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CRÍTICA | ELIMINADO

Terror juvenil, terror social

Cinco amigos hablan por Skype a través de cinco ventanas a las que se van añadiendo otras, como una vida que pasa ante nuestros ojos

Javier Ocaña
Fotograma de 'Eliminados'.
Fotograma de 'Eliminados'.

La nueva sociedad 2.0 habla desde su ventana, vive desde su ventana. La de su ordenador. Y el cine se ha dado cuenta de ello.

ELIMINADO

Dirección: Levan Gabriadze.

Intérpretes: Shelley Hennig, Moses Storm, Will Peltz, Jacob Wysocki.

Género: terror. EE UU, 2014.

Duración: 83 minutos.

Nacho Vigalondo fue el primero en utilizar en un largometraje (el corto Noah llegó antes, según palabras del propio director español) la pantalla de cine como una trasposición de la pantalla del ordenador de uno de sus personajes, jugando de tal manera con el punto de vista que, reduciéndolo en principio a la mínima expresión, luego se iba multiplicando a través de las sucesivas ventanas abiertas a lo largo del metraje. Una sistemática que repite Eliminado, primera película estadounidense del georgiano Levan Gabriadze, que en el fondo no es más que un slasher (ya saben, películas de sucesivos asesinatos por parte de un psicópata o fantasma que castiga a los jóvenes por sus pecados) para la nueva generación 2.0. Estructura, fondo y personajes de slasher. De estupendo y renovado slasher, tanto por su forma como por su trascendencia más allá del mero entretenimiento, que también lo es.

Cinco amigos hablan por Skype a través de cinco ventanas a las que se van añadiendo otras, como una vida que pasa delante de nuestros ojos: de Facebook, de Spotify, de Youtube. Una acumulación de puntos de vista que, repetimos, siempre es el ordenador de una de las chicas, y que Gabriadze maneja con una excelente utilización del lenguaje cinematográfico: músicas, sonidos, cambios en el encuadre que no son sino el movimiento de idas y venidas de las pantallas. Y a la conversación se añade una sexta, una cuenta huevo: ¿un troll, un asesino, un fantasma?

Gabriadze y su guionista, Nelson Greaves, que además cuentan toda la película, escueta y espumosa, en tiempo real, juegan con asuntos mucho más serios que el terror juvenil. Y ahí surge el terror social: la crueldad adolescentes, el matonismo juvenil, la superficialidad de las amistades. Vídeos con momentos íntimos subidos a la Red, bullying cibernético, suicidios, por vergüenza, por hastío, por dolor, por terror.

Y la película, más que miedo pasajero de usar y tirar, te planta delante de los ojos una situación mucho más terrorífica y duradera: la de la congoja emocional.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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