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FICCIÓN EN CADENA

‘El verano de los camaleones’ (4): ‘Especie amenazada’

Mónica Martín-Grande, guionista de series como 'Compañeros', continúa su relato. Hoy, 'Metralla' revela a Antonio el verdadero propósito de su excursión al río

Ilustración de David de las Heras.
Ilustración de David de las Heras.

Iban cargados con una lamparita de gas, de esas que dependen de una pequeña bombona azul y que alumbraba lo suficiente como para ver donde pisaban pero demasiado poco como para apartar la oscuridad. Los reteles de fabricación casera y una nevera portátil completaban el equipo.

Los destellos de unas luces les pusieron alerta. Se agacharon.

- Son los guardias. - Casi gimió Antonio.

- Buscan pescadores furtivos, ¿no habrás visto alguno por aquí…?

Miraron con sorna su miedo. Él nunca hacía cosas prohibidas. Antonio nunca hacía nada malo. Nunca. Era como su madre.

Aprovechando la parada le pasaron una botella. Una botella de agua mineral, pegajosa donde algún día tuvo la etiqueta y abollada, rellena con un líquido verdoso.

- Es absenta. La destila mi padre.

- Me he traído agua. - Y antes de alcanzar su cantimplora de fieltro, Metralla se había hecho con ella y la había lanzado lejos.

- Si vienes con nosotros, es con nuestras reglas.

Antonio se quedó con la botella suspendida en el aire, sin saber qué hacer. En ese momento se arrepintió de no haberse dado la vuelta cuando escuchó aquel golpe tan fuerte en su casa. Echaba de menos la protección del camaleón.

- Dale, que es para hoy.

Y bebió. Las miradas de los tres chicos empujaron la botella hasta sus labios y bebió. El líquido era amargo y cuando entró en su boca abrasó su paladar y sus encías. Se lo tragó rápido y apretó los ojos para soportar el fuego que corría por su garganta. Le quitaron la botella de las manos y se la pasaron. Y la ronda volvió a él. Trató de rechazarla con un gesto.

- Vamos, Bolacha, no seas nenaza.

Bolacha. Antonio se quedó mirando fijamente a Metralla, con la botella suspendida en el aire.

- Te dije que éste nos iba a cortar el rollo. - Ahora habló la chica a la que no había visto nunca.

- El verano pasado nos divertimos mucho con él, ¿o no?

Y no sólo el verano pasado. También el anterior, y el otro, y el otro. Y Antonio volvió a beber. Esta vez fue un trago más largo. Y el liquido purgó las humillaciones, los insultos, las miradas de su padre y el color de la piel de su madre. Cuando abrió los ojos y bajó la botella, la noche era más clara y las voces de los demás entraban desdobladas en sus oídos.

Metralla recordaba cómo tiempo atrás el río estaba lleno de cangrejos, cangrejos pequeños y sabrosos, de patas blancas. Después introdujeron una especie nueva, el rojo, esperando que convivieran, pero eso no sucedió. El recién llegado acabó con el autóctono. Lo exterminó.

- Y a eso hemos venido esta noche, Bolacha, a hacer justicia. A acabar con el cangrejo extranjero.

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