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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Risas y sensaciones de antaño

Carlos Boyero
Charles Chaplin en una escena de 'La quimera del oro'.
Charles Chaplin en una escena de 'La quimera del oro'.

En mi infancia los grandes cómicos del cine mudo o habían sido cruelmente jubilados por el sonoro o estaban de retirada aunque se hubieran adaptado a él. Pero recuerdo haber visto gran parte de su cine en la pantalla grande o en ciclos que les dedicaba la televisión. Y además de reírme mucho llegué a enamorarme de algunos de ellos. Antes de saber que su cine contenía algo llamado poesía, épica, una observación profunda de la condición humana. Las reposiciones de las películas de Chaplin eran continuas. Y como casi todo el mundo adoré a Charlot, aquel personaje genial, aunque el señor Charles Chaplin, tan consciente de su trascendente arte, nunca me resultara simpático. Y el énfasis del personaje se vuelve discursivo, estratégicamente sentimental, desprovisto de la gracia infinita que chorrean obras maestras como El chico, La quimera del oro, Tiempos modernos, Luces de la ciudad o algunos cortos magistrales. A excepción del cinismo vitriólico de Monsieur Verdoux, el Chaplin sonoro me deja frío. Incluida la sagrada El gran dictador, aunquereconozca que tiene secuencias magistrales, como la de Chaplin jugando con la bola del mundo.

Pero siento amor incondicional por todo el cine de Keaton. Además ser uno de los creadores visuales más grandiosos de la historia (Hitchcock sería el otro) su hierático personaje me resulta tan divertido como excepcional. Es admirable su pureza, su determinación, su imaginación, su capacidad de supervivencia, su tenacidad, su lógica surrealista. Vuelvo una y otra vez a lo largo del tiempo a la obra de Keaton y la vieja admiración permanece inalterable. Todo su cine lleva la marca de un genio. Y además, quiero a ese tipo que nunca sonreía. Fue maravilloso ver la regocijada bendición del público, las carcajadas colectivas, cuando a principio de los años setenta, programamos casi toda su obra en el cineclub del colegio mayor en el que yo vivía. Y sigo envidiando a los espectadores que le descubren por primera vez. Aunque tengo serias dudas de que los niños, adolescentes y jóvenes actuales posean conocimiento del cine de Keaton y Chaplin. Supongo que en Internet pueden encontrarse sus películas y también están en DVD, ya que ni a los cines ni a las televisiones se les ocurre programar cine en blanco y negro y mudo. Deben considerarlo demencial, estarán convencidos de que la demanda es inexistente. Y probablemente sus cálculos tienen razón. O no. Quiero pensar que aquel cine con el que hemos disfrutado tantas generaciones mantiene su encanto para mucha gente joven. Y me gustaría ver las reacciones de los críos ante Keaton y Chaplin. En una sala grande y a oscuras. O sea, misión imposible.

Me cuentan que van a reponer en el cine Las vacaciones del señor Hulot. También recibo un cuidadísimo pack, realizado por profesionales que respetan y les gusta su trabajo, algo bastante insólito en el mercado audiovisual, que recopila la obra completa de Jacques Tati. Siempre me hizo sonreír ese señor francés que se inventó un cine y un personaje sin referencias, enteramente suyo, con un sello inmediatamente identificable. Y esa sonrisa no se me borra. Y es humor blanco, original, inteligentemente naif, tierno, con gags memorables, atmósfera, escasez de diálogos, imágenes puras. Pero también me pregunto si un nuevo público podrá conectar con ese humor. Ojalá.

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