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Ese perro es reseñista

Reich-Ranicki hace hincapié en el valor eminentemente político de la crítica literaria, para señalar después la dimensión inevitablemente ética de la estética de un crítico

Han pasado más de cuarenta años desde la publicación de este pequeño y contundente ensayo de Marcel Reich-Ranicki, el recién fallecido “papa de la crítica” alemana, y sin embargo, su exigencia de una crítica como “elemento decisivo de cualquier forma de vida intelectual” no ha perdido ni un ápice de su vigencia. De hecho, la atención a sus preceptos se ha vuelto más necesaria que nunca, pues la crítica -llámese literaria, política o filosófica-, simplemente como práctica del pensamiento en una sociedad, ha terminado por quedar expulsada del espacio público. Es tal vez la señal más nítida y alarmante del distanciamiento de la res publica de buena parte de la ciudadanía y de la crisis de instituciones que sufre España en general.

Desde que la crítica literaria seria en los grandes periódicos se ha desactivado mediante pagas y espacios irrisorios, se espera de los humillados reseñistas que en vez de orientar al lector con juicios discriminatorios, se limiten a la propaganda editorial. Esta situación es completamente contraproductiva para el carácter dialéctico de la literatura, además de contraria a una democracia en buen funcionamiento, como no se cansa de repetir Reich-Ranicki: “La democracia se define precisamente en virtud de la crítica”. Como ejemplos de su exitosa abolición pone al estado absolutista, a los regímenes dictatoriales que tienen un elevado interés en eliminar cualquier atisbo de pensamiento libre: “La libertad y la crítica se condicionan mutuamente. Del mismo modo que no puede haber libertad sin crítica, tampoco puede existir la crítica si no hay libertad.”

Así que Reich-Ranicki hace hincapié en el valor eminentemente político de la crítica literaria, para señalar después la dimensión inevitablemente ética de la estética de un crítico, ya que el elogio o el rechazo de un libro siempre contiene una “declaración (…) a qué clase de literatura aspira el crítico o qué otra clase querría impedir.” Su cometido debe ser una “defensa agresiva de la literatura” y no del interés de la editorial o del autor. Y mucho menos ha de moderarse en sus pronunciamientos, todo lo contrario: la claridad es su objetivo y esta se ha de perfilar al máximo con juicios extremados. Envuelto en semejante revestimiento normativo, no es de extrañar que el crítico, por muy respetado que haya sido su oficio antaño, sea un personaje mirado de reojo, cuando no ya directamente denostado. “¡Matad al perro ese! ¿No veis que es reseñista?”, era un verso muy citado de Goethe. De ahí que también para su país de adopción, el polaco Reich-Ranicki constata: “La historia de la crítica literaria alemana es la historia de la lucha por su reconocimiento.”

En el epílogo de este texto guerrero, por cierto excelentemente traducido por Juan de Sola, Ignacio Echevarría puntualiza las tesis de Reich-Ranicki sobre el carácter necesariamente polémico de la crítica, desmontando con buena chispa los acomodaticios conceptos locales de la subjetividad del placer de leer. Muy entretenido y recomendable.

Sobre la crítica literaria. Marcel Reich-Ranicki. Traducción de Juan de Sola. Epílogo de Ignacio Echevarría. Barcelona. Elba, 2014. 140 páginas. 14 euros.

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