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El reto de filmar palabras y emociones

José Luis Guerín seduce al festival de Locarno con ‘La academia de las musas’ La película, rodada con medios “mínimos”, no tiene distribuidor en España

El cineasta José Luis Guerín, en Locarno.
El cineasta José Luis Guerín, en Locarno. CARLO REGUZZI

José Luis Guerín (Barcelona, 1960) recibió el aplauso entusiasta de una sala llena de cinéfilos que desafiaron la tormenta veraniega para ver en el festival de Locarno el estreno de su nueva película La academia de las musas, ambientada en la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona. La historia gira en torno a una clase en la que Raffaele Pinto, que interpreta a un profesor italiano devoto de la poesía y Dante, termina conformando una especie de sociedad secreta con sus alumnas en un círculo que genera encuentros y desencuentros en coches y cafés. Un viaje que lleva a descubrir los cantos tradicionales de los pastores sardos y curiosidades como que la palabra “amor” no existe en dicha lengua.

La película ha conseguido distribución en Japón y Francia la mismísima noche del estreno, pero no en España: el director cuenta que de momento nadie le ha mostrado interés. A Guerín, parco en palabras y de mirada lacónica, le cuesta hablar de sí mismo y de su filme. “Es una obra acerca de la palabra y el deseo, sobre la creación y cómo pasan las cosas. No es una historia estereotipada sobre adulterios fortuitos en coches. El cine es un gran deseo. Pienso que su verdadera belleza consiste en ayudarnos a redescubrir cosas”. Y en ese camino de búsqueda está permanentemente el realizador. En esta ocasión ha optado por la ficción pero construida con los elementos del documental que maneja con soltura y de los que está impregnada toda su obra.

La película, en la que figuran Raffaele Pinto, Mireia Iniesta, Rosa Delor Muns y Emanuela Forgetta, está protagonizada por actores no profesionales que intercalan conversaciones en catalán, italiano, castellano y sardo. “Quise dar la libertad a cada personaje para que se exprese en la lengua en la que se sintiera más cómodo y que le permitiera llegar lo más lejos posible”, explica Guerín. De hecho, a diferencia de otras películas del realizador como En construcción (Premio Especial del Jurado en San Sebastián y Goya al mejor documental en 2001) o En la ciudad de Sylvia (2007) en La academia de las musas las conversaciones de los personajes se suceden unas a otras. Un verdadero maremoto de diálogos que no dejan casi un segundo de respiro al espectador.

¿Y cómo se trabaja con actores no profesionales? “En vez de puesta en escena, yo prefiero hablar de puesta en situación. Creo que lo más importante es tener buen ojo como cineasta al elegir a la gente y crear las circunstancias”.

Un fotograma de 'La academia de las musas'.
Un fotograma de 'La academia de las musas'.

La academia de las musas fue realizada con medios menos que mínimos. Prácticamente con una cámara doméstica, sin director de fotografía, ni eléctricos ni sonidista. “Nada de nada. Utilicé lo mínimo”, precisa el realizador con humor. “Solo esta forma de trabajar me permitía captar la intimidad de los personajes en la forma que yo lo entiendo. Lo maravilloso es que no tengo que dar explicaciones a nadie. Tengo casi la misma libertad que tiene un escritor. Jean Cocteau decía que ‘el cine no será libre hasta que no pueda ser hecho con la misma sencillez que un poema”.

En esta película, entre referencias eruditas y jóvenes estudiantes, destaca la figura de la esposa del profesor. Una mujer que es la voz de la sensatez entre tantos altos vuelos intelectuales. “Ese personaje me lo ha regalado Rosa Delor Muns. Al inicio aparece como una madre castradora, pero al final termina siendo la única que realmente cree en el amor. Ella vive en movimiento”.

¿Cuántas veces se puede captar la emoción? “No hay movimiento más cinematográfico que el del pensamiento. Cuando una cámara logra captar la emoción de un rostro humano estamos ante el cine en estado puro. Algo que ningún efecto especial podrá reemplazar nunca”. José Luis Guerín reflexiona un instante, ríe y concluye: “Uy…que teórico me pongo a veces”.

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