obligado a la galería a ir actualizando a diario en su web qué salas se ven afectadas por la huelga.

Los responsables de una de las joyas del patrimonio nacional aseguran que ninguno de los empleos está amenazado y defienden la entrada de empresas externas ante la necesidad de modernización que se impone en el siglo XXI. “Somos uno de los últimos grandes museos nacionales en dar este paso”, reza su comunicado. En la guerra de ambas partes por ganarse a la opinión pública, la institución pone el acento en el perjuicio para el público de la huelga indefinida en plena temporada turística, que ha sucedido a otras anteriores, con 58 jornadas de paros puntuales entre febrero y mayo. Desde que comenzaran las movilizaciones, se recalca, más de 10.000 colegiales han visto canceladas las visitas a la sede de Londres, entre otros ejemplos.

Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, y Gabriele Finaldi, ex número dos del centro y ahora director de la National Gallery.
Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, y Gabriele Finaldi, ex número dos del centro y ahora director de la National Gallery.SOFÍA MORO

“Pedimos al nuevo director que interviniera para resolver la disputa antes de asumir el cargo, pero ahora su primera semana será bienvenida con una huelga contínua”, ha sido el mensaje del secretario general del PCS, Mark Serwotka, quien además exige la reincorporación en su puesto de una miembro del sindicato despedida en relación con el conflicto. Serwotka considera que la privatización es “innecesaria” y alerta sobre “la reputación de una pinacoteca que es uno de los activos culturales más importante del país”. Pero la National Gallery ha replicado que necesita “mayor flexibilidad” para procurar un mejor servicio a sus seis millones de visitantes anuales: “El museo es un bien público que tiene el deber de asegurar el mayor acceso posible al mayor número de personas posibles”.

Guerra a los recortes

Seis millones de visitas

La National Gallery es una de las mayores pinacotecas del mundo, con cuadros de entre los siglos XIII y XIX.

Está abierta 361 días al año y la entrada es gratuita, salvo en grandes muestras puntuales.

Recibe unos seis millones de visitantes al año.

Tiene 604 empleados en plantilla, de los cuales un tercio está en huelga desde el 11 de agosto. La mayoría trabaja en atención al público y seguridad. El museo ha cerrado un acuerdo con una empresa externa para la gestión de esas áreas.

El museo sigue abierto hasta las 17.30, pero la huelga impide acceder a varias salas.

En el corazón de ese pulso, que desorienta a los que acuden a la galería —divididos entre los que desconocían las noticias, los irritados al ver restringida su visita, y quiénes apoyan a los huelguistas— subyace una reacción contra los recortes en general. La tijera del gobierno conservador de David Cameron ha sido implacable con la Cultura, obligando por ejemplo a los teatros que subsisten gracias a las subvenciones a subir el precio de sus entradas.

La National Gallery es de acceso gratuito los 361 días del año en los que abre, aunque redondea sus números con exposiciones especiales que definen cada temporada y exigen comprar una entrada, habitualmente superior a los 20 euros. La calidad de sus propuestas suele estar fuera de duda, aunque, como para otros grandes museos, le ha merecido críticas por alentar la masificación. En el futuro modelo de gestión —y en el enfoque empresarial que tiene a parte de la plantilla en pie de guerra— Finaldi tiene desde el lunes la última palabra.

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