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Taconeo flamenco al son de la guerra

Yalda Younes, profesora en Líbano: “He aprendido a bailar sin sentir el dolor de la violencia”

Natalia Sancha
La bailaora Yalda Younes, de 37 años,  imparte una clase de flamento en el teatro Tournesol de Beirut.
La bailaora Yalda Younes, de 37 años, imparte una clase de flamento en el teatro Tournesol de Beirut.NATALIA SANCHA (EL PAÍS)

La mayoría de las bailadoras aprenden a zapatear en un tablao. Yalda Younes lo hizo sobre baldosas, pisando piedras y al ritmo gitano entrecortado por el mugir de las explosiones. Younes tenía 15 años y aún faltaban dos para que terminara la guerra civil (1975-1990) que desangraba su país, Líbano. Bailó flamenco al compás de los morteros en fábricas abandonadas, en casas de vecinos que huyeron a Europa o en “cualquier espacio” que se terciara.

Fue María Jesús, una joven bailaora barcelonesa instalada en Beirut, quien cambió la vida de Younes. “Era amiga de mi madre y propuso darnos clases a un grupo de chicas”, recuerda. Durante los 15 años de conflicto, los libaneses se vieron confinados a ver pasar las interminables horas entre muros. Pocos son los crecidos durante la guerra que sepan conducir una bici “porque en casa no se podía y en la calle había francotiradores”. Lo que comenzó como un pasatiempo acabó por convertir en la actualidad a Yalda Younes, de 37 años, en la profesora de baile flamenco más reputada del Líbano.

Acostumbrada al cante que emanaba del radiocasete, quedó embriagada la primera vez que asistió en Jerez a clases de flamenco con un guitarrista en vivo

Acostumbrada al cante que emanaba del radiocasete, la joven bailaora quedó embriagada la primera vez que asistió en Jerez a clases de flamenco con un guitarrista en vivo. “Fue mágico”, rememora. A pesar de su pasión, el rigor del flamenco puro enseñado en los tablaos no dejaba a Younes espacio para la improvisación. A punto estuvo de tirar la toalla y quitarse los tacones hasta que su camino se cruzó con el bailaor y coreógrafo Israel Galván. La frescura de su técnica sí dejaba lugar para incorporar nuevos movimientos fuera de la rigidez del flamenco tradicional, devolviendo a Younes su pasión por el baile.

Una pasión que para la joven libanesa va ligada a la guerra. “Es parte de mi vida. Es lo que llenó muchos años de mi infancia”. Encontró en la fuerza del flamenco la forma de luchar contra un ambiente hostil. En 2006, volvió a bailar al son de metralletas y bombas. Esta vez en una gira por Europa y dentro de una pieza creada y compuesta por Zad Moultaka. Durante nueve minutos Younes bailaba al ritmo de una grabación en la que sonaban explosiones, bombardeos y balazos registrados en el balcón de un libanés cualquiera durante la guerra civil. A cada bala, Younes respondía con un taconeo brutal.

Pero la historia le puso a prueba de nuevo. Por segunda vez la guerra truncaba sus pasos. En julio de aquel mismo año, y durante 33 días, esa banda sonora regresó en vivo y en directo a los balcones de los libaneses con el rugir de los bombardeos israelíes y los morteros de la milicia libanesa Hezbolá. “No podía bailar en los teatros de Europa al son de una guerra que estaba teniendo lugar en ese mismo momento en mi país. Paré la gira”.

De regreso al escenario bélico como tablao flamenco, Younes zapateó de nuevo con furia. Tan fuerte que acabó por machacarse los huesos y tuvo que abandonar temporalmente el baile. “Aprendí la lección. Si para luchar contra la violencia usas la violencia, te rompes los huesos”. En 2013, con los huesos debilitados, decidió viajar a India, donde esta vez encontró una forma pacífica de lucha que no se ensañara con su cuerpo. A través del yoga logró encontrar esa misma simplicidad que tanto le atraía en las letras del cante flamenco. Hoy compagina como profesora de ambos en Beirut. “Con el yoga aprendí que no hace falta sentir dolor para bailar flamenco. Ya no me duele bailar”.

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