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FICCIÓN EN CADENA

‘Wounda’: ‘Círculo 3’

Un macaco permanece absorto viendo la televisión, que está emitiendo noticias sobre un atentado en Túnez

Ilustración de Miguel Sánchez Lindo.
Ilustración de Miguel Sánchez Lindo.

Frente a unos cafés aguados, los dos inspectores hablan con el encargado de la zona de los grandes simios. Kenny Millet tiene la mirada perdida en el fondo de la taza. Le cuesta digerir lo que está sucediendo de un tiempo a esta parte en el zoológico. Al fondo de la sala hay algunas jaulas con animales pequeños. Un macaco permanece absorto viendo la televisión, que está emitiendo noticias sobre un atentado en Túnez. Un hombre armado ha asesinado a un gran número de turistas occidentales en la playa. Da la sensación de que el simio entiende que ocurre algo grave.

—¿Qué ha sucedido con… Kesho?— pregunta Jellineck.

—No sabemos qué pasa; desde hace un tiempo los animales están cambiando su manera de comportarse. —El inspector jefe lo mira sin entender—. Está ocurriendo en zoológicos de todo el mundo. Los grandes simios, los gorilas sobre todo, están cambiando sus hábitos alimenticios, comen más carne y no quieren a sus crías. Hemos tenido que separarlos de ellas porque las matan. Ya lo ha visto. Lo último que está sucediendo es que…, bueno, sé que suena algo raro, pero… se suicidan.

—No son más que monos— dice el inspector jefe.

—Le aseguro que nos parecemos más de lo que creería.

El tema empieza a interesar a Jellineck, que nunca había considerado la inteligencia de estos animales. Quitarse la vida demuestra un nivel considerable de razonamiento. Incluso admirable en los tiempos que corren. Un toque de dignidad, como había pedido unos minutos antes su cuidador.

—Bueno, la verdad es que nosotros no veníamos a nada de esto— dice Fesser interrumpiendo los pensamientos de su jefe y las palabras de Kenny Millet.

Carlos se acerca ahora al grupo y completa la explicación.

—Vienen por lo de Adrián, el especialista en tiburones. Ya les he dicho que no le he visto hoy por aquí.

—No es de plantilla. Viene solo por las tardes. Se ocupa de los acuarios. Me han contado lo del concurso de la tele, aunque yo no la veo, la verdad. Desde lo sucedido, creo que no se ha pasado por aquí.

En su jaula, el macaco sigue absorto en la pantalla del televisor. Jellineck ve que tiene una pata herida y que se la rasca continuamente. Con más intensidad si lo que se emite es especialmente desolador.

—Perdónenme, estamos muy impresionados con esto, mejor si pudiesen venir en otro momento. En secretaría les pueden dar todos los datos que buscan.

—Claro.— Jellineck ve que no va a sacar nada de provecho de ahí—. Si hacen velatorio al bicho nos avisan.

Kenny Millet no entiende qué ha querido decir, no está para ironías. El inspector jefe le deja una tarjeta, se levanta y sale seguido por Fesser, que con un gesto trata de disculparse por el comentario de su superior. Antes de desaparecer, Jellineck vuelve sobre sus pasos y señala al monito.

—Quizá no deberían dejarle ver tanta televisión.

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