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Gonzalo Maier en movimiento

Librito de brevedad insondable que sigue expandiéndose al término de la lectura como un itinerario sin fin

El chileno Gonzalo Maier (Talcahuano, 1981) es autor de una breve novela ferroviaria, Leyendo a Vila Matas, que lamento no conocer, y de este librito de brevedad insondable que, con su particular apego a la digresión, sigue expandiéndose al término de la lectura como un itinerario sin fin. De viajar precisamente, como sugiere el título, tratan estas páginas, o más bien de los repetidos traslados por razón de trabajo cuya principal gracia, dice el autor, «es que no hay novedad». O sea, lo contrario de esa «esperanza» que estimula el viaje e impulsa «al adicto a armar las maletas y salir corriendo». Aunque se le podría habilitar en el género del viaje, Material rodante es un libro de viajero. La diferencia es importante. Y aquí radica su encanto. En los viajes actuales, recuerda Maier, se ha perdido «la posibilidad imaginaria ―pero posibilidad al fin y al cabo― de que todo salga mal». Hoy la aventura del viaje es un rígido programa que disuelve lo desconocido. Con no poca ironía, Maier abre su libro con el epígrafe «La aventura es señal de incompetencia» del gran explorador noruego, desaparecido en el Ártico, Roald Amundsen. Y de esa paradoja surgen las reflexiones de apariencia liviana, pero muy refinadas, que conforman un espíritu muy apto para apreciar la sorpresa en la rutina, y con ellas el autor va tejiendo esta suerte de tratado del viajero de trenes de cercanías. Maier habla mucho de su condición de viajero, pero poco de sí mismo (y si lo hace tiende a lo burlesco); además, no solo acredita una sosegada inclinación al asombro eludiendo la repetición, sino que invita al lector a ver la fertilidad de las horas muertas, hasta declarar, sin ensalzar el espejismo, que «los viajes esconden sorpresas que nunca tienen mucho que ver con el lugar que ansiamos visitar sino con nuestras propias fantasías».

Gonzalo Maier vive en Holanda y viaja con frecuencia a Bélgica. El traslado de uno a otro país, entre Nimega y Lovaina, lo ha hecho «trescientas setenta y seis veces». El dato puede ser mareante, pero la conclusión rompe toda lógica al confesar que aún no se le ocurre «qué chaqueta ponerse para pasar desapercibido». De modo que es un viajero que piensa, complacido en la inutilidad, y de esa inacción se originan sus brillantes indagaciones sobre la presencia de una araucaria en el interior de Holanda o la utilidad del pijama para no hacer nada y provocar que el capitalismo reaccione «con un súbito dolor de muelas». Gonzalo Maier, de tanto viajar, ha comprobado que el problema del mundo moderno «no es más que el exceso de movimiento». En este libro, por contraste, el protagonista es la pausa, una experiencia actualmente más inestimable que recorrer el mundo.

Material rodante. Gonzalo Maier. Minúscula. Barcelona, 2015. 113 páginas. 12 euros.

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