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Cine para los que no ven

Más de 25.000 colombianos con discapacidad visual se benefician de un programa estatal

Manuel Gómez y Marta Pedraza, en la función para ciegos del pasado 25 de julio.
Manuel Gómez y Marta Pedraza, en la función para ciegos del pasado 25 de julio. Ministerio de las TIC

Mientras la sala de cine va llenándose de a poco, Manuel Gómez y Marta Pedraza se acomodan con calma en uno de los extremos de la tercera fila. Es sábado, 9.30 de la mañana. Manuel ha invitado a Marta a una proyección especial de Cómo entrenar a tu dragón 2 y ella sonríe como una colegiala. No importa que él haya perdido la visión hace 5 años, ni que ella sume seis sin poder ver.

Marta, quien lleva gafas de sol, confiesa que duda de lo que está a punto de suceder. Manuel se muestra confiado. “Te lo aseguro, la vas a entender”, le dice. La prueba es que este hombre de 62 años lleva año y medio asistiendo, el último sábado de cada mes, a este teatro del centro comercial Gran Estación, al occidente de Bogotá.

A la entrada de la sala les han entregado unos audífonos que van conectados a un receptor como los que se utilizan para hacer traducciones simultáneas. Manuel ya le ha explicado a su invitada en qué consiste la audiodescripción, pero ella insiste en que quiere comprobar su calidad y entender, al fin de cuentas, cómo es que un ciego puede disfrutar una película que no ve.

Ministerio de las TIC

Parece sencillo, pero la tecnología de la audiodescripción para cine es algo nuevo en Colombia, un país con cerca de 1.200.000 invidentes. El proyecto, Cine para todos, lo desarrolla el ministerio de las TIC (comunicaciones) desde hace dos años en alianza con un empresa y una fundación. Empezaron en Bogotá en cuatro salas y hoy están en 10 ciudades. El tema de fondo es la inclusión. “Para generar conciencia el Estado tiene que dar el primer paso”, dice María Carolina Hoyos, viceministra del MinTic.

Días atrás, en una casa al norte de Bogotá, los guionistas Liz León y Dean Lermen, supervisaban la grabación de la audiodescripción de Brujerías, una cinta animada española. “No les contamos la película porque eso sería irrespetar su autonomía, solo describimos las imágenes”, decía Lermen, ciego desde los siete años y encargado de aprobar este tipo de guiones.

Previamente, por separado, se han sentado a ver la cinta. Lermen utiliza la palabra ver porque asegura que aunque la gente la asocia con un proceso óptico, es mucho más que eso. Lo que buscan es que las audiodescripciones no sean tan largas como para aturdir a quien también tiene que escuchar los diálogos de los personajes, ni tan cortas que generen confusión. “Nos movemos en los silencios de la película, respetando efectos de sonido y música”, explicaba.

Primera escena: “En penumbra, una luz ilumina varios libros, uno de ellos Merlín y familia. En una repisa, folletos amarrados con un cordón. La mano de Malba desliza un dedo sobre el polvo”. Así inicia la audiodescripción de Brujerías. Más adelante, los guionistas colombianos aprovecharán para describir a Malba, una niña de tez blanca, ojos negros y cabello liso hasta los hombros. Se graba el audio chequeando la pista original de la película y luego unos ingenieros de sonido mezclan la banda sonora con la descripción del locutor.

Para Colombia, ha sido clave la experiencia en audiodescripción que ha acumulado España en la última década, así como Whatscine, una aplicación que permite escuchar la audiodescripción desde el móvil con total autonomía. Sin embargo, estas iniciativas son privadas. En Colombia el proyecto es estatal, gratuito e incluye adaptaciones para personas con discapacidad auditiva. Es por eso que a la sala de cine que Manuel y Marta acuden también van sordos que utilizan gafas al estiloGoogle glass, en las que aparece una intérprete del lenguaje de señas.

El Gobierno mide el éxito del programa en cifras: Más de 25.000 espectadores en dos años. Para Jonathan Rosero, un joven que nació ciego y que cada mes espera con ilusión una nueva película con audiodescripción, la experiencia, más allá de hacerlo “sentir como en casa”, es una forma de enseñarles a los que pueden ver, “que aquí estamos”. Pero quiere más. Por eso se aventura a imaginar un mundo ideal en el que todas las cintas, desde el primer momento, salieran con audiodescripción y en el que los ciegos pudieran ir a ‘ver’ la película que quieran, a la hora que quieran.

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